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Alex:

- ¡Señor! ¡Majestad! ¡Por favor, permítanos un segundo!

- ¡Ya les dije que él no los puede atender en estos malditos momentos! ¿Qué parte de eso no entienden? – Retumbó la voz de Ana, mi guardaespaldas, en el pasillo, unos trabajadores de este hotel me habían visto y le avisaron rápidamente al dueño de mi presencia en su "ostentoso" hotel. Ahora están exigiendo hablar conmigo – eso agregándole la gran multitud de personas con cámaras –. Pero, Eleanor, estaba demacrada, sus ojos llenos de vida ahora estaban sin brillo alguno, su sedoso y suave cabello ahora era opaco y ni hablar de las enormes ojeras que destacaban de entre su pálida piel. Parecía estar a punto de desmayarse pues, se tambaleaba y volteaba los ojos. Posicioné mis brazos alrededor de ella, sin tocarla. Las voces se intensificaron y el sonido de cada seguro quitarse me asustó de forma inmediata.

- ¡Bien! Esperen afuera, él ya vendrá – Soltó Paul entrando, seguido de Ana, de manera rápida y volvieron a cerrar la puerta. Les hice un seña de que no se acercaran; ella podría colapsar si veía a alguien más.

Mi corazón latió desenfrenado cuando el cuerpo de Eleanor fue cayendo de espaldas al suelo, de no ser que alcancé a atraparla, ella podría haberse desangrado la cabeza del impacto. La alcé con cuidado y la acosté en el sofá, dándole pequeños y ligeros golpes en su rostro intentando que reaccionara, pronunciando su nombre un tanto preocupado y asustado, pero no volvía en sí. Paul y Ana sin ningún consentimiento de mi parte, se acercaron.

- Majestad, sé que no es buen momento, pero hay problemas. El dueño del hotel quiere verlo; planea organizar una pequeña junta en la cuál usted acceda a donar unos millones y engrandecer el hotel. Le dije que no, que usted no podría atenderlo, pero no quiso aceptar mi respuesta, están afuera, en el pasillo, junto a otra multitud de fanáticos. Los demás guardias están impidiendo que ellos entren aquí. – Me informó Ana, susurrando.

- Idiotas de mierda – Maldije en murmullo – Lleven a Eleanor a mi habitación cuando el pasillo esté sin uno de esos estúpidos – Le ordené a Paul, mientras salía de ahí para poder aclararles las cosas a esos aprovechados – Haz que un doctor la revise. Yo estaré allí en cuánto antes... Y Paul, Ana, por favor, les suplico que la cuiden, ella es mi vida entera y juro que si le pasa algo... – Susurré viendo como apenas y podía respirar.

- No le pasará nada, Alex. Puedes ir - El tono de Paul era suave, trataba de calmarme, pero eso en este momento, no era fácil de conseguir.

Omnisciente:

Paul se encontraba sentado en un pequeño sillón al lado de la cama, cerca del colchón, mientras que Ana se hallaba cerca de la puerta de la habitación, esperando desesperadamente que Alex llegara y contarle lo que había dicho el doctor, ya que, se estaba preocupando bastante que la jovencita que se encontraba en la cama no daba indicios de despertar. Paul se concentraba en la chica, con sus manos apretaba fuertemente un pañuelo húmedo, el agua escurría de éste, empapando su piel, cayendo en un recipiente situado en la mesita de noche.

Llevó el pañuelo hacia la frente de la castaña, la acomodó bien y presionó un poco sobre la susodicha. Seguía teniendo fiebre y a pesar de que ya eran las diez de la mañana, Alex aún no llegaba así que tenía que cuidarla bien, mantenerla viva, hasta que él apareciera. Alex – su mejor amigo, por muy estúpido que sonara – no había vuelto desde la noche anterior y se estaba alterando un poco – demasiado –. Su móvil vibró en su bolsillo derecho del pantalón y rápidamente lo sacó, respondiendo la llamada, cuyo remitente ya sabía de quién se trataba.

- ¿Alex? – Habló en voz baja, tratando de no despertar a la castaña. Con movimientos lentos y silenciosos se levantó de su sitio, alejándose de la cama. Ana viró su rostro hacia el pelinegro y regresó su vista hacia la entrada principal sintiéndose más ansiosa que antes, pues no quería olvidar ningún detalle de lo que había dicho el doctor.

- Sí, Paul. Ya le dejé en claro a ése que no colaboraré en nada, mi residencia no involucra donaciones de caridad – Se quejó Alex desde el otro lado de la línea, chasqueando la lengua. En cambio, Paul, suspiró al ver la expresión de la castaña que se encontraba descansando, sintiéndose demasiado triste por cómo iban las cosas, era obvio que Alex sufrió y sufre por la desaparición repentina y el estado físico y mental de Eleanor, pero en la que más recayó el dolor fue en la susodicha.

- Se te escucha alterado – Susurró. Al otro lado se escuchó a Alex resoplar por lo que inconscientemente se rio.

- ¡Claro que lo estoy! – Gritó desde la otra línea, por lo que tuvo que alejar el teléfono de su oreja - ¿Cómo está mi chica? – Preguntó con un tono más diferente, preocupado.

- Bien, pues. Está descansando, el médico que vino quiso que la lleváramos al hospital, pero lograron hacerla vomitar todo; lo malo es que su estómago y garganta sufrieron bastante y solicitó que tomara alguna medicina cuanto antes.

- ¿Hospital? ¿Vomitar? ¿Por qué? ¿Ya despertó? – Se alteró. Se escuchaba agitado y cansado.

- Al parecer ingirió pastillas cuya orden médica es de una al día, ella tomó más, agregándole todo ese alcohol que bebió. La fiebre aún está en ella, pero se la estoy logrando quitar poco a poco con paños húmedos. Alex, apresúrate – Rogó Paul.

- Ya casi llego – Soltó impaciente y preocupado – Necesito y me urge verla. – Sin decir nada más cortó la llamada.

Paul se la pasó quitando y volviendo a poner el trozo de tela húmeda sobre la frente de Eleanor, lamentándose, en ciertos momentos, por la tragedia ajena siendo callado en ciertos momentos por Ana con la excusa de que despertaría a la castaña, pero ambos sabían que era para no incrementar el ambiente ansioso e incómodo que se había creado en esos momentos.

Unos minutos más tarde el sonido de la puerta de la entrada cerrarse, se hizo presente, por lo que Ana y Paul corrieron hasta el recién llegado. Alex se encontraba ahí con los brazos extendidos hacia atrás para que Ana le pudiera quitar el abrigo.

- Alex... Uh, ella está en tu habitación – Balbuceó Paul.

Enamorada de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora