Tres.

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Invitation.

Bajé directo a mi auto, subí, lo encendí y fui de regreso a la universidad, mi expresión era nula, carajo ¿por qué chingados había optado por ir a visitar a Yayo? Me hubiese ahorrado todo esto, no me sentiría así, tan pinche impotente y con la vulnerabilidad a flor de piel, ¿por qué tuvo que sucederme esto precisamente a mí? En ese caso hubiese deseado no haber conocido a el y la culpable de todo esto, así podría seguir mi vida sin todo ese doloroso recuerdo atormentándome cada que se le diese la puta gana.

Yayo había dado justo donde la herida estaba comenzando a sanar, donde tanto me había dolido la traición, la infidelidad, donde todo lo que di por esa persona, se fue completamente a la chingada y se suponía que ya lo estaba superando, porque ya ha pasado tanto tiempo desde ese jodido sucedo que duele como si de una cosa de ayer se tratase.

Maldito el día en que se lo hice saber con una falsa versión y me culpo por ello, sin embargo, tampoco podía guardarme tanto, digo, al menos debía dejar fluir algo para que el peso fuese menos.

Odiaba esta faceta de mí, volverme tan débil por el hecho de que las personas (en este caso Yayo) se dedicaban a recordarme algo que hace tiempo debí de haber olvidado y superado a la vez, es que ya lo había hecho de a poco pero el hijo de puta siempre encontraba su "momento perfecto" para chingarme la existencia.

"¿Y por qué no te defiendes?" ¿Es neta? ¿Con qué chingadas armas? El imbécil tenía razón a sabiendas de no tener la versión real de los hechos, yo había sido un cobarde por haber permitido que me humillasen y pisoteasen de esa forma encima cuando yo estaba dispuesto a dar mi vida por ellos ante cualquier situación pero al parecer les valió madres, se lo pasaron por el culo e hicieron de ello cenizas. Tuve impotencia, tanta que hasta las lágrimas declinaron en mis mejillas, el coraje residiendo en mis puños, sí, tal vez no fue en ese momento pero sí después, le di su merecido a ese hijo de la chingada, ni hablar de la morra, su karma le llegó semanas después. Una bonita enfermedad de transmisión sexual.

Aún así, no quita el inmenso dolor que me causaron por su puta traición.

Sólo deseaba que alguna vez pudiese todo volver a la normalidad, aunque fuese por un día y quizá, terminase arrepentido de todas y cada una de las cosas malas que he hecho o por lo menos regresar el tiempo, en el lugar donde todo comenzó...

Aunque, hubiese dolido menos que me lo dijeran en mi cara sin escrúpulos, que haberlo visto con mis propios ojos.


Llegué inexpresivo a la universidad, quería ya que el día acabase de una buena puta vez y esperar al siguiente, para que cuando llegase, hacer como si nada hubiese sucedido y poder empezar desde cero. Sin castigos pendejos, morras metiches, sin mejores amigos recordándote lo cobarde que fuiste hace tiempo.

Que mañana más miserable me tuvo que tocar. Chinga.

Los pasillos estaban repletos de gente, algunos en binas, otros en grupos mayores a cinco, algunos sin siquiera disimular me miraron como si fuese un bicho raro, puse los ojos en blanco ¿quiénes se creían para juzgar a alguien quien ni siquiera conocían en totalidad? Pinche gente patética, a veces suelo cuestionarme qué carajos hago aquí, aunque claro, como yo no vine a ser moneda de oro para caerle bien a todo mundo, opto por permanecer aquí hasta culminar. A final de cuentas, ellos no son quienes me pagan las mensualidades y todo material que los docentes piden, incluyendo el pago obligatorio para esos eventos que sin duda alguna, no quieren pasar desapercibidos.

—Una foto dura más— musité socarrón.

Ninguno se inmutó, yo sabía la razón y más valía que siguieran así.

Broken || José Salazar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora