44 - Celos

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Los tonos violetas de su aura fueron cambiando hasta un rosado intenso, que iluminó aquella noche en el parque como una gran luz.

Sus ojos no podían apartar la mirada de él, a sabiendas de que aquel color representaba un gran sentimiento hacia ella.

Su propia aura desprendía las mismas tonalidades, mezclándose con otras que representaban su miedo y sus dudas.

Estaba segura de que no podía imaginarse la vida sin él. Aquella tarde en la cueva, y la sensación de que él podía estar muerto bajo aquel montón de rocas, le quitó el velo sobre sus ojos.

Pero necesitaba que él le contara su secreto porque algo en el fondo de su ser, aquel sentimiento que desde que le conoció le dijo que no le dejara acercarse demasiado a ella, la alertaba de un peligro primario.

—Cuéntamelo —Su voz tenía un extraño eco.

—Todo fue un sueño. Olvídalo.

Eilean cogió una de las manos de él sin dejar de mirarle a aquellos hipnóticos ojos grises.

—La causa de que me diera cuenta de que te necesito no pudo haber sido un sueño —Jayden pareció estremecerse y ella aprovechó su descuido.

Cogió con su mano libre el cuchillo de la fruta y le hizo un corte en su mejilla sin dudar un instante. Jayden empezó a sangrar en el acto, quedándose inmóvil.

—No era un sueño —Vio como la herida empezaba a cerrarse, desdibujándose sobre la piel de él —¿Cómo lo haces?

Jayden seguía sin hablar y sin moverse, mientras su aura se difuminaba y parecía apagarse.

Un viento fuerte como un huracán empezó a soplar y él se desintegró ante sus ojos convirtiéndose en una brisa que la dejó impregnada de su olor.

—¡Jayden! —Se incorporó en su cama y recorrió la estancia aún a oscuras alertada por su propio grito.



La casa de Jayden apareció al final de la calle y Eilean aceleró el paso. Necesitaba hablar con él, aclararle lo que sentía y dejarle claro que no podía corresponder lo que era evidente por parte de él, si la sinceridad no era la base de su relación.

La sensación de pérdida ocasionada por su pesadilla la había atormentado toda aquella mañana de sábado.

Un taxi se paró frente a la casa y ella ralentizó su marcha al ver bajar a una preciosa mujer de cabello rubio y esbelta figura.

Jayden salió corriendo de la casa para estrecharla entre sus brazos y ambos permanecieron susurrándose palabras en los oídos bajo los atónitos ojos de Eilean.

Su respiración se aceleró y un frío intenso recorrió su cuerpo, desafiando al sol veraniego que brillaba sobre su cabeza.

La chica danzó con pasos lentos hasta la entrada de la casa, seguida de un feliz Jayden.

Eilean salió corriendo en dirección contraria, perseguida por la extraña sensación de que el rosado del aura de Jayden no brillaba por ella, sino por la hermosa desconocida de cabello dorado.



Emma se sentó con un ágil brinco sobre el escritorio de Jayden, junto a su portátil. Él la miro de soslayo y sonrió.

—¿Estás bien? —Ella fingió una sonrisa divertida enmascarando la preocupación en sus ojos—. A mí no me engañas, Em.

—Lo sé. Estoy preocupada por Chris. Las últimas semanas apenas ha estado en casa. Las cosas no marchan bien. Al parecer, alguien ha decidido alterar la paz en nuestra sociedad.

LA ISLA DEL DHAPHIRO - La Saga del Escarabajo IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora