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Eleanor:

- Escucha, Alex – Inspiré profundamente tratando de conseguir el valor necesario para revelar esta historia – Oliver es mi hijo, pero es algo así, como adoptivo, mi difunta abuela lo encontró. Fue hace años, estábamos caminando por el barrio en el cuál vivíamos en ese entonces, yo iba en mi bicicleta y mi abuela en la suya, a pesar de su edad ya avanzada, ella seguía insistiendo en que saliéramos de esa forma, caminábamos, trotábamos, en fin, ese día pasamos por un callejón, por el cual se asomaba en la entrada un enorme contenedor de basura y, oímos un llanto, llanto de un bebé, mi abuela me obligó a meterme ahí y costosamente lo logré y dentro de un bolsón, estaba un bebé recién nacido. 

Me costaba un poco de trabajo contar esto, era la primera vez que lo decía en voz alta, al menos, en años, al único que se lo había comentado fue a William, cuando, en medio de una crisis, no pude evitar temer por mi niño y tuve que explicarle para poder ausentarme del trabajo, dado que, fue él quien me ayudó a calmarme esa vez, inhalando profundo, seguí:

- Mi abuelita pidió un taxi y fuimos al hospital más cercano, los doctores lo revisaron y dijeron que era un milagro que siguiera vivo y sorprendentemente sano, a pesar del lugar en el cual lo habíamos encontrado, nos dieron algunos datos como su peso, su talla y dedujeron que ese mismo día había nacido. Se llevó a cabo el caso y luego de encontrar a la mujer que lo había tirado, la metieron presa y al bebé lo dieron en adopción. Mis padres se negaban a mantener a la pobre criatura, así que no tuvimos más remedio que mantenerlo, mi abuela, mi abuelo y yo, obviamente, luego de adoptarlo, cabe destacar que, por diferencias físicas y psicológicas, mis padres también se negaron a mantenerme, mi abuelo no podía pagar también su educación, así que yo traté de ser de las mejores estudiantes para poder enseñarle a Oliver, saqué mi diplomado con honores, todo lo que yo estudié se lo enseñé a él. Cuando Oliver cumplió los dos años mis abuelos murieron ese mismo día en un accidente automovilístico. Para ese entonces yo solo tenía dieciocho, aun me faltaba para terminar la secundaria, por lo que tuve que buscar trabajo de medio tiempo para mantenernos y eso es todo. Ahora, dime ¿Qué es lo que quieres? No tuviste que irrumpir en mi hogar de esa forma – Me sorprendí a mí misma al usar un tono tan hosco.

- Venía a disculparme – Dijo. Agachó su cabeza y comenzó a juguetear con sus manos inquieta y nerviosamente.

- ¡Oh, vaya! ¡El señor Me Vale Todo quiere pedir perdón! ¡Por favor! – El nudo en la garganta se comenzaba a formar lo más rápido posible, pero no, no iba a llorar, porque no era de tristeza, sino de rabia.

- Eleanor, por favor, escúchame. Fui un cobarde no supe como enfrentarlo, como enfrentarte. Sé que mi padre no acepta para nada una relación seria contigo, pero ¿Sabes qué? No me importa, quiero demostrarle que puedo luchar por tu amor y demostrarle que no te usaré para tener sexo contigo.

- ¿Y tú cómo garantizas eso? No confío del todo en ti, que un mujeriego como tú, deje el sexo de la noche a la mañana le costará caro, yo no tendré sexo contigo, así por así, supongo que tu padre te contó todo de lo que le hablé, así que hasta que esté cien por ciento segura de que lo que dices es cierto y pueda superar mi trauma, tal vez, pero es que es demasiado ridículo que tú dejes de golpe el sexo, es como que un alcohólico ya no beba, que un drogadicto ya no se drogue, es un sacrificio enorme, incluso el tuyo será mayor, me ilusionarás, para después solo darme cuenta de que la verdad solo me querías para tener sexo conmigo, ha sido suficiente todo lo que tuve que pasar a lo largo de mi vida, no quiero que me pase contigo, además ¿Qué me dices de Mina? – Lo reté.

- Mina...Pues ella. Ya pensaré en algo.

Suspiré. Se escuchó el crujido de la puerta principal abriéndose, seguidamente se oyeron pasos y dos siluetas aparecieron por la puerta del comedor. Abby y Ben habían llegado. Los ojos de ambos estaban a punto de salirse de sus órbitas, sus bocas estaban formadas en una perfecta "o". Alex me observaba curioso, esperando que los presentara o no sé. Y yo solo quería que la tierra me tragase.

- ¿Qué pasa? – Preguntó Abby. Coloqué mis manos sobre mis piernas y comencé a juguetear con éstas. Ben me miraba, burlón, apretaba sus labios para no dejar salir ninguna carcajada.

- Mucho gusto, mi nombre es Alex, eh... soy el príncipe – Alex se levantó y extendió su mano hacia Abby.

- Abby Johnson, mucho gusto, Majestad – Ésta hizo una reverencia dejando a Alex con la mano extendida.

- Soy Benjamín Patterson  – Su tono era una mezcla de enojo e indiferencia, puesto que, Ben odia que Abby mostrara el respeto normal que se debe mostrar a la realeza, en resumidas cuentas:

C E L O S

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- A ver ¿Quiere decir que se enamoró así por así de Eleanor? – Abby es ese tipo de persona que tienes que explicarle lo mismo una y otra y otra vez. Alex se talló los ojos con la yema de sus dedos haciendo evidente su frustración. Ben lo fulminó por tal acto.

- ¿Y por qué motivo el rey, es decir, su padre, prohíbe que ustedes sean una pareja? – A pesar de que Abby te hace perder la paciencia debido a que no comprende un tema a la primera explicación, las preguntas que plantea cuando lo entiende, son difíciles.

- Existen varias razones, la principal de todas es por... pues, mi vida promiscua, la segunda razón podría ser porque ella es mi guardaespaldas y algo así como mi consejera personal – Explicaba un poco, sintiendo que por poco y perdía la paciencia.

Ben pasó el brazo por el hombro de Abby incitándola a recostarse en su pecho, mientras que esta sin ninguna resistencia obedeció. Eran del tipo de pareja que no les importaba darse afecto en lugares públicos, por muy incómoda que podrían llegar a tornar la situación. Agaché la cabeza sonrojada, tal acto me daba cierto toque de vergüenza. Observé a Alex de soslayo, éste tenía la cara totalmente teñida de rojo carmesí, lo que más aumentaba mi sonrojo era que me observaba, ansioso, como si quisiera imitar tal acto. Tosí, fulminando con la mirada a Abby, la susodicha solo carraspeó e incorporándose.

- Papá no es fácil de convencer – Dijo Alex pasando su mano por su cabello, revolviéndolo – Sin embargo, podemos intentarlo.

- ¿Entonces? Por favor, Eleanor necesitas alguien mejor que... bueno, que el innombrable ¿Y quién mejor que el príncipe?

Alex tomó mi mano y entrelazó mis dedos con los suyos.

- ¿Lo intentamos? – Alex apretujó mi mano para que yo lo viese a los ojos y así lo hice.

- No lo sé, soy difícil de tratar, admito que soy complicada y que llego a frustrar rápido, pero sí. Han pasado tres semanas, me impresiona que te hayas contenido, pero no es tiempo suficiente, estar conmigo es solamente eso, no es ser posesiva, pero tampoco toleraré que te revuelques con otras – Algo me decía que esto iba a costar demasiado, pero las palabras de Alex me impulsaron a correr el riesgo, solo pedía que no me lastimaran demasiado.

Alex esbozó una sonrisa mostrando sus relucientes dientes y colocó sus dedos bajo mi barbilla mientras se acercaba peligrosamente. Su aliento fue lo único que rozo mis labios, ya que un gritillo escapo de los labios de Abby, la susodicha me abrazo con una enorme sonrisa situada en su rostro. 

- Esto es increíble, mi única - Dio varios brinquitos y jalando a Ben bruscamente salió disparada de la habitación, dejándome a solas con Alex.

Alex se removía, evidentemente nervioso, mientras que yo trataba de tranquilizar aquellas molestas mariposas semi murciélagos que habitaban en mi estómago. Pues si esto se siente de nuevo sentir amor, déjenme decir que es la mejor tortura de todas.

Es la misma incomodidad que sienten los adolescentes en sus primeras citas.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora