III

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/Berlín, casa particular/
/Año presente/

Pasaron varios días desde el incidente del dragón y de la escapatoria de Carlos de la prisión estatal de Madrid.
Desde entonces el dragón había estado ausente, y él en parte también.
Intentó poner una excusa a sus dirigentes de cómo había salido de ahí, y fue felicitado por todo el mundo de la mafia, incluido su padre; por aquel escape tan 'triunfal'.

Dentro de poco sería convocado a una reunión en la que se barajaría su ascenso, junto con otros beneficios.

Incluso los hombres de contactos de su padre habían logrado localizar a los antiguos amigos de Carlos antes de que se fuera a Madrid a 'trabajar', y se reuniría con ellos al caer la noche.
Esto era, claramente, una estrategia para incentivarle a que siguiese cometiendo crímenes y cosas por el estilo.
Que era precisamente lo que iba a dejar a partir de hoy.

O al menos después de quedar con sus viejos amigos, en el fondo tenía bastantes ganas de verles y de saber qué fue de ellos en tanto tiempo.
Pero por ahora le tocaba dejar pasar las horas, encendió la televisión y se sorprendió al ver que su foto del archivo de la prisión estaba en las noticias junto con un titular que rezaba así:

'CONTRABANDISTA ACUSADO A 34 AÑOS DE PRISIÓN POR DIVERSOS DELITOS EN 3 PAÍSES, FUGADO'
Compañeros de prisión dicen haber visto 'un rayo de luz' llevándoselo.

Esta no era la primera vez que veía su cara en los titulares, pero le preocupó especialmente que la noticia de su fuga se estuviese propagando hasta Alemania ya que le complicaba bastante las probabilidades de pasar desapercibido y empezar así una nueva vida.
Y para su desgracia, probablemente tuviese que hacerse un cambio de look y de identidad, que significaba cortarse otra vez su amada y exagerada cresta, cubrirse sus característicos tatuajes con corrector y ponerse esas horribles lentillas en sus ojos azugrises.
En cuanto al lo que el DNI se refiere, la mafia se suele encargar de todo eso por lo que no tenía por qué comerse la cabeza con ese asunto. O eso esperaba.

El tiempo parecía ralentizarse más de esperado, así que para matar el tiempo más deprisa, Carlos sacó un libro de su estantería - a pesar de lo que aparenta, le gusta leer bastante y su estantería lo refleja. - , y se puso a hojearlo para figurar si podía acabarlo en una tarde.

- Este libro ya lo he leído... - pensó antes de dejarlo otra vez y pensar en cuál de los tomos no se leyó.
Tras unos minutos de deliberación concluyó que se los había leído todos. ¿El día podía ponerse más aburrido?
Cogió la botella a medias de Baileys que tenía en su escritorio y se la acabó de un trago.

- Dios bendiga al alcohol. - dijo en voz alta para luego relamerse los labios y acordarse de que tenía que comprar alcohol y comida para estos días.
Pero eso ya se haría mañana.

Dejó a un lado la botella acabada y subió al escritorio la siguiente que se encontró llena en su cuarto. Un whiskey de Tennessee, con un fuerte olor.

Tras un rato de trastear en la estantería para encontrar algo interesante, al final se rinde y saca su portátil de debajo de la pequeña cama de allí.
Pasan unos minutos hasta que al final desliza el ratón hacia el programa de Word y abre el archivo de nombre 'investigación'. Tenía que ponerse al día.

A pesar de las órdenes de su padre de no interferir, Carlos había empezado en secreto una investigación de la nueva droga de moda, una pequeña pastilla de color rojizo llamada 'smile'. Él había estado pasando droga desde los diez, pero de todas ellas ésta fue la primera que le llegó a preocupar realmente, ya que poco es sabido sobre los fabricantes de la droga o incluso de los componentes de la misma.
Se puso en contacto con un policía antidroga, y anónimamente se intercambian la información que necesitaban.
En ningún momento se ha dicho que un policía y un criminal no pueden ayudarse por un objetivo en común.

Por mucho que le diese al F5 el perfil de su inesperado compinche no actualizaba nada.
El chico se mordió el labio hasta que notó que su boca sabía a sangre para calmarse.

Bueno, este tipo de días sí que le ponían los nervios de punta, pero al menos podía pasar el tiempo viendo algo en internet.
Concretamente la sección de vídeos de inteligencia emocional. Esa pequeña inteligencia la cual su mezquino padre borró de su consciencia desde bien temprana edad.
Y es que Carlos no era un sociópata a diferencia de lo que algunos agentes de policía teorizaban.
Sabía como comportarse en sociedad, como no destacar lo suficiente como para llamar la atención negativamente y pasar desapercibido.
El problema radicaba en que en su interior, no puede sentir casi todas esas cosas que una persona humana siente con facilidad, en su interior no puede sentir nada.

Todo ese proceso comenzó desde los 6 años, unas semanas después de que su padre le adoptara, no recuerda mucho de eso con claridad pero sabe que anuló sus emociones básicas con hipnosis.
Aparte de eso, sabe que tiene diferentes palabras clave que desencadenan respuestas por parte suya.

La palabra al revés 'Remmah' por ejemplo, desecadenaba en Carlos la acción de deshacerte de evidencias.

'Erroc' era la palabra que desencadenaba el salir corriendo con todas sus fuerzas.

Y así con unas cuantas palabras más, aunque en el fondo siempre sospechó de que su padre pudo haberle enseñado más palabras sin su consentimiento.

Al ver todos esos vídeos que enseñan como sentir alegría, tristeza o incluso dolor, siempre enfocados hacia los niños, y al notar como no entendía algunas de las cosas que ponían en el vídeo, su odio hacia ese hombre que le adoptó aumentaba por momentos.

Al acordarse de esas dolorosas memorias, bebió directamente de la botella de Whiskey con rabia. La garganta le ardía, pero apenas se inmutaba.

Pero al menos por hoy, podía dejar su batallita con su padre a un lado, ya que sus amigos estarían esta noche con él, y ellos siempre le solían ayudar con el tema emociones.

Un par de horas intentando sacar apuntes de vídeos aparentemente básicos y de acabarse la botella de Whiskey consumieron toda la tarde de Carlos, quién antes de salir volvió a mirar a la piedra.

Esta vez se había mantenido quieta, sin brillar o hacer nada sospechoso.

Con algo de recelo la cogió y se la guardó.

Saliendo a la calle, miró a su alrededor por las tranquilas calles de Berlín, y por primera vez en mucho tiempo; sintió que su vida parecía la de un chico de veinteipocos años normal.

Casualidad o no, iba a ser la última vez que sentía eso en mucho tiempo.

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