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Normalmente, Jin siempre era el primero en levantarse. Iría a correr un rato, regresaría, tomaría un baño y prepararía algo delicioso para su amado. Excepto aquellas dos últimas mañanas.

La razón: la espalda lo estaba matando.

¿Acaso estaba envejeciendo más rápido?

Últimamente se sentía aún más cansado de lo normal. Y si, en parte era por su amado prometido quien se levantaba a media noche para merendar. Pero no podía culpar al embarazo. Aunque nunca fue constante, Tae, siempre había sido así, con o sin embarazo.

La puerta del baño se abrió, dejando ver a un TaeHyung tan fresco como una lechuga. Casi listo para ir al trabajo. El menor coloco la toalla en sus hombros para que el agua que caía de su cabello no mojara su ropa y se acercó a Jin.

- ¿quieres un masaje? -. El mayor asintió, moviendo apenas la cabeza-. Voltea-. Obedeciendo, giro sobre su propio cuerpo y cerró los ojos, para relajarse.

Tae puso algo de crema en sus manos y empezó a masajear la amplia espalda de Jin. El mayor hizo un pequeño ruido de apreciación, cuando las diestras del menor se movieron hábilmente por su espalda.

-Ohm tus manos son mágicas, cariño-. Susurró, aun con los ojos cerrados.

-Lo siento-. Se disculpó, después de un rato.

- ¿Lo sientes?

-Si. por mi culpa te duele la espalda-. Jin giró, de nuevo, hasta quedar boca arriba y miro fijamente al menor-. No debiste de cargarme aquel día, del auto hasta la cama-. Se explicó-. Debiste haberme despertado.

-No es tu culpa cariño-. Consoló, tomando sus manos para dejar caer un suave beso. Los ojos de Tae empezaban a cristalizarse por las lágrimas-. Lo que pasa es que estoy quedando viejo.

-Aun no llegas ni a los treinta, Jin-. Exclamó indignado-. No intentes hacerme sentir mejor.

-Ya, bebé. Quita esa cara y bajemos a desayunar.

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Jin terminaba de abrochar, con cierta dificulta, los botones de su blanca camisa, cuando el menor se asomó por el cuarto.

-Permíteme ayudarte-. Pidió, quitándole de las manos la corbata que el mayor tomó. Tae pasó el pedazo de tela por debajo del cuello de la camisa y la acomodó. Jin únicamente observaba las manos ajenas, con una sonrisa en su rostro. Le encantaban sus manos, eran tan bellas y delicadas.

-No te ves bien, cariño-. Comentó Tae, terminando de anudar la corbata-. ¿Por que mejor no te quedas en casa? Te prometo que volveré temprano para cuidarte.

-Suena tentador-. Sonrió Jin, envolviendo al menor entre sus brazos. Últimamente le encantaba abrazarlo y sentir la "pancita" de su novio-. No te preocupes. Solo estoy algo cansado.

-Te prometo que no te volveré a despertar por antojos.

- ¡Ni siquiera lo pienses! Vivo para complacer tus caprichos, o la mayoría de ellos.

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.

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TaeHyung había llegado temprano esa misma tarde, dispuesto a cocinar algo sencillo, para consentir a Jin. Y así lo hizo.

Después de bañarse se dirigió a la cocina a preparar aquel platillo tan delicioso y sencillo como el Jajangmyeon.

Él no era bueno en la cocina, por lo que tuvo que pedir algo de ayuda, llamando a su querida madre, para que lo guiara.

PrimerizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora