/Berlín, residencia 'Campo de Luna'/
/10 años después/Era un día normal en la Residencia Campo de Luna. Las ventanas filtraban toda la luz de un cálido día de verano como acostumbraba.
Al borde de una mesa se encontraba el joven Carlos, comiendo silenciosamente su filete.
Al otro borde, su padre, de nombre aparentemente desconocido, mirándole con sus oscuros y afilados ojos.- Carlos.
- Dime, padre.
- La sal, por favor.
Carlos pasó la sal con algo de fuerza, para luego esconder su mirada en el suelo.
- Te noto algo... Triste. Melancólico. Dime que te sucede, hijo mío.
- Nada... - murmuró cortante.
- ¿Ha sido en clases, me equivoco?
- No te incumbe...
El señor chasqueó los dados y la joven criada reaccionó:
- Carlos, dile las cosas a tu padre...
- Gretel, no quiero... - estaba a punto de ponerse a llorar delante de la mesa, pero debía evitarlo, ya que si no su padre...
- Quién ha sido. Dímelo. Ahora. - la voz subió un tono más de agresividad, lo que asustó más al chaval y a los sirvientes de su alrededor.
- Ha sido Mark. Mark Eigner. - finalmente soltó el nombre.
- Oh... Ya sé quien es, ese estúpido niñato que se sentaba contigo en Biología... Ven aquí, Carlos. - dijo mientras dio dos golpes a la mesa.
Por reacción natural, Carlos se levantó y salió disparado hacia ese hombre. Al llegar, su padre le acarició la cabeza y lo sentó en su rodilla.
- Muy bien, veo que ya estás empezando a obedecerme tal y como yo te enseñé... Aprendes rápido, Carlos. Me gusta eso de tí...
Carlos no paraba de temblar al sentir a su padre tan cerca.
- Bueno, vayamos al grano. Esta tarde vas a ir conmigo a un sitio muy especial, en el que vas a empezar el entrenamiento máás importante que harás en toda tu vida. Es muy importante, ¿sabes? Tan importante, que si se te ocurre irte con tus amigos a fumar o a hacer las cosas que hagáis en estos años... - empezó a sacar el maldito mechero con el cual Carlos tenía pesadillas, y se lo acercó peligrosamente al cuello, ante la mirada de absoluto terror de Carlos al notar el frío metal del mechero contra su cuello. - Tu amigo el mechero se encargará de dejarte bonitas cicatrices...
- ¡Señor! - Joseph actuó y le alejó de Carlos, quien se mantuvo petrificado del shock y fue rodeado por la multitud de criados que hasta ahora observaban en silencio.
El hombre miró al anciano Joseph con cara de vacile.
- Estoy seguro de que un joven tan espabilado como Carlos sabrá el castigo que le acontecerá si no viene, no veo necesario que le expongas a eso, ya que no ha hecho nada.
- Bien... Pero yo crío a mi hijo como lo vea conveniente, Joseph. Dedícate a cumplir con la tarea, y tráenos el postre.
Joseph mordió su lengua y asintió.
- Yo... No quiero postre. - Carlos dijo con nerviosismo.
- Oh, vaya... Qué pena. Hoy teníamos tu postre favorito... Bueno, más para mí... Puedes irte a tu cuarto, pequeñín.
Al borde del llanto y acompañado por varios sirvientes, Carlos cerró la puerta de la biblioteca dónde siempre se escondía y empezó a llorar vagamente.
Odiaba esto, todo esto.
ESTÁS LEYENDO
Abroad
General FictionHace siglos, en una tierra muy diferente a la que conocemos hoy en día, una poderosa raza de dragones vivía gracias a unas poderosas rocas que les permitían transformarse. Pero un día los despiadados humanos les dieron caza, y desesperada por sobre...