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Yoon Oh cerró la puerta de la cocina tras convencer a Amelia de que le dejara encargarse del orden y limpieza de la loza

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Yoon Oh cerró la puerta de la cocina tras convencer a Amelia de que le dejara encargarse del orden y limpieza de la loza. Quería compensarle el festín y la hospitalidad con la que le había recibido, no sólo ese día, ya que en cada visita la mujer se esmeraba en hacerle sentir lo más cómodo posible, pero sobre todo, quería aprovechar esa instancia para poder hablar a solas con su padre, asegurándose, claro, de que las paredes de la casa fueran lo suficientemente gruesas.

Durante la cena procuró mostrarse conversador y animado, lo que menos deseaba era que la pareja se diese cuenta del lío que mantenía en la cabeza. El hecho de que su padre le pidiera matrimonio a su ahora prometida le había tomado volando bajo, muy por lo bajo. Era repentino, por supuesto que lo era.

El divorcio siempre fue definitivo de parte de su padre. Con sus inocentes años podía comprender que el interés en la pareja se iba reduciendo desacuerdo a desacuerdo. Sin embargo, él no comprendió, hasta hace pocos años, las razones de su padre. Siempre lo vio cómo el villano, cómo el motivo del llanto y desolación de su madre. La escuchaba, cada noche, y la miraba, cada día.
Desconfiada, traicionada y herida. Le costó varios intentos de conversaciones volver a establecer un vínculo paternal. Su madre dificultó está tarea, rememorando luego de cada encuentro con su progenitor el dolor que le había provocado la separación.

Para un niño de diez años, sólo bastaba un deje de
sufrimiento en los ojos de su madre para retroceder cualquier avance logrado, no importaba cuánto esfuerzo le hubiese conllevado.

Ordenando sus ideas, se acercó al fregadero con el propósito de comenzar su quehacer. Posó los ojos en su padre, el cuál se encontraba agachado buscando Dios-sabe-qué en las estanterías cercanas a la puerta que daba al patio trasero. Reprimió una mueca divertida al escuchar una maldición dejar naturalmente los labios del hombre. Al parecer, encontrar el objeto le estaba llevando más tiempo del que su paciencia disponía.

—¿Qué buscas?—se atrevió a preguntar. Si quería hablar plenamente con él debía preparar la atmósfera con anticipación y disimulación.

Su padre giró la cabeza un momento antes de volver a revolver las cosas.

—Un destornillador, de cabezales intercambiables. Juré haberlo dejado por aquí la última vez que lo usé.

—¿Y eso fue...?

—Una semana—se encogió de hombros, recordando—. ¿Dos? A lo mucho tres.

Yoon Oh bufó acostumbrado.
El orden no era una de sus cualidades.

Dejó pasar unos minutos en los que se sumió en sus pensamientos.

Finalmente, preguntó, con el mayor tacto posible;

—¿Le has pedido matrimonio a Amelia?—los hombros de su padre se tensaron de forma repentina, cosa que no pasó por alto el menor—. He visto el anillo, mientras nos saludabamos.

SEPARAMEーJAEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora