1. Cold

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Nunca antes en mi vida sentí tanta emoción de adentrarme de nuevo al autobús de regreso a casa. Porque de hecho, nunca quise regresar a casa y, a pesar de todo, ese día lo hice. Por ti.

Pese a que en la mañana no te vi, porque se me hizo realmente tarde, en las horas cuando el sol abrazaba las montañas con calidez y empezaba el cambio de temperatura, te vi entrar. Esa vez ya no estabas empapada, no había llovido y, si hubiese sido el caso, te hubiera entregado mi sombrilla. No me importaba mojarme, prefería que llegaras a salvo.

Llevabas una falda negra, ocultabas tus piernas con unas medias del mismo color y con un suéter de mi color favorito: blanco. Lucías hermosa, y no sabes cuánto quise decírtelo, pero estaba seguro que me hubieras tachado como acosador.

No lo dudé. Cualquiera hubiera pensado eso.

Noté cómo sostenías de nuevo un montón de carpetas, así que me interesé, me pregunté: ¿A dónde irías con tantos papeles? ¿Desecharlos? ¿Enmarcarlos? ¿Era trabajo? ¿Estudio?

Lo sé, podía marcarme como un chismoso, pero era inevitable. Tú eras inevitable; con los ojos grandes y redondos que observaban a todos lados, como si le tuvieras miedo a tu alrededor, al mundo—no tienes ni idea de lo mucho que le temía también, el cabello en un moño alto que ocultaba el cabello liso y claro que cubrías con una pañoleta. Y tus labios; pequeños, carnosos y algo pálidos a simple vista.

Eran hermosos.

Tú eras hermosa.

Eras hermosa en un mundo donde la belleza estaba sobrevalorada, y donde una rosa como tú, no debía sufrir, no como yo.

Y te seguí observando desde la lejanía, escuchando aquella vez Say Something de A Great Big World, pensando en ti y sonriendo mentalmente ante el hecho de que, te veías tímida, muy tímida y quise acercarme, pero no lo hice.

Me arrepentí demasiado. 

Última parada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora