5 - PreNavidad

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Con un pulso de lo más preciso, Galatea encajó una de las ruedas dentadas en el diminuto reloj de pulsera que estaba restaurando.

Kate la observaba con cariño, sin apenas respirar para no molestarla.

—Cielo, puedes hablar —Levantó la cabeza y uno de sus mechones negros revoloteó sobre sus brillantes ojos.

—Es que parece tan delicado eso que estás haciendo que no te quiero desconcentrar.

Galatea acarició el cabello de Kate con la punta de sus dedos.

—Sólo hay una cosa de ti que me desconcentra, amor.

Kate sonrió pícaramente, mientras tomaba la mano de Galatea entre las suyas para besarla.

Las veloces pisadas en la escalera, contribuyeron a desvanecer el íntimo momento.

—Mamá, llegaré tarde.

Los ojos de Kate dejaron de ser los de una enamorada, para pasar a ser los de una madre preocupada.

Con un imperceptible movimiento para el ojo mortal, Kate se situó frente a su hijo.

—Alto ahí. Jayden, estas últimas semanas no paras mucho por casa y empiezo a estar preocupada. No conozco a tus nuevos amigos y, francamente, te noto algo cambiado desde que ya no sales con Matt.

—Voy a casa de Clair, mamá.

—¿Esa no es la chica que ganó el último campeonato de natación? —Galatea había aparecido sigilosa para incorporarse a la conversación.

—La misma. Seremos todos deportistas mamá. No va a ser una de esas fiestas de desmadre y alcohol, los atletas nos cuidamos.

Kate miró recelosa el rostro angelical que mostraba su hijo.

—Recuerda que aquí es ilegal beber hasta los veintiuno; esto no es Europa, jovencito.

Jayden se enfundó su chaqueta y le dedicó una sonrisa ladeada a su madre.

—Te quiero, mamá.

Sin dar tiempo a réplicas por parte de Kate y Galatea, Jayden desapareció por la puerta de la casa.

Galatea cogió la mano de Kate.

"Algo le pasa".

"Tú también lo has notado, ¿verdad?"



La luz de la farola donde esperaba Jayden se proyectaba sobre él, formando sobre la acera una sombra perfectamente definida.

Steve se había ofrecido a pasar a recogerlo por la entrada de la urbanización, ya que Jayden no sabía donde vivía Clair.

Los faros de un brillante Mercedes SLK gris le alumbraron a los pocos minutos de estar esperando.

—¿Hace mucho que esperas, colega?

Los ojos de Jayden repasaron con cuidado los detalles del salpicadero y la tapicería crema del descapotable.

—Acabo de llegar —Su voz sonaba distraída.

—Te gusta, ¿eh?

Jayden abrió la puerta lentamente y se sentó en el flamante coche.

—Es una pasada.

—Mi padre es el dueño de un concesionario de coches de lujo y me regaló esta joya para mi cumpleaños este verano, si quieres te puedo conseguir uno a buen precio.

LA ISLA DEL DHAPHIRO - La Saga del Escarabajo IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora