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Eleanor:

En el momento que entrelazó su dedo con el mío, sentí algo extraño, como si una corriente eléctrica recorriera mi cuello hasta mi espalda baja, sin querer una sonrisa se asomó en mi rostro, el pasó su mirada de nuestros dedos entrelazados y una sonrisa se le escapó, resaltando ese hoyuelo que tanto lo caracteriza sus ojos se encontraron inevitablemente con los míos.

En el momento en el que nuestros ojos se conectaron, una sensación agradable apareció, todo lo que nos rodea desapareció sin más, fue como si las auras de los dos se unieran creando una sola y un fuego cálido y abrazador se instaló en mi pecho. Una paz abrasadora, aquella que te inunda con un simple toque y no sabes porqué.

- ¿Nos vamos ya o qué? – Balbuceé. Al fin y al tanto esa situación se comenzaba a tornar incómoda, o al menos para mí.

- Ah... Sí. - Me tomó del brazo y comenzamos a caminar hacia la entrada del Palacio, observando mejor las puertas son enormes, de color blanco hueso con un diseño de dragones, el marco de la puerta es de color negro. 

Los guardianes hicieron una reverencia para posteriormente abrir las puertas, entramos y recorrimos el pasillo que llevaban a una sala la cuál rodeamos y subimos las escaleras, Alex avanzó hacia una de las puertas que conformaba el infinito pasillo,  abrió la puerta y me dejó entrar, había una cama, con sábanas azules y las almohadas blancas y grandes, un estéreo enorme, una pantalla sumamente grande, la habitación estaba pintada de un blanco que resaltaba cada cosa de ésta, en el piso habían libros colocados uno sobre otro, había un fuerte olor a pino y menta, al final de la habitación había una puerta corrediza de cristal que daba a un balcón en el que se podía ver un enorme bosque, lo que explicaba el olor del pino. Me di la vuelta y Alex estaba poniendo seguro a la puerta, después se quitó la camisa, retrocedí instintivamente y levanté mis manos en modo de defensa, los nervios me inundaron y el sueño que tuve regresó a mí de golpe, sacudí la cabeza levemente, tranquila, olvídate de eso y ponte alerta  me repetía mientras lo observaba, él caminó lentamente hacia mí, choqué con una esquina de la cama y ya no pude seguir retrocediendo. Mis manos formaron dos puños e inhalé profundo preparándome para soltar un grito en cualquier momento.

- Creo que debo recordarte que en las reglas que especificó tu padre estaba sobre la dis... 

- Mi camiseta. – Su aliento a menta, me aturdió y mezcló mis pensamientos.

- ¿Qué? 

- Mi camiseta está detrás de ti. – Sonrió, pícaro al notar mi incomodidad dado mi nerviosismo.

Me giré y exactamente una camiseta estaba detrás de mí, no la había distinguido dado el color azulado similar al de las sábanas, sentí como toda la sangre se acumulaba en mi rostro, me aparte dejando el espacio libre entre él y su camiseta, esperé un segundo a que él se la colocara, cuando terminó me volvió a tomar del brazo, esta vez me negué a que me llevase así, por lo que solo me condujo hacia la puerta corrediza, la abrió y entramos en el balcón solo había una silla mecedora de madera y otra pila de libros.

- ¿Aquí es? – Me crucé de brazos y enarqué una ceja.

¡No puedo creer que me haya hecho pasar eso para venir aquí!

- No – Hizo una seña con la mano para que me acercara. Obedecí.

- Haz lo que yo haga ¿Entendido? – Bufé y asentí. Alex se subió al barandal y subió a la rama de un árbol cercano a ésta, se dio la vuelta y volvió a hacer esa seña con la mano para que me acercara, rodeé los ojos y obedecí, subí al barandal e involuntariamente vi hacia abajo ¡Era demasiado alto! Las piernas comenzaban a temblarme y la piel a crisparse.

- ¿Qué pasa? ¿Le tienes miedo a las alturas? – Soltó una carcajada - ¿Qué esperas? ¡Apresúrate! - Gruñí y salté hacia la rama, rezando para no caerme de ésta, la rama era gruesa y estaba totalmente fija al árbol, no había señales de rupturas futuras y aguantaba el peso de ambos, caminamos hacia el tronco nos sujetamos de las ramas quedando nuestras piernas al aire, saltamos de rama en rama hasta llegar al suelo. Pocas marcas habían quedado en mis manos, junto a unas heridas casi invisibles.

Cuando ya estábamos en el suelo, Alex se acercó a mí mostrando su hoyuelo con una sonrisa nada inocente, volvió a tomarme del brazo, qué terco refunfuñé en mis adentros y avanzamos hacia el bosque, solo que más adentro de este los árboles eran totalmente enormes y diferentes, frondosos y repletos de moho, hay arbustos hermosos, se escucha el canto de los pájaros y el crujido del trote de algún mamífero, por un sendero que se podía diferenciar del pasto verde musgo del verde claro y tierno que pertenecía a este.

Seguimos avanzando, cada paso que dábamos nos alejábamos más del palacio, mientras Alex me guiaba hacia el lugar que desconozco, estuve centrada en mis pensamientos, ¿Por qué no reaccioné? ¿Por qué me sonrojé? ¿Por qué creí que me haría algo? ¿Por qué no me quité como usualmente lo hago? Pude haberlo golpeado y ya, es increíble como puedo reaccionar ante diferentes situaciones pero ¿Por qué no reaccioné ante esta? Dios, otra de las cosas más humillantes de mi vida agregadas a la lista.

Sacudí la cabeza y moví las manos como si eso fuese capaz de alejar los pensamientos que estaba teniendo; me dediqué a ver el lugar y recordé la carta que su hermano le había dado, su hermano le daba paz, por lo que buscaba algún lugar similar que se la diera, un bonito gesto previo a un trágico momento.

- Llegamos. – Anunció. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, la maravilla que estaba ante nosotros no se puede comparar con otra cosa, era un río, un río calmado y claro, a éste se refería en la carta pensé, los peces de este saltaban para capturar mosquitos, los árboles que estaban al otro lado eran verdes claros y el café mezclado con el verde del moho pintaba sus troncos, parecían sacado de una pintura de cualquier profesional, se escuchaba el canto de los pajarillos y el trote de algún animal, mariposas volaban sobre nuestras cabezas, era algo que no cualquier humano puede apreciar.

- ¿Te gusta? – Pregunta con un tono calmado y seductor, supongo que está cerca de mí, siento su aliento en mi nuca.

- ¿Es real? Digo, esto es demasiado hermoso como para ser cierto. No me lo creo, es maravilloso. Parece sacado de un cuento, una belleza inusual, casi celestial – Lo miré a los ojos, su mirada era penetrante y calmada.

- Es tan real como tú – Se acerco a mí y puso sus manos en mi cintura.

¡No, no, no! 

Me aparté bruscamente de él, no quiero que se me acerque, no quiero que me despidan, no quiero nada.  Él se sentó en el suelo y yo lo imité.

- ¿Por qué me odias? – Su pregunta me tomó por sorpresa, el tono que había utilizado era de tristeza, como si le doliera el hecho de que no lo quisiera como él lo desea.

- No te odio, solo que no quiero tener algo contigo como las mujeres con las que te has metido.

- ¡Ya te dije que ya no quiero tener eso contigo! Ya parece que hablo con un hombre, eres demasiado complicada, es decir, te haces muy difícil y ya hablé demasiado – Su tono parecía furioso y a la vez ofendido, sin embargo, no puedo confiar en alguien como él. Agaché la cabeza y el desvió la mirada hacia el río, su presencia no es incómoda, él es de lo más tranquilo que he conocido me sorprende que sea un mujeriego, es como si hubieran dos Alexanders.

Alex, es una buena persona, claro, si lo conoces bien, es astuto, es inteligente, es comprensivo, es lindo en algunos aspectos y es muy suelto, tiene demasiada confianza con cualquiera que le preste atención ¿Será ese el problema? Me imagino que no tuvo suficiente atención de pequeño por todo el protocolo que tuvo que seguir. Él sufre, tiene problemas, lo único que está buscando es una distracción o solución al dolor que siente. Busqué su rostro, seguía viendo hacia el río, me levanté con sumo cuidado de no asustarlo o sorprenderlo, me hinqué frente a él y tomé su su barbilla para hacerlo girar a que me vea y pude volver a ver que pequeñas lágrimas amenazaban con salir, dejándome confundida.

¿Llorar sería su forma de chantaje para hacerme tener sexo con él?



Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora