Él chico de la heladería

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–Amelie, ¿puedo preguntarte algo? -pregunta Sarah, cerrando la puerta de la entrada.

–Sí -responde Amelie, agarrando su muñeca, que esta en una mesa en la sala.

–¿Tu mataste al policía? -mira a la niña, esperando respuesta. Amelie se pone nerviosa, ¿cómo lo descubrió? o acaso, ¿alguien vio como mataba al policía y se lo dijo a Sarah?- hoy estaba limpiando tu habitación y me encontré con un vestido manchado de sangre, y la última vez que lo usaste, fue el día en que lo asesinaron.

Amelie no dice nada, «¿Por qué no me deshice del vestido?», se pregunto la niña.

Sarah solo la veía, esperando a que diga algo. Amelie nota que Sarah la esta observando, tenia que decir algo.

–No q-quería que me llevaran a ese lugar... -dice con voz temblorosa, y triste, mirando a su muñeca.

–Pero no te llevaran a ese lugar, mientras yo me haga cargo de ti -cuando la niña la voltea a ver, la chica le sonríe y se va a la cocina a prepara de comer.

Amelie se encontraba afuera de la casa jugando con su muñeca. Cuando se le cae una gota de agua en la cabeza.

–Ya comenzara a llover –mira hacia el cielo–. Sera mejor que me vaya adentro... –antes de continuar su camino, se detiene por unos segundos, tal vez debería divertirse un rato con la lluvia, igual como lo hacia cuando sus padres no estaban en ese árbol.

La lluvia empieza a caer y la niña se divierte corriendo por todo el jardín. Pasa un auto enfrente de la casa y sale de este Mateo, la pequeña lo ve molesta y se va adentro de la casa.

–Genial ya vino este señor –dice molesta, dándole la espalda.

–Disculpa niña, ¿esta Sarah? –le pregunta aquel chico.

–No, ni tampoco estoy yo –le responde de mala gana.

–Pero si te estoy viendo.

–Ahora ya no –recoge una piedra del suelo y se la avienta, atinando justo donde quería, en su cara.

–¡Oye! –grita molesto, sobando se la cara, mientras Amelie se va corriendo. Él va directamente a la casa de la niña, pero antes de seguir, la señora Hamilton lo detiene.

–Sera mejor que no vaya, Sarah no esta, fue a hacer un mandado en el pueblo.

Él la observa por unos momentos.

–Entonces cuando llegue, ¿le avisa que vine a buscarla?

–Si, yo le aviso.

Se despiden y él se va en su auto.

Adentro de la casa, Sarah terminaba de leer un libro y ve entrar a Amelie, cerrando rápido la puerta.

–Él hombre que estaba en los arbustos vino y le lance una roca antes de llegar aquí.

–Amelie, eso no se le hace a las personas, aunque se lo merezcan.

–Le di en la cara –dice inocente. Saraha empieza a reír.

–Bueno, eso se lo merecía desde hace mucho.

Al caer la noche, ya no estaba lloviendo, Amelie y Sarah habían terminado de cenar.

–¿Podemos ir otra vez a la heladería, algún día? –pregunta la niña, agarrando su muñeca y yéndose hacia las escaleras.

–Claro que si –le responde con una sonrisa.

Sarah sale de la casa y se encuentra con la señora Hamilton.

–Vino a buscarla el mismo que vino la otra vez, supongo que Amelie se lo haya contado.

–Si, me dijo que vino que le lanzo una piedra a ese idiota –ríe al imaginar de como se vería ese momento, si ella estuviera ahí.

–¿Ira verlo algún día?

–No. No quiero volverlo –después de decir eso, se despide y se va a su casa. La señora solo de le queda viendo.

Al día siguiente, después de dejar a la niña en la escuela. Sarah va a hacer unas compras para la comida.

Al salir de una tienda, choca contra alguien, provocando que las bolsas traía Sarah, se cayeran de la bolsas.

–Disculpe, no me fije que usted salio de la tienda –la empieza a ayudar a juntar todo lo que se cayo y salio de una de las bolsas.

–Descuide, yo debí haber puesto mas atención al salir.

Al terminar de juntar las bolsas que se cayeron, el joven la acompaña q su auto. Dejan las bolsas adentro del auto.

–¿Le gustaría ir por un helado? –propone el chivo de ojos gris–, como una disculpa de haber hecho que se le cayera el mandado.

–Si –sonríe gentilmente–, vamos por uno.

Y se van a la heladería mas cercana.

Al entrar, dos empleados del lugar, saludan al chico y este les responde el saludo.

–¡Vaya! veo que se conocen muy bien –toma asiento en unas mesas cerca de la ventana.

–Si... Bueno yo trabajo aquí, por eso los conozco.

–Espera, yo te había visto ayer, cuando vine con Amelie.

–¿Tu la estas cuidando? –pregunta sorprendido.

–Sí –hace una pequeña pausa–. Es triste ver que una pequeña niña, pierda a sus padres tan pronto.

–Y que todo el pueblo piense que esta loca.

–¡ELLA NO ESTA LOCA! –levanta la voz enojada, las seis personas que están ahí, la miran raro.

–Oye tranquila –dice para calmarla o para que las personas no piensen es una loca–, es lo que me han contado por ahí y además, yo no creo que sea así. Cuando vinieron ayer, se veía una niña tranquila.

–Lo es, pero tres niñas de su escuela la han estado molestado todo este tiempo.

–Por la causa de sus padres muertos, ¿verdad? –la observa.

–Sí.

Se la pasaron platicando sobre el mismo tema y conociéndose mas. Hasta que Sarah tuve que irse, para recoger a Amelie de la escuela.

«Espero volver a verla...», dijo él chico, viendo como la chica se iba, con esperanzas de volver a encontrarla. Pero algo se le había olvidado.... preguntar su nombre y pedir su numero de celular.

–¡Demonios! –y se fue a seguir su camino.

AmelieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora