El Doctor Jackson, la mano derecha del Presidente del Consejo de Washington, había sido informado de las amenazas dirigidas contra su persona. A pesar de ello, se había negado a ser recluido en una zona segura y no había cesado de ejercer sus habituales tareas.
Seis inmortales velaban por su seguridad desde que los hermanos Stanton fueran asesinados, vigilando de cerca todos los movimientos sospechosos de todo el que se acercaba al Doctor.
Aquella noche, el Doctor y su esposa se adentraron en el Centro Kennedy de Ópera para ver una de sus obras preferidas, Aída.
Los militares que velaban por su seguridad se camuflaron, vestidos con smoking, entre todas las personas que entraban en la sala.
Dos de ellos se colocaron en la zona de los palcos, donde el Doctor ya empezaba a disfrutar del inicio de la obra.
El resto se ubicó en zonas estratégicas de la platea y la entrada.
Los olores de mortales e inmortales apasionados por la ópera no ayudaban mucho a alertar de una posible aparición del asesino entre el público, que disfrutaba del final del primer acto mientras el tenor les encandilaba con una impresionante aria.
Cuando las cantantes vestidas de egipcias entraron en escena, dando inicio al segundo acto, la mujer del Doctor le sonrió animada.
Los escarabajos egipcios estaban perfectamente representados en toda aquella escenografía.
El Doctor Jackson revisó su libreto y comprobó el nombre de la soprano.
Encogió los hombros y decidió no darle importancia al evidente cambio. Aquella mujer de ojos ambarinos sería seguramente la sustituta de la gran Regina Orleano.
El interrogatorio entre los dos personajes, princesa y esclava, consiguió fascinar a los espectadores hasta que, en un arranque de furia, la princesa cogió del cuello a la esclava y, frente a los centenares de mortales, se lo rompió de un brusco zarandeo.
La cantante cayó al suelo sin vida y los violines de la orquesta desafinaron, seguidos del resto de instrumentos.
El silencio invadió la sala.
La princesa egipcia clavó sus ojos amarillos en la ubicación de su objetivo y, con la agilidad de un mono, se encaramó por las cortinas hasta el palco del Doctor.
Los militares de la platea abandonaron cualquier tipo de pudor por revelar su extrema velocidad y la siguieron imitando sus movimientos.
Los humanos de la sala no reaccionaron hasta que varios de los artistas salieron para comprobar que la mujer que interpretaba a la esclava estaba realmente muerta en el centro del escenario.
Los inmortales se levantaron de sus asientos y huyeron con calma hacia las salidas más cercanas, percibiendo el desastre. Pero el grito de una espectadora al oír el estruendo en el palco superior, y ver caer el cuerpo decapitado de la mujer del Doctor, hizo desencadenar el caos en la sala, comprendiendo que todo aquello ya no era parte del montaje teatral.
Los gritos de terror y la marea de gente atemorizada inyectaron una nueva oleada de satisfacción y fuerza a Eve que, con una velocidad y habilidad pasmosas, dio muerte al Doctor bajo la atenta mirada de los seis militares que permanecían inmóviles con sus ojos sin vida.
Eve se reclinó por la barandilla del palco y abrió sus brazos en cruz, mostrando sus ropas manchadas de sangre.
—¡Oídme todos! El secreto ha sido desvelado. Ésta es la realidad de nuestra naturaleza. Somos seres inmortales que beben sangre y terminaremos con vosotros para dejar de vivir en las sombras.
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LA ISLA DEL DHAPHIRO - La Saga del Escarabajo II
Vampir¿Y si el amor verdadero no fuera un mito? La vida universitaria no es fácil para un dhaphiro, y Jayden está a punto de descubrirlo. Nuevos amigos, extraordinarios desafíos, emociones descontroladas y una intensa relación con una chica muy especial a...