CAPITULO VEINTIDOS

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Me duele, solo sé que me duele, realmente no se dónde me encuentro, solo estoy consciente de que me duele y me duele mucho todo a mi alrededor, ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí?, hay fragmentos de memorias en mi mente, algunas parecen no ser mías del todo, mientras que otras me gritan aclamando mi despertar. Mi nombre es Eli Ayase y tengo... ¿Cuántos años se supone que tengo? ¿Qué estaba haciendo?

- Necesitamos un miligramo más de epinefrina y un poco más de anestesia está despertando – escuche.

¿Despertando de dónde? Mire a mi alrededor y todo era una suma extraña de colores, los cuales no era capaz de identificar con claridad, solo había millones de ellos, estaba sola, y eso me lleno de tristeza por un buen tiempo. No sé cuánto, en realidad, solo sé que era muy difícil estar en ese lugar.

- ¿Sabes dónde nos encontramos? – escuche una dulce vocecita tras de mí, me gire rápidamente por la sorpresa que me causo escuchar esa voz hermosa y pequeña. Al girarme me encontré con un niño pequeño tendría por lo mucho 5 años y era realmente hermoso, y me recordaba a alguien además de a mí misma.

- ¿Cómo te llamas pequeño? ¿Estás perdido? – le pregunte mientras me acercaba a él, conforme caminaba todo comenzó a tener forma, hasta convertirse en un cielo enorme el que pisaba, con nubes esponjosas y blancas, brillantes como jamás las imagine ver, pude centrarme en mi misma y así logre darme cuenta de mis propias vestiduras. Estaba vestida de color blanco, traía un pantalón de mezclilla un poco rasgado de las rodillas y una blusa de color azul cielo, traía el cabello recogido como cuando iba en secundaria.

- No sé cómo me llamo, y tampoco sé si estoy perdido, pero sabes Oneesan, me hace muy feliz estar contigo, me haces sentir calmado – me dijo el pequeñito mientras tomaba mi mano, al tocarlo me sentí realmente feliz, fue como si él fuera mío y yo fuera de él.

- Es extraño también me siento feliz a tu lado – le dije mientras me agachaba a su altura, sus facciones eran hermosas, muy finas, tenía una naricita muy parecida a la mía, y unos ojos hermosos impresionantes ya que el azul de estos, podía competir solamente con el azul del cielo a nuestro alrededor. Su mentón, aunque pequeño denotaba fortaleza y mucha sensualidad a su corta edad. Tenía labios ligeramente gruesos y sus risos tan dorados como los míos caían de manera graciosa sobre su cabeza, algunos de ellos eran muy rizados, otros lacios, mediría a lo mucho un metro y era hermoso.

- Oneesan, ¿me cargas? tengo sueño – me dijo extendiendo sus bracitos alrededor de mi cuello.

- Claro pequeño, yo te cuido – le dije sonriendo – lo cargué en mis brazos, no pesaba mucho. Aprovechando las nubes me acosté en una de ellas mientras lo arrullaba y lo arropaba con mi calor, se sentía tan bien estar a su lado. No tengo idea cuánto tiempo paso, pero me sentía sumamente feliz con ese pequeño, tal vez dormimos unos minutos o fueron horas, cuando desperté, ya no nos encontrábamos en ese bello lugar, ahora estábamos en un bello paisaje que recuerdo desde mi infancia, un bosque helado con bellas montañas frente a mí, el lugar al que iba a pasear desde que era niña, años después regresaría con mis hermanos y con Nozomi.

¿Nozomi? ¿Quién era la dueña de ese nombre? Por un breve instante ante mis ojos apareció una joven de cabellos morados, la cual miraba a las montañas que yo veía con anhelo segundos atrás, se veía hermosa mientras el atardecer se hacía presente e iluminaba su figura.

- Elichi, corre o no llegaremos a tiempo – me dijo girándose rápidamente para devolverme una mirada hermosa, de la cual solo pude guardar en mi memoria un verde jade precioso, intente dar un paso hacia ella, pero, así como apareció, se esfumo. Lo cual me causo mucho dolor y un sentimiento de desesperanza tan grande que no comprendía.

Love Live School Idol Project: Un aplauso para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora