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Alex:

No podía parar de pensar ahora en mi hermano y mi madre, me arrepentía haberle mostrado esa carta, me arrepentía haberlos mencionado, no por ella, sino por mí. No me gustaba sacar a relucir ese tema porque yo más que nadie tenía en claro que no los había superado, más que todo porque no quería hacerlo, no quería dejarlos ir.

Extraño aquella paz que me daba, aquella que nos caracterizaba tanto al estar los cuatro juntos, aquella que sentía cuando almorzábamos juntos, cuando disfrutábamos de cualquier momento juntos y no necesariamente cuando manteníamos largas conversaciones, mi familia era perfecta, no habían conflictos que la comunicación no saldara, no había ningún defecto, hasta el silencio era tan tranquilo.

 Sentía como las lágrimas corrían en mis mejillas una tras otra sin detenerse, hasta que un tacto cálido se coló en mi barbilla, obligándome girar. Me encontré con el rostro de Eleanor, sus ojos representaban confusión y preocupación. Alzó los brazos y los colocó alrededor de mi cuello, estrechándome suavemente, dándome palmaditas en mi espalda; conforme pasaban los segundo sentí algo extraño en mi estómago, algo fuerte, una sensación de tranquilidad corría por cada rincón de mi cuerpo. 

Me soltó.

 Se sentó frente a mí en posición de indio y conectó su mirada con la mía, era una escena sacada de una película de romance ¡Qué cliché! Sacudí la cabeza y con los dedos me limpié el rastro de las lágrimas que se notaban en mi rostro.

- Lo siento – La voz salía entrecortada gracias al nudo que sentía en la garganta. Sus ojos ahora demostraban tristeza, su boca se abrió tratando de pronunciar algo, pero no emitió ningún sonido. Se aclaró la garganta.

- Tranquilo –Alzó la mano y la pasó por mi cabello acariciándolo y enredándolo entre sus dedos, mientras que sus ojos volvieron a tomar ese brillo que te hace suspirar, con ella cerca siento una gran comodidad pero cuando sus manos hacen contacto con mi rostro siento que todo vuelve a tener sentido y no entiendo cómo es que me siento así, sólo he pasado días con ella –Dime ¿Por qué lloras? – Sus palabras fueron tan dulces y volver a hablar solo eso hacía que la garganta se me cerrara y las lágrimas siguieran amenazando con salir.

- Ya, ya – se sentó más cerca de mí y siguió acariciando mi cabello suavemente - ¿Qué pasa?

- Ya perdí todo lo que quería más en el mundo, a mamá. A Michael. Me distancié de mi papá y me parece casi que imposible solucionar por mi culpa.

Seguí llorando solo que ahora soltando pequeños gemidos, se acercó más a mí y puso sus brazos alrededor de mi torso, recargó su cabeza en mi hombro y, placenteramente, recargué mi barbilla sobre su cabeza.

- ¿Quieres hablar sobre eso? – Preguntó, sus brazos se situaron un poco más arriba de mi abdomen, su abrazo era cálido, que me hacía sentir paz a su tacto, olfateé un poco su cabello sedoso, tiene una fragancia deliciosa; vainilla. - ¿Alex? ¿Quieres desahogarte? Sabes que puedes confiar en mí. No tienes porqué tener vergüenza, un hombre puede llorar, eres ser humano antes que hombre, tienes sentimientos y es necesario que saques todo aquello que daña, el agua limpia y las lágrimas, al ser agua, limpian el alma.

- Ya confió en ti, tengo el presentimiento de que...

- El destino quiere que me tengas confianza, lo sé – Acomodó los brazos en torno a mi cintura, causando un leve escalofrío, desde mi espalda baja hasta mi nuca y viceversa, su cabello comenzaba a alborotarse al ritmo de mi respiración – Entonces si tienes confianza en mí, ¿Por qué no te desahogas?

- Sería injusto – Respondí, levanté mi mano y acaricié su cabello suavemente, algunos cabellos se enredaron en mis dedos conforme lo iba deslizando – Yo considero que el dolor es un contrincante y si dejo que se sienta, sería como admitir mi derrota contra él. -

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora