2. Preparatoria

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Un año después...

Ha pasado un año desde que Sara falleció. Durante este lapso de tiempo han cambiado algunas cosas, quizá una de ellas es que ahora veo las cosas con más madurez, pero eso no es lo que importa ahora.

Justo hoy es mi primer día de clases como universitario, no podía decidirme a qué me quería dedicar, y terminé eligiendo informática.

Recuerdo cómo hace dos semanas causó gran revuelo el hecho de que tanto Gabriel como Emmanuel quedáramos de nuevo en el mismo salón, mis mejores amigos desde la secundaria y con quiénes conformo un grupo musical que cada fin de semana toca en la cochera de mi casa para un increíblemente público de una persona; mi padre.

El haber quedado de nuevo en el mismo grupo de clases lo festejamos una tarde nublada con una reunión entre grandes amigos, yendo a jugar fútbol en un día en que ni la lluvia nos pudo detener, claro que resultamos con golpes por todo el cuerpo, pero se curó todo con refresco de cola y botanas compradas en la clásica tienda de la esquina.

Con Gabriel llevo coincidiendo en los estudios desde la primaria, casualmente quedamos en el mismo grupo, después en la secundaria y en la preparatoria. Ahora en la universidad que los grupos fueron seleccionados al azar, nuevamente nos tocó quedar en el mismo salón de clase. Desde la secundaria se la ha pasado recordándome el momento en que lo abandoné en la primaria, cuando yo era su único amigo y sin saber eso, me cambié de escuela porque quería estar en el mismo grupo que mi mejor amigo de la infancia, sin percatarme de que Gabriel se quedó sin nadie con quien conversar. Para evitar su llanto exagerado de niño le invito un refresco de cola que nunca falta para aliviar nuestras penas.

Emmanuel es un tipo que conocí hace seis años, en la secundaria. Se volvió mi mejor amigo cuando me di cuenta de que sus locuras eran las mismas que las mías, pero en diferente cerebro.

A lo largo de todos los años del bachillerato fue mi compañero de trabajos en equipo junto con Gabriel. Ellos me acompañaron en el dolor que sufrí por la pérdida de Sara, pero ahora que ya he superado todo ese asunto, me siento tan avergonzado de contarles que... durante las vacaciones de verano, estuve hablando con una persona, su nombre es Paula.

Es una chica que conocí hace ya algunos años, desde el principio me pareció muy interesante hablar con ella y no fue hasta hace poco cuando volvimos a hablar, no hablábamos mucho, solo quizá dos o tres días a la semana, unos cuantos minutos u horas, o toda la tarde, todo dependía del tema de conversación.

Me divertía mucho hablando con ella porque siempre me llevaba la contraria en cada conversación. Si yo decía fútbol, ella decía béisbol, si yo decía Red Sox's, ella decía Yankee's, si yo prefería la Liga Americana, ella la Nacional, el caso que fuera, siempre optaba por el contrario al que yo elegía. Me sentía ridículo cuando me ganaba en una discusión, la odiaba cada vez que lo hacía, pero la línea entre el odio y el amor es muy delgada y yo la cruzaba a placer.

Da pena decirles a mis amigos que estoy enamorado de Paula, sabiendo lo perdido que estaba con Sara y que ha pasado cierto tiempo desde su muerte.

La verdad no sé si deba confesarle a Paula lo que siento por ella, o lo que creo sentir, estoy muy confundido respecto a este tema y mi voz difícilmente entona una oración entendible cuando estoy nervioso. El único consuelo que tengo es escribir para desahogarme. Hace algunos días comencé una carta para Paula, va completamente dedicada a ella pero sé que nunca se la daré, es una carta sin destino que probablemente se pierda en el basurero de la ciudad. La carta dice lo siguiente:

"Querida estrella fugaz:

Decidí asignarte ese nombre porque eso representas para mí, una estrella fugaz, alguien que solo aparece en la vida tan solo un instante para después convertirse en un inalcanzable deseo.

Caos fraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora