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*6 MESES DESPUÉS*

Eleanor:

Durante estos seis meses transcurridos las cosas en nuestro noviazgo han ido subiendo de tono en ciertos sentidos, puesto que, pensemos uno de tantos casos comunes de esta sucia realidad: un hombre que desayuna, almuerza y cena sexo, lo deja de golpe, tiene ciertas consecuencias, es algo tan fácil de decir, pero tan difícil de hacer, porque no todo es como los libros en donde el chico malo deja de ser malo por la chica.

¡Es una de las más grandes estupideces que nos hemos creído! 

¿A qué me refiero? Bueno, Alex y yo hemos discutido sobre cuándo tendremos sexo, cuando estuve a punto de hacerlo, agradecí que él comprendiera que no me sentía a gusto aún, pues tenía razón, la primera vez de una persona que sí da consentimiento tiene que ser especial, llena de amor, paciencia, tranquilidad y paz.

La última vez que discutimos fue ayer en la tarde. Normalmente él se molesta, luego reflexiona y me abraza, me besa y se disculpa por presionarme.

Justo como Peete.

Caminaba por los pasillos, observando, los mayordomos y las sirvientas pasaban, los chicos comiéndome con la mirada y las chicas me miraban con desprecio, sobre todo esa tal Chelsea. La única que no me trataba mal era Ana, ella me trata de princesa o señorita.

Avancé hasta el patio trasero en donde se encontraban Oliver y Alex, la grama brillaba debido al agua que salía de los rociadores, las duras rocas que formaban el camino también brillaban por el resplandor del sol, siendo el brillo ausente bajo mis converse rojos – que Alex me había obsequiado -, el vestido rojo que llevaba puesto se ondulaba con la brisa, el cielo azul estaba lleno de nubes esponjosas que danzaban de un lado a otro, mientras que, los pajarillos revoloteaban en la fuente.

Divisé una figura masculina, estaba sentado en una de las bancas, era Alex y un poco más adelante se encontraba Oliver, jugando con los carritos que Alex le había regalado.

Me senté junto a Alex y me acurruqué en su pecho, el pasó su brazo por mi cintura, subía y bajaba su mano acariciándola, sin llegar a tocar más allá, sus labios se posaron en mi cabeza, luego en mi frente, llenándola de tiernos besitos. Con sus dedos impulsó mi cabeza hacia arriba y besó mis labios, tierno, lento, con dulzura. Se posicionó de manera, de que pudiera besarme mejor, sus labios apresaban los míos, primero uno, luego el otro. Tomó mi labio inferior entre sus dientes, maltratándolo un poco, sacando un gemido de dolor de mi boca, aprovechó la oportunidad de meter su lengua, entrelazarla con la mía, explorando mi cavidad bucal con descaro.

 ¿Dónde había quedado esa dulzura? 

¿Dónde estaba la lentitud? 

Ahora parecía exigir más de mí, su beso se tornó salvaje y cargado de deseo, suplicaba por más, me estaba asfixiando, mis pulmones exigían oxígeno, mis mejillas ardían al igual que mis orejas y no ayudó cuando Alex abandonó mi boca y comenzó a repartir besos húmedos acompañados de lamidas y mordidas por mi cuello, él sabía que ese era mi punto débil, sabía perfectamente que me estaba torturando de una manera deliciosa, pero no, ¡Por favor, no! No lo niego, de verdad me fascina, me hacían sentir un cosquilleo increíblemente sensacional por todo mi cuerpo, pero ¡Por favor! 

¡Estamos en el patio! 

¡Frente a un montón de guardias y Oliver! 

Agregándole que no estoy preparada, aún.

El bulto que él tenía bajo sus pantalones parecía querer atravesar la tela, empujé a Alex. Éste se limpió su boca con su mano y deslizándose lo más lejos que la banca le permitía llegar, se cruzó de brazos.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora