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O 2 / O 3

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KDY

―Coloca el platillo grande en el centro.

―¿Aquí?―señaló el chico logrando alterar a su madre.

―No, no. El centro de la mesa. Ese no es el centro, JaeMin. Pasa―la mujer le arrebató la loza al chico, explicándole a que lugar de la amplia mesa se refería―. ¿Ves? Aquí.

El castaño rodó sus ojos. Era exactamente el mismo sitio en donde él antes había depositado el objeto.

―Es lo mismo, mamá. Solo lo corriste unos centímetros. Eres muy perfeccionista.

―¡No es lo mismo!―la castaña amplio sus ojos a la defensiva.

―Sí, es lo mismo―interfirió en la conversación. Su mirada baja, atentó a su celular.

―¡¿Ves?! DongYoung me apoya―exclamó el niño colocando sus brazos cruzados sobre su pecho.

Imitando su actitud, la mujer los dejó en su cadera.

―No importa, yo soy la mamá aquí―disparó la castaña.

―Es cierto, ella lo es.

―¡Traicionero!―le apuntó el más bajo.

El pelirrojo elevó su cabeza, susurrando un culpable "Perdón", el cual fue respondido con una mirada fulminante que le hizo elevar sus hombros.

―Yo te iba a comprar un helado como disculpa, pero con esa mirada... Creo que no me tomaré la molestia de...

Antes de poder terminar, Kim tenía a el pequeño Kim rodeándole en un apretado abrazo.

¡No, no, no, no, no!―gritaba el niño sacudiéndolos a ambos―. Esa era una mirada de felicitaciones, porque estas de cumpleaños.

―Claro―ironizó apretando las mejillas del infante―. Que mentiroso eres, JaeMin. Bueno, ya suelta. Te voy a comprar el bendito helado.

―¡Gracias!―el chico se levantó siguiendo a su madre a la cocina. Desde su asiento, el mayor de los hermanos escuchaba como éste le comentaba a la mujer sobre el regalo.

Desplazándose de la silla, se dirigió perezoso a su habitación.

Cuando estuvo frente a su espejo, se encontró con la familiar imagen del joven petiso de lentillas verdes. Sus manos analizaron el estado de su cabello y cuerpo, concluyendo que se veía espantoso en todos los ámbitos.

―¡Mamá!―llamó liberándose de sus prendas superiores.

―¡¿Si?!―recibió el grito en respuesta desde la cocina.

―¿Toallas?―inquirió, estremeciéndose por el frío aire que golpeaba su piel.

―¡En el sofá!

Era necesaria una ducha.

(...)

Descartando el hecho de que su cabello se sentía y veía grasoso, él siempre había disfrutado estar bajo la abundante caída de agua. Allí, satisfecho con la calidez y la sensación de pulcritud, les daba nombre a las historias infantiles que generaba su mente, transformando el liquido en olas monstruosas que amenazaban la seguridad de sus héroes y pueblo. Aquellas historias que ahora eran remplazadas de a poco por fantasías que intentaba reprimir con firmeza, como un cohibido novato. Su mano, tímida y enjabonada, evitaba transcurrir por los lugares que, al pasar los años, requerirán y exigían atención. Su madre decía que una promesa siempre debía ser dirigida hacía ti mismo, porque sino, está no tendría ningún peso. Y él... ocasionalmente terminaba con la respiración agitada, apoyado en la pared, con su cabeza gacha, entre sus dedos el espeso fluido. Temblando.

Abochornado, cerró la llave y salió de la ducha. Su rostro y otras partes sintiéndose calientes.

JYO

Su mano golpeó la madera tres veces. No pasó ni un minuto y la puerta se abrió.

Un infante lo recibió.

―Hola―el chiquillo le saludó, recargándose levemente en la puerta. Era meramente familiar, de la edad de JaeNo, pero más bajo y delgado que él.

La idea de haberse equivocado de dirección pasó por su cabeza.

Por supuesto que DongYoung tenía un hermano, lo recordaba, pero...

―¡JaeMin, te dije que no debías abrir la puerta solo! ―detrás del niño, una anaranjada cabellera de húmedos rizos apareció. El menor de los Kim desapareció rápidamente con la llegada del mayor, escapando de la entrada del hogar.

Medio furibundo, la razón por la que estaba ahí le miró.

―Hola, Yoon.

Hola, ojos marrones.

Si no existiera la mirada color tierra o el cabello revuelto y goteante enmarcando aquel rostro, Yoon Oh estaba seguro de que habría respondido instantáneamente.

―Hola yo, creí que era la casa incorrecta. Nunca he visto a tu hermano, entonces... ―se intentó explicar, solo que su lengua le jugó en contra.

El chico elevó una de sus cejas, vacilando entre contar la razón de ello o no hacerlo.

―Comprendo, no somos hijos del mismo hombre. Mucho parecido no hay.

Desde las puntas de los mechones color ámbar bajaban finas gotas que terminaban recorriendo el largo y blanquecino cuello expuesto bajo una amplía camiseta.

―Mi madre está haciendo, lo que sea que haga, ahm, espera aquí―Kim hizo una seña y cerró la puerta.

Un momento después, el joven volvió cubierto de varias capas de ropa y un curioso gorro.

DongYoung cerró la puerta y luego, se volteó. Una sonrisa sin dientes estirando sus labios era acompañada de sus pulgares elevados.

―Debo comprar gaseosa―informó guardando las llaves en su bolsillo. Al ver que el alto no reaccionaba lo tomó del antebrazo, arrastrándolos a ambos.

(...)

―JaeMin tiene diez. Que tú veas a las personas mas jóvenes de lo que son es otra cosa―dijo al tiempo que salían de la tienda, el menor con la botella en su mano.

―Jeno tiene una edad parecida y, sin embargo, debe pasarlo por cabeza.

―Tu familia es alta, una generación de rascacielos tras otra.

―No eres bajo, que digamos―aclaró observando como el muchacho se sentaba en una de las bancas del parque camino a su residencia. Yoon Oh lo imitó.

―Mi madre no me perdonaría si dejo que entres cuando ella aún no tiene nada listo.

JaeHyun le miró extrañado, entonces, DongYoung rodó sus ojos.

―¿Una taza de café, una taza de té o un trozo de pastel?―imitó a la mujer con voz melosa, exagerando el movimiento de sus manos, algo que provocó que una carcajada ronca escapará de los belfos de Jung.

―¡Así es ella, te lo juro! ¡No te rías!―advirtió, echándose a reír de forma contradictoria―. ¿Por qué no se abriga un poco más, mi niño, mi niño Jung?―añadió, dejando caer su enrulada cabeza en el hombro contrario―. El niño Yoon Oh.

Calmándose, el nombrado dio ligeras palmadas en los brazos del chico que terminaron siendo lentas caricias. La risa del pelirrojo chocaba contra su cuello, provocándole un constante y agradable cosquilleo.

―Supongo que nos quedaremos aquí hasta que tu madre nos llame.

―Ah ha.

SEPARAMEーJAEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora