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Eleanor:

Pasajeros del vuelo número 432 con destino a Italia, Roma, por favor abordar por la puerta 7.

- Es hora, mi pequeño – Oliver sonrió emocionado, tomó mi mano y avanzamos a la respectiva puerta. Llegamos hasta donde estaban las escaleras a la entrada del avión. Oliver me miraba eufórico mientras subíamos los escalones, cómo deseaba sentirme así como él.

Nos sentamos en los lugares asignados y cuando la puerta se cerró, una chica castaña empezó a explicar qué hacer en ciertas emergencias, no presté atención alguna. Solo pensaba en Alex.

Las indicaciones todo el mundo las conoce, son las mismas que salen en las películas, que tener apagado el móvil cuando se indique, la posición de las salidas de emergencia, como ponerse el cinturón y todas esas cosas.

Su manera de cautivar era incomparable, su manera de sonreír, esa que hacía que tu corazón se acelerara, su manera de mirarme, su manera de expresarse. Dolía saber que todo fue una mentira. Pero eso era ¿Verdad? La mentira más dulce y al mismo tiempo la más tortuosa. De una de las bolsas delanteras de mi pantalón saqué un papel doblado en cuatro, hace ya un mes que Alex me lo había dado.

- Ellie– Me llamaba Alex. Corrió hacia mí y me tendió un papel doblado. Fruncí el ceño esperando una explicación, sin embargo, Alex no decía nada.

Tomé el papel cuidadosamente en mis manos y lo desdoblé. Era algo extraño lo que veía, que, inconscientemente solté una risita. Se apreciaba el retrato de Alex con un letrero que decía: Mi amor por ti crece cada día. Alcé la vista encontrándome con un Alex ruborizado.

- Sé que es algo raro, pero los dibujos en los cuales plasmé tu rostro quiero apreciarlos cuando no estés conmigo, cuando estás en tus clases o en tu casa. Así haz cuando yo no esté contigo, mira ese dibujo y verás que yo estoy en donde tú estés, siempre.

- Debo decir que esto es muy  narcicista de tu parte - Reí  - Gracias, Alex, en serio.

Las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos, ¡Qué cobarde soy! Mírenme, me encuentro en un avión rumbo a Italia por el simple hecho de que mi novio me fue infiel y no supe como confrontarlo. Respiré profundo, no era buen momento para recordarlo. Fijé mi vista en el piso azulado del avión, en cambio, Oliver estaba feliz viendo como toda la ciudad se hacía cada vez más pequeña. Amaba ver como sus ojos destilaban esa felicidad. La vista la seguía teniendo borrosa gracias a las lágrimas que no querían dignarse a desaparecer, el nudo en la garganta se hacía más grande, impidiéndome respirar, el dolor aparecía cada vez más fuerte, lo único que deseaba era salir del avión, buscar a Alex y besarlo como no pude hacerlo, abrazarlo y sentir sus brazos alrededor de mí haciéndome sentir protegida.

- Oye... tú – Levanté la vista hacia el chico de a la par, su cabello rubio caía sobre su frente, brillante, sus ojos miel me observaban curiosos - ¿Te pasa algo?

- No es algo que pueda decirte – Respondí y volví mi vista al suelo, tratando de ignorar al rubio desconocido.

- ¿Tienes miedo de volar? Es normal tener miedo la primera vez que vuelas. Yo tenía miedo cuando...

- No tengo miedo – Repliqué molesta. No suelo ser grosera con las personas, pero hoy no me siento de humor para serlo. – Es algo personal, no quiero hablar.

- Entiendo... Mi nombre es Troy ¿Y el tuyo?

- Eleanor – Seguía viendo el piso intentando dar por finalizada la "conversación" con el rubio.

- Interesante nombre ¿Tienes familia en Roma? ¿Algún amigo? – Se inclinó un poco para poder oír mis respuestas, me sentía acosada.

- No ¿Es costumbre tuya joder tanto a las personas? – Pregunté hastiada. El oji-miel se sorprendió por mi inesperada y pesada respuesta. Rápidamente me di cuenta del error que había cometido y agregué: - Lo siento, es solo que no me siento con humor, es decir, puedes ser un loco traficante de órganos que quiere atacarme y la verdad no me importaría en lo absoluto.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora