Caos fraternal

4. ¿Prostitutas?

A la mañana siguiente, despierto con un inmenso dolor de cabeza que provoca que pase más tiempo en la cama. Durante la noche de ayer recuerdo haber escrito la parte final de la carta a Paula. Sin levantarme de la cama y estirando mi brazo izquierdo lo más largo que puedo, tomo el papel donde he estado escribiendo.

Leo:

"Finalmente te conocí. Descubrí quién eras y la clase de persona que realmente eres. Fracasé en el intento por conseguir algo contigo. Aunque alcancé a probar las mieles de tus labios, me arrepiento. Creí que eras mi salvación, pero terminaste siendo mi casi perdición.

Lamento tanto si te hice sentir algo que no querías sentir, o si fingí amistad donde quería algo más. Te deseo toda la suerte. Espero encontrarte en un futuro, feliz, no siendo la niña tierna que finge amar balancearse en un columpio cuando en realidad anhela deslizarse por la resbaladilla. Te quise, como pude querer a otra persona, pero te quise.

Con cariño, el astrónomo que descubrió la magia en ti, mi ex estrella fugaz."

Dejo la carta tirada en el piso y nuevamente me recuesto en la cama. Un mar de recuerdos se atraviesa por mi mente, todos con ella. La primera vez que jugamos béisbol, cuando pateamos un balón mientras charlábamos sobre lo mala que es para el soccer, así poco a poco se van acercando más recuerdos, culminando con el beso, repitiéndose una y otra vez, hasta sacarme una tibia sonrisa, dando fin a lo que algún día pude haber sentido por ella.

Para ser una decepción amorosa, estoy feliz. La vida fue generosa conmigo al regalarme unos segundos de sus labios, estoy feliz por eso.

Supongo que de ahora en adelante tendré que entrar en la etapa de superarla hasta recordarla con gracia.

La mañana se consume en suspiros y bostezos tan grandes que desesperan a mamá, "ya te hice desayuno, vente a comer", se le escucha gritar desde la cocina. Pongo las sandalias en mis pies, dando un último estirón para posteriormente levantarme e ir al comedor. Tomo mi teléfono, lo llevo conmigo. Siempre que voy a comer procuro tener el celular a un lado por si alguien llama.

Nunca suelo recibir llamadas pero esta vez es la excepción; José llama, dejo que vibre un poco el teléfono sobre la mesa y contesto.

"Ven a mi casa hoy por la tarde, les tengo preparada una sorpresa a Gabriel y a ti, los espero a las tres en punto." José no me deja decir nada cuando quita la llamada. No tengo idea del por qué quiere que vaya a su casa, pero si es el, seguro querrá emborracharnos con vodka en oferta.

Esta vez sí aviso a mi madre que saldré, quien después de unas tediosas preguntas, solo asienta a mi solicitud de salir.

Tomo una ducha un tanto larga para perderme en el ruido del agua golpear en el piso, levanto la cara y dejo que el agua fría me empape por completo. Paso el jabón por toda mi piel y cuando la música se detiene por un fallo en el celular, maldigo a mi madre, me seco una mano con la toalla y reproduzco de nuevo la música. Después tallo el champú contra mi cabello hasta quejarme por el dolor que causan mis uñas largas de guitarrista.

Al cerrar la llave de la regadera, escucho a mamá hablar con papá por teléfono, diciéndole que tiene pensado llevarme con un psiquiatra porque durante la noche estuve hablando en un lenguaje paranormal. Yo no lo recuerdo.

Seco mi cabello sumamente mojado con la toalla colgada en el cancel de baño, al estar seguro de que quedó completamente seco, extiendo la toalla dejando que absorba el agua, pero para mí infortuna lo que tiene que absorber no es únicamente agua, sino sangre. Sangre proveniente de mi oreja izquierda. "Es producto de mis alergias", pienso para calmarme. Cuando termino de secarme y ponerme la ropa, aviso a mamá de que me salió sangre.