LA ISLA DEL DHAPHIRO - La Saga del Escarabajo II

64 - Vuelta a la normalidad

Las luces del árbol de Navidad brillaban en un rincón del salón de Jean e Iris. Bajo él se amontonaban los regalos para todos los presentes que, aquel año, eran muchos más de los habituales.

Emma y Chris ojeaban el nuevo catálogo con las obras de Jean y Galatea se maravillaba del nuevo estilo impresionista de su amigo.

Kate e Iris, como siempre, terminaban de preparar la cena en la cocina, pero este año contaban con la ayuda de Elle, que se había ofrecido amablemente a preparar el rellenó del pavo.

Matt y Jayden jugaban a pelearse en el patio trasero, intentando no romper las nuevas macetas de Iris.

Los ojos de Eilean estudiaban con expectación las expresiones de sus padres que ojeaban el libro de cuero con la gran V grabada en su portada.

—Todo esto es realmente fascinante. A pesar de toda la información que hemos asimilado durante estos meses, me sigo sorprendiendo.

—¿En serio, papá?

Él asintió y dejó el libro sobre la mesa.

—Cariño, lo único que nos ha preocupado siempre es tu felicidad, y si es así como lo consigues no nos importa.

Eilean sonrió aliviada.

—Gracias.

Un ruido de cristales rotos hizo que todos los presentes miraran por la ventana.

Matt apareció con una maceta rota.

—Lo siento, aún no controlo del todo mi fuerza.

Galatea empezó a reír y el resto la siguieron relajando el ambiente.

Elle salió de la cocina secándose las manos con un trapo y se acercó al árbol de Navidad.

—Eso que has hecho nos obliga a darle ahora mismo el regalo a la anfitriona —Cogió un gran paquete y se lo entregó a Iris.

Ella lo abrió sin esperar demasiado.

—Una maceta pintada a mano, qué oportunos —Sonrió—. Muchas gracias.

—Un momento —Emma se levantó fingiendo estar enfadada—. Si se le da un regalo a uno, es justo que los demás también abramos los nuestros.

Saltó como una gacela alrededor de la mesa y rebuscó entre los paquetes uno con su nombre.

—Emma, ¿no puedes esperar? —Chris bufó.

—No —Desenvolvió una caja pequeña y sonrió al ver los pendientes que él le había comprado—. Me encantan —Saltó hasta él y le besó.

Los demás, animados por Emma, empezaron a entregarse los regalos y, durante varios minutos, los papeles de colores volaron por toda la habitación.

Galatea se acercó a Eilean y le entregó un paquete rectangular.

—Éste es especial para ti, por ser nuestro miembro de la familia más reciente. Creo que has de ser la primera en tenerlo.

Eilean levantó las cejas curiosa y desenvolvió el regalo.

Un libro de tapa dura con una imágen de colores grisáceos apareció en sus manos. Sobre la fotografía, un escarabajo gris y unas grandes letras anunciaban su título.

—Galatea —Miró a Kate—. ¿Son las memorias de Galatea?

—Sí —Kate sonrió—. Tienes el primer ejemplar.

—¡Gracias!

El libro pasó de mano en mano y todos se lamentaron por no tener aún su copia.

Jayden cogió de la mano a Eilean, que aún sonreía a Galatea con admiración.

—Sal un segundo conmigo al jardín —Le susurró al oído.

Desaparecieron por la puerta de la cocina que daba al patio trasero, dejando atrás a todos, que reían y comentaban sus regalos.

Jayden pulsó un interruptor y un montón de luces blancas iluminaron los árboles.

La luna estaba creciente.

—Creo que no he tenido aún la ocasión de agradecerte que me salvaras.

—Yo no te salvé de Eve, sólo ayude un poco.

Jayden negó con la cabeza y la llevó hasta el centro del romántico jardín.

—No me refería a eso —Ella ladeó la cabeza confusa—. Me refería a mi alma. Si tú no hubieras aparecido seguiría siendo ese Jayden irrespetuoso y mujeriego que no gustaba a nadie.

Ella sonrió y le besó.

—Ha sido un placer.

—Tú eres mi refugio, mi lugar para estar seguro. Eres mi isla en medio de un mar de caos —Se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita de color rojo—. ¿Quieres casarte conmigo?

La sonrisa que se dibujó en la cara de Eilean era más brillante que todas las luces del jardín juntas.

—¡Sí! —Saltó a sus brazos y se besaron con pasión.

Los destellos del rubí de su anillo de compromiso cambiaban en función de cómo ella movía su mano.

Jayden se acostó junto a ella en la cama y se cubrió con la colcha que le había regalado su madre.

—¿Aún estás mirando el anillo?

—Sólo estaba haciendo tiempo para que empezáramos a leer juntos la historia de Galatea —Palmeó la tapa del libro que descansaba sobre sus rodillas.

Jayden la besó y le rodeó la cintura con su brazo, atrayéndola hacia él.

—Muy bien. Empieza a leer, entonces.

—Allá voy...

Venecia 1857

Los vestidos de colores daban un toque de alegría al gran salón de baile de la casa de los padres de Galatea que, sentada junto a ellos, esperaba a que su pretendiente se acercara a ella para bailar.

A pesar de que había oído rumores, no tenía ni idea de que aquella noche sería pedida en matrimonio y aquello cambiaría el curso de su vida para siempre...

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