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Para su suerte, no le costó encontrar al pelirrojo

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Para su suerte, no le costó encontrar al pelirrojo. El chico estaba sentado en el pavimento con sus brazos apoyados en sus rodillas y su rostro reposando en sus palmas. Una capucha ocultaba la mayor parte de sus mechones naranjas.

Yoon Oh dio unas cuantas zancadas llegando hasta él.

Aún existía la incomodidad al comenzar una conversación.

Carraspeo, arreglando su garganta. Quizás, demasiado fuerte, tanto así que el muchacho elevó su rostro.

―Hola, yo, solo venía para decirte que te envíe...

Mierda, ¿Por qué estaba resultando tan complicado?

Sonrió a nada en específico, decidiendo irse.

―Nada, olvidalo―hizo un ademán con su mano restando importancia. Sus talones giraron y al segundo paso, el chico lo llamó.

―¿Es por los mensajes? No es que no quisiera responder, mi teléfono murió. No se si es la batería o... Murió, ni idea.

Eso podría ser cierto o una excusa barata.

―¿No me crees, cierto?―el chico se paró acomodando su bolsa y capucha.

―No es eso, es una costumbre.

―¿A qué?

―Zánganos―pronunció lento, haciendo reír levemente a kim.

―Bien, sí. Tengo cara de zángano, lo sé. Además, queme mi brazo luego de unos minutos con la pistola. No debo parecer la persona mas responsable o lista después de eso.

Jung sonrió brevemente.

―Estas parloteando.

―Efectivamente. ¿Funcionó esa pecera?

―No realmente.

―Tengo tiempo libre hoy, compró otra y, no se, te la entrego mañana.

―Así que mañana―dijo y el pelirrojo asintió con su cabeza―, o pasado, o el siguiente día o a la semana...

―Dije mañana, y deja de mirarme como si fuera un zángano. No lo soy.

―¿No lo eres?

―No, no del todo.

―¿No del todo?, ¿que clase de respuesta es esa?, ¿debo confiar en un "no del todo"?

Kim blanqueo sus ojos.

―Esto es lo mismo que el jueguito de efectivamente.

―No, no del todo―burló balanceando su cabeza.

―Muy gracioso, Yoon Oh.
A punto de escupir un pulmón de la risa―parpadeo para luego subir su mano y rascar su ojo varias veces.

―Te vas a irritar el ojo.

―Gracias, genio―ironizó siguiendo con su acción―. Pica.

―Sí, y si lo rascas va a picar más―explicó con obviedad.

―Pero pica―se quejó.

―Debes tener un poco de auto control escondido por Ahí.

―Duele.

―¿Tenías las manos sucias?

―No lo sé, todo está sucio.

―¿Te los quitas para dormir?

―Sí.

―¿Siempre?

―A veces―respondió alejando su mano, permitiéndole involuntariamente ver su esclerótica. Jung suspiró al ver la zona cubierta de rojo.

―Como dije, irritaste tu ojo―acercó un poco más su rostro―. Dejame ver.

―Estoy bien―se negó kim, alejándose un poco.

―Pues tu ojo no, todo el contorno esta rojizo. No seas terco, dejame ver.

Su acompañante dejo caer sus brazos a sus costados y elevó la vista, moviéndose con intranquilidad en su lugar.

―¿Cuánto duran las lentillas?―preguntó bajando un poco la mandíbula del chico.

―Un mes.

―¿Recuerdas la fecha en que la colocaste?

―No el día exacto.

―Puede haber sido por el roce constante y la mugre pero la lentilla esta infectada. Debes sacarla.
¿Traes el estuche?

―En la mochila, la parte de afuera―la mano de Yoon Oh se movió a su espalda, tanteando la tela en busca del zypper. Cuando lo encontró, lo trasladó al otro extremo y sacó el objeto de plástico. Guardo el elemento en uno de los bolsillos de su chaqueta y empujó sin mayor fuerza los omoplatos del menor, dirigiéndolos al baño más cercano.

Ya estando en el, dejó al pelirrojo frente a uno de los lavamanos.

Los dedos de Kim presionaron la llave, dejando caer el agua sobre ellos. Presionó un poco sobre su iris logrando soltar la lentilla y sacarla.

―Arde como el infierno―soltó un quejido divirtiendo al castaño―. No te rías―advirtió mirando al chico por el reflejo del espejo―. En serio duele.

―Te creó, tu ojo esta llorando. Bueno, en realidad trata de limpiarse debido a que alguien, demasiado cabezota para su bien, lo irritó e infecto―remarcó la palabra alguien.

―¿Te gusta demostrar que tienes la razón?―preguntó con su voz sonando aletargada a la vez que guardaba el lente. Examinó una última vez su ojo antes de voltear. El mayor sólo se limitó a mirarlo y él le sostuvo la mirada, cruzando sus brazos sobre su pecho.

―Marrón―formuló sin terminar la conexión ―. Más rojo que café en realidad.

Una sonrisita traviesa atravesó el joven rostro.

El pelirrojo se separó de la encimera y volvió a colocarse su bolsa sobre el hombro.

―Me alegra saber que distingues los colores, Jung.

SEPARAMEーJAEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora