Trece.

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Care.

El timbre inunda sus tímpanos y gruñe con disgusto pero aún así se dedica a terminar de comer de su hamburguesa para posteriormente beber de su té sabor durazno, la ya mencionada, admitía que sabía deliciosa, era demasiado buena, aunque las que solía hacer su madre que en paz descanse, siempre serán las mejores. Su madre... como la extrañaba, aún no podía creer que alguien había sido capaz de asesinarla junto a su padre, tan fríamente, sin escrúpulos, sin importar todo ese dolor que ella sentiría junto a un inmenso vacío que hasta entonces, ha sido imposible rellenar.

Limpia de forma brusca un par de lágrimas traicioneras sin que su mejor amiga se dé cuenta y luego se pone de pie, pone la basura en su lugar al igual que la bandeja junto a Keisha para así apresurar el paso y dirigirse a la siguiente clase.

—No conocía ese lado tuyo, Gallagher— comenta una voz masculina detrás de ella, que no tardó en reconocer: Matty Adams, para su desgracia, uno de los amigos de Kellin o eso tenía entendido—. Me sorprendes, linda.

¿Linda? ¿Y a ese qué mosca le había picado? ¿Cómo se atrevía a llamarle así a sabiendas de lo tontamente enamorada que estaba de Kellin, que a grandes rasgos, es su amigo?

—Probablemente porque no me conoces del todo, ¿no crees?— Parpadea varias veces para enseguida voltear a verlo y el simple hecho de hacerlo, le pone nerviosa, como si en algún momento el ojigris pudiese aparecer y darle una paliza por quererla tutear. Já qué estúpido sonaba, ¿cómo podía pensar en eso después de lo que presenció en el baño? Es que realmente más de una colleja mental iba a necesitar, debía de hacerse a la idea de que, el chico más caliente de toda la universidad, no sería su novio nunca, ni en un millón de años por más que lo deseara.

—¿Y por qué no me concedes el conocer más de ti, linda?— Esboza una sonrisa y puede notar sus dientes blancos como la nieve pero no son tan perfectos como los de los típicos ídolos internacionales o súper modelos de revistas pero aún así, lo hacen ver atractivo. Atractivo, claro... ¿de cuándo acá veía de ese modo a otros chicos? ¡Exacto! Ahí estaba la respuesta, tenía su par de ojos impregnados (literalmente) en el tan aclamado y deseado Kellin Spuinn que ni siquiera volteaba a ver al resto que probablemente, estaba esperando a que le diera una oportunidad de conquistarla, sí, sonaba tan poco creíble pero era cierto.

Aquella interrogante resuena en su mente hasta hacer eco y eso le aterra, ¿ella tenía el privilegio de eso? Por supuesto que sí pero sería tan estúpida si le daba el acceso, ¿qué creía? ¿Qué nadie lo notaría? Se equivocaba en totalidad, todos se darían cuenta y su ya no tan amado pelinegro, se encargaría de arruinarle la vida en todos los aspectos si permitía que Matty se atreviera a conquistarla.

« ¿Qué no piensas en que esto puede ser un plan para acabar con tu reputación? » Su subconsciente no sonaba nada amigable y la fierecilla que reside dentro de ella pide a gritos que lo mande directo a la mierda sin pero alguno.

Traga saliva y aunque no se haya tocado la frente para percatarse, sabía que estaba sudando frío por el nerviosismo debido a esta situación. Suspira pesadamente pensando en el dilema de "hacer o no hacer caso" a su subconsciente y a esa fierecilla.

—¿Entonces? ¿Qué dices Devonne?— Le toma del hombro y le zarandea con delicadez. Empieza a sentir un hormigueo en las manos.

—Em, yo... am...— titubeó para mentalmente darse una buena bofetada, en lugar de verse tan firme y segura, se ve tan vulnerable ¿y así pensaba mandarle a la mierda? No qué va—... ¿Cómo para qué quieres que acepte?— Sacude la cabeza, acto seguido posó su vista en su mejor amiga que feliz de la vida va dando brincos para de ahí entrar al salón, donde gracias al cielo, el profesor no llegaba todavía.

Broken || José Salazar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora