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Eleanor:

Me recargué en la pared y esperé a que me abrieran la puerta y me dijeran que entrara. Aunque me entraban las ganas de abrir y medio asomarme, pero necesitaba calmar el enojo que me había hecho sentir antes.

Pude oír como alguien empezaba a gritar. Ésa voz se calló, pero continuó una voz más ronca y hostil, vi como la puerta se abrió e involuntariamente me separé de la pared, arreglando mis prendas.

- ¡Lárgate! ¡No permitiré que le faltes el respeto ni a mi hijo y mucho menos a mí! ¡Y créeme que si no te meto a prisión es porque tu madre te necesita! - Vi al rey molesto, más que molesto, daba miedo.

- ¡Pero, sin este trabajo no vivo! ¡Deme otra oportunidad! – Se arrodilló ante William y junto las manos en señal de súplica.

- Eso no es lo que me acabas de demostrar. Ten dignidad y sal de aquí – Dijo William con un tono frío que me causó escalofríos, volteó a verme y me sonrió, me relajé al ver que no descargaría nada de su furia conmigo. Aunque sabía que no era así.

El rey William es una de las personas más dulces y comprensivas que haya podido conocer en este planeta, pero, si lo haces enojar, es preferible provocar al diablo que enfrentarte a él molesto. Beatrice se levantó al ver que William ya no le iba a dar ni un mínimo grado de atención.

- ¡Me las pagarás, zorra! ¡Me las pagarán todos, cada uno de ustedes, malditos desgraciados! – Gritó agitando sus dedos exageradamente.

Los guardias subieron con rapidez para tomarla de los brazos y sacarla a la fuerza del Palacio.

- ¡Un gusto volver a verte! – Me reí nerviosa. Sin saber que decir exactamente, incomoda por la situación previa.

- Igualmente, Majestad.

- Bueno, adelante, pasa, te estábamos esperando – Abrió la puerta y la sostuvo para que yo pudiera entrar ¿Estábamos?

Entré y examiné la habitación era una oficina muy sofisticada, tenía muebles finos del lado derecho y del lado izquierdo había una pared de cristal - que dejaba ver la hermosa ciudad que se encontraba, primero se veían los edificios y los carros andar de un lado a otro, pero más allá se veía un bosque con altos y frondosos árboles -; un escritorio con dos sillas enfrente de color rojo intenso y detrás de ellas estaba Alex, su cabello es de un negro sedoso, sus ojos eran como oliva, esbozó una sonrisa en la cual resaltaban sus hoyuelos, vestía una camisa manga larga de color azul cielo con unos jeans negros ajustados y unos converse azules.

- Eleanor, él es mi hijo Alexander  – Él susodicho solo examinaba mi cuerpo, pero no de la manera odiosa o curiosa, su mirada parecía que me devoraba y a la vez, mordía su labio.

- ¡Mucho gusto, señorita Eleanor! – Dios, con sólo verlo me dan ganas de propinarle el primer golpe.

- Buenos días – Pronuncié lo mas cortante y dura posible. Recibí la larga charla entre William, Alex y yo sobre la política de la casa real, de Alex, de mí, sobre mi uniforme, mis armas y muchas cosas más.

Mis horarios no serían tan accesibles como pensé, lo cual me desilusionaba un poco. Es decir, anteriormente con la reina, tenía más tiempo libre que ahora. Pero, la diferencia era enorme, no estábamos hablando ahora de la reina, sino de su rebelde hijo.

La razón de la presencia de Alex en la reunión era para que fuese conocedor de mi acceso a propinarle golpes y consejos y más golpes. Una sonrisa interior se ensanchó, como la del gato que aparece en Alicia en el país de las maravillas, caricatura que veo con mi pequeño italiano.


XXX

- ¡Al fin terminó de hablar! – Alex tiró de su cabeza hacia atrás del respaldo de la banca de hierro en la cual estaba sentado - Escucha Eleanor, deberías sentarte un rato, no creo que tengas que estar alerta ahora, pues como puedes ver - Señaló los alrededores -  Hay demasiados guardianes solo en este lado patio. Además, que tú empiezas mañana – El idiota tenía razón, estaban los guardianes de la puerta y cada ciertos pasos otros dos.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora