Bitácora 1

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/Año ????/
/????/

Si estás leeyendo esto quiere decir que no encontré a mi padre. No lo encontré y eso quiere decir que está muy debilitado y adentrado en los confines del infierno.
O me atrevería a decir que está en la Tierra, en un huésped mortal.

Me uno al ministerio para poder darle caza antes de que mande a uno de mis hermanos a sacrificarse por él, devolviéndole así su poder.
Para que esto no suceda, el ministerio debe hacerse cargo de esas misteriosas piedras con un poder indescifrable capaces de matar a uno de mis hermanos.
No me importa morir si esto significa que mi padre no volverá a causar más desdicha a la humanidad y a todas las criaturas que antes habitaban este planeta.

Mi primera misión para el ministerio empieza dentro de unos minutos.
Deseadme suerte.

B.

-O-

Tras grabar eso, la chica retrocedió y miró a su alrededor.
Todo esto era una locura.
¿Ella, la hija de Lucifer? ¿En el Ministerio, el sitio de los conocidos enemigos de Lucifer?

Pero en verdad, era la única manera de encontrar a Danna.

Su brazalete colgando de su muñeca le recordaba eso, eso que se prometieron.

Cerró los ojos y visualizó la escena en su mente.

Ellas dos estaban en una cueva, ella más alta y esbelta que su hermana pequeña. Ambas se miraban, con ganas de decirse todo y a la vez nada.

- Padre me ha dicho que te reúnas con nosotros, hermana.

Ella negó con la cabeza y la miró asertivamente.

- Danna, no. No quiero, no puedo hacerlo.

Danna miró al suelo, luego a su mano con el símbolo de su padre, y por último, a su hermana mayor.

- ¿Es porque padre te considera un aborto?

- No. - ella gruñó y bajó su cabeza para rascarse la nuca.

- ¿Porque no fuiste llamada a la cena anual?

- ¡Eso fue una consecuencia de lo que hice!

- ¡DIME QUE HICISTE!

A pesar de que claramente iban de buenas, Danna perdía el control muy fácilmente y acabó chillando con un pulmón increíble para alguien de su corta edad.

Con discreción, ella le enseñó la prueba: levantó su mano, dañada y con rastros de piel arrancada.

- ¿Dónde está tu...

- No está. Esto fue lo que hice, Danna.

- ¡Has arrancado tu sello con padre! - la joven chica se llevó las manos a la boca y observó con terror la cicatrizada mano de su hermana.

- Descuida. No duele... Tanto.

Mirando su herida, se pudo dar cuenta de que era más grave de lo que se imaginó. También podía jugar el hecho de que no se hubiese hecho costra todavía.

Pero eso no importaba, ya que era libre.
Ella era una cría astuta, y no tardó en darse cuenta de que su padre no solo les podía localizar con esa marca, sino que podía hacer cosas más... Turbias con sus hijos.
Podía poseerles, ordenarles o incluso bombardear constantemente su cabeza con los mensajes que a él le plazca.
Se la arrancó con dureza, no sólo dejándole cicatriz en la mano, sino en todo su hemisferio derecho, a ese hemisferio pertenecía la mano dónde la marca se encontraba.
Su padre, consternado y cegado por la rabia, la encerró en ese oscuro sitio como castigo por ese increíble acto de deslealtad.
Su madre, por el contrario, parecía oponerse a ese castigo. Quizás ella hubiese permitido entrar ahí a su hermana, permitirles tener esa conversación.

- Pero, pero... Entonces no... No... ¡No tenemos signo con el que identificarnos! ¿Cómo voy a poder encontrarte entonces, entre toda la multitud del infierno?

Ella miró, algo desesperada, y se agachó para coger unas ramas.

- Espera, sé como nos diferenciaremos.

Con destreza, empezó a hilar cada una de las ramas, de manera que formasen algo parecido a una pequeña pulsera. Al acabar, se la colocó con cuidado en la raquítica mano de su hermana.

- ¿Y esto?

- Es una pulsera... Mira, me voy a hacer otra parecida. Para que siempre sepan que somos hermanas y lo mucho que te quiero.

Su hermana sonrió.

- Te quiero, 'manita.

- Y yo a tí, Danna.

Las hermanas se quedaron ahí, simplemente abrazándose y notando como esa distancia que las separaba normalmente iba desapareciendo poco a poco.

Ella notó como algo brillaba, y era la mano de su hermana.

De repente, ella se alejó. Su escondido ojo brilló con una luz roja cegadora.

- Debo irme, padre me necesita. - su voz cambió de tono rápidamente.

- ¡Danna, no vayas! - ella le cogió de la mano, pero notó como Danna usaba sus poderes para alejarla.

- ¡Va a debilitarte, Danna! ¡Lo sabes! - su voz aumentaba en agonía.

- Para eso he nacido.

Cortante, volvió al portal y se metió en él. Ese rastro desapareció con ella.

Ella miraba a la pared con frustración.
Danna era su hermana favorita y la única de los suyos que seguía hablándole.
Y su padre lo sabe, por eso se estaba empeñando tanto en controlarla a ella con prioridad, hasta tal punto de que la propia Danna ha empezado a asumir que en verdad es sólo eso.
Un alma más que su padre absorbería.

Mirar atrás en ocasiones era algo que agota a Brazaka, pero esta vez sólo aumentaba su determinación a la hora de hacer lo que iba a hacer.

Respiró hondo y se dirigió a la sala dónde su aventura comenzaría.

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