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No supe cuánto tiempo había pasado, no sabía en dónde me encontraba específicamente, era una habitación, con tan solo una cama, nada más, no podía moverme, mis pies estaban fijos al suelo, solo lograba mover mi cabeza, una enorme angustia sacudía mi cuerpo, sudaba frío, no sabía qué hacer, deseaba salir corriendo. De un momento a otro la puerta se abrió de golpe, causando un gran eco en la habitación, sobresaltándome... El cuerpo de Alex se asomó por la puerta, haciéndome sentir aliviada y logrando moverme, intenté acercarme a él, pero cada vez que daba un paso, Alex estaba a dos más lejos de mí.

- ¡Alex! – Grité, intentando llamar su atención mas no respondió, ni siquiera me miraba, era como si yo no estuviera ahí.

- Ya puedes entrar – Susurró Alex dirigiéndose a alguien que se encontraba al otro lado de la puerta.

- Ya era hora, mi amor, ya no podía aguantar más – Se asomó el cuerpo de Chelsea y rápidamente volvió a mi el sentimiento de angustia y miedo.

Esos dos comenzaron a besarse de manera brutal, parecían animales comiéndose, se manoseaban, se marcaban. Dolía, dolía como si mil demonios estuviesen destrozando mi alma y le prendieran fuego a cada parte de mí.

- Te necesito, en serio... Eleanor¡Agh! No sabía que hacer con ella, pero te encontré, mi vida, contigo puedo hacer lo que con esa estúpida no hice.

- ¡No! ¡No, por favor! ¡Alex! – Corrí hasta ellos intentando separarlos, pero solo conseguí chocar con la pared ¿Acaso los atravesé? - ¡Alex! Yo te amo, por favor, tú...tú me amas, yo lo sé, lo siento, siento que tú me amas.

Las lágrimas corrían por mis mejillas y temblaba de angustia, ellos no me volteaban a ver, les gritaba, tan fuerte que pensé que mi garganta sangraría, ellos se besaban de manera brusca, se oía el chasquido de sus lenguas  en toda la habitación. Mi cuerpo pesaba cada vez más y caí al suelo, no obstante, continuaba gritando, suplicando que se detuvieran. Lo último que grité fue un Te amo, Alex y caí al suelo, viendo todo negro.

Desperté bañada en sudor, mi corazón latía de manera acelerada al igual que mi respiración; Oliver seguía dormido de espaldas a mí, la hora del reloj digital que se encontraba en la mesita de noche marcaba exactamente las cuatro de la madrugada, no había dormido casi nada. De mala gana me levanté y fui al baño, al mirarme en el espejo tuve que evaluarme más de una vez, no me reconocía, tenía unas enormes ojeras y estaba pálida, de seguro, yo espantaría a la mismísima muerte. No me sentía bien, para nada. Lo necesitaba.

Alex, si pudieras escucharme, quiero que sepas que te amo... 

¿Tú me amas?

¿Tú me extrañas?

Me siento incompleta sin ti...

No lograría dormir, no luego de tener esa horrible pesadilla. Regresé a la habitación, Oliver seguía dormido, quisiera tener su tranquilidad. Besé su frente y tomé mi "diario" y lo llevé hasta mi habitación.

Tomé una ducha y proseguí a preparar un té, de alguna forma tenía que sacar toda mi ansiedad de mi sistema. Estuve sentada en mi cama, observando un punto fijo, sin ver nada en realidad. Estaba demasiado concentrada en un mundo en blanco, libre de dolor que casi caigo al suelo cuando mi teléfono comenzó a sonar.

Era Abby.

- ¿Dónde estás? ¿Dónde está, Oliver? ¿¡Sabes cuánto tiempo he intentado contactarme contigo!? ¡Alex está preocupado! – Gritó desde la otra línea, apostaría a que si estuviera aquí me hubiera golpeado con su zapato.

- Abby, cálmate... estoy bien, Oliver está bien.

- ¿Dónde estás? – Inquirió preocupada.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora