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Eleanor:

Su mano acariciaba suave y delicadamente la mía, sus hermosos ojos verdes  eran apresados por esos estúpidos lentes oscuros, aún así, si prestabas la atención necesaria, te das cuenta de que puedes ver el brillo en sus ojos, sus pestañas tan largas que parecen mariposas aleteando cuando parpadea, su nariz tan hermosa que dudaría que hubiese una mejor que la suya, y por último, sus sensuales labios, rojos y gruesos, tan tentadores que te da un deseo sumamente ardiente, un deseo de besarlo y ¡Ahí está el problema! 

Alex solo piensa en sexo.

Y yo, no he podido tener ninguna relación sexual desde aquél suceso. Simplemente no puedo, el miedo me carcome al recordar todo eso.

Aparte de que tendría problemas con William, con los periodistas, con Abby, con mi familia, y el mayor problema es que no quiero salir lastimada de nuevo, ya suficiente sufrí, y el hecho de que Alex sea un príncipe, no lo hace mi príncipe azul.

Ridícula, me reprendí.

Sacudí mi cabeza, tratando de quitar esa estúpida idea de algo con Alex, eso jamás pasara. Regresé la vista hacia Alex, quien ahora disfrutaba su helado, sin rastro de incomodidad de lo que dijo recién.

- ¿Sabes? – Inquirí. El rápidamente levanto la vista, dejando de comer su apetecible postre; alzo las cejas creando así, su interés más evidente - Tu serías los Montesco y los Capuleto, es asombroso como es que siempre estás contradiciéndote – Exclamé soltando una risita vergonzosa. Alex echó su cabeza hacia atrás y soltó varias sonoras carcajadas, regresó a su antiguo puesto recuperando el aliento.

- Por lo menos no sería Romeo – Dijo una vez ya serio, al menos eso intentaba parecer, apretaba tanto los labios, apresando esa carcajada, que pensé que desaparecerían de su rostro, sus ojos verdes seguían siendo tan penetrantes que llegué a deducir que podrían quebrar el lente.

- No, señor, Romeo te quedaría justo. Siempre detrás de un trasero cuya dueña no conoce – Solté una carcajada que sentí que se oiría hasta el otro lado del mundo, Alex me observó sorprendido por lo fuerte, indecente y cómo dirían "indigno de una señorita" que se oyó mi risotada, mi rostro se tiñó de un gran tono de carmesí, las mejillas y las orejas me ardían demasiado – por eso es por lo que no eres un caballero – Agregué, tratando de evitar que mi vergüenza aumentara.

- Bueno, tienes razón, no soy un caballero, por lo tanto, un caballero no haría esto – No me dio tiempo de reaccionar cuando una fría y pegajosa sustancia recorría mi rostro desde mi nariz hasta mi mandíbula, Alex había estrellado su sabroso helado de chocolate contra mi rostro.

Se removía demasiado en su silla, soltando demasiadas bulliciosas carcajadas, que para mí, eran  contagiosas, cuando ya se empezaba a calmar limpió varias lágrimas que se le habían escapado debido a la risa, me miraba con ganas de seguirse riendo, traté de mantenerme seria, a lo que me fue imposible. 

Dolorosamente alcé mi helado de caramelo y no con muchas ganas de desperdiciarlo lo estrellé en el angelical rostro de Alex, llenándolo hasta sus lentes, la vendedora nos gritaba desde adentro, sin embargo, sus maldiciones no traspasaban la pared de vidrio, en consecuencia, solo la veíamos alzar una y otra vez los brazos, tan delgados y pequeños que parecían unos fideos sacudiéndose, su pequeño rostro se fruncía demasiado que estaba segura de que tendría arrugas prematuras. Nos levantamos de las sillas y corrimos cuando la vendedora salió con un rodillo que sabrá Dios de donde lo saco. Doblamos una esquina y nos detuvimos.

Alex y yo nos miramos y soltamos más carcajadas que, por si fuera poco, casi nos tirábamos al suelo, en el momento que recuperamos el aliento, nos percatamos en el lugar en el que nos encontrábamos. Estábamos en un lugar lleno de restaurantes y demás, nos acercamos a un restaurante "Laura's Pizza's". Amaba la pizza, no podía negarme a entrar ahí.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora