Es extraño, recuerdo haberme quedado dormido sobre la almohada esponjosa, pero al despertar, no estoy en la comodidad del colchón, sino en un extraño salón, el mismo con el que aluciné en días pasados a Sara. Ahora soy yo quien se ubica en el puro centro, justo debajo del único foco que hay. Las paredes carecen de ventanas.
El foco solitario comienza a parpadear, se escuchan los vientos volverse más violentos, de pronto, se siente la tensión de una persona caminar, como si sus zapatos tuvieran un pequeño tacón que provocara que los pasos se escucharan con más claridad, hasta que llega el momento en el que el foco se apaga por completo, sin volver a encenderse. Todo aquí está completamente a oscuras.
Mi intuición me dice que camine, pero no a donde.
Doy paso por paso tratando de llegar a la pared, extiendo mis brazos con las manos abiertas, hasta que siento como si hubiera tocado otra mano tratando de entrelazarse con la mía, me giro para alejarme rápidamente, ya no con la misma convicción que tenía antes por encontrarme con una pared.
Avanzo y avanzo, sintiendo como se intensifica más el deseo de que vuelva la luz, chocando por fin contra el muro de concreto con el que está fabricado la habitación. Cuando estaba tratando de pensar en sobre para qué me serviría hallar la pared, siento unos dedos golpear mis hombros, como si intentaran hablarme por la espalda. Volteo sumamente tenso. Unas manos toman mi cabeza, sintiendo cada detalle de mi cara, pasándolas por mis mejillas, labios, cejas, todo.
-Eres tú, te encontré. –Una voz femenina muy ronca habla. Las manos continúan sobre mi cara-. Te estuve buscando durante tanto tiempo, Daniel.
-¿Quién eres? –Pregunto sin querer conocer la respuesta.
-¿No me reconoces? Tú tienes mi virus, me perteneces.
-¿De qué hablas? ¿Qué virus tengo? ¿Quién eres? –Comienzo a forcejear tratando de quitarme las manos desconocidas de encima.
-¡¿No eres capaz de reconocerme, maldito?! –Cambia el tono de voz, ahora se escucha demasiado grave, casi tan masculina-. Escúchame, recuérdame, entiéndeme. Yo soy el amor de tu vida, soy quien por culpa tuya murió, quien te salvó, por tu culpa estoy aquí.
-¿Sara? –En mi voz claramente se puede interpretar la confusión y el miedo que siento.
-Sí, Daniel, soy Sara y quiero vengarme.
-¿Vengarte de qué?
-De ti, de todos los vivos, quiero asesinarlos a todos y tú serás mi medio para conseguirlo. –La luz vuelve a la habitación. Frente a mí, está Sara. Con su cuerpo oculto entre la piel quemada. En un abrir y cerrar ojos entra en un estado de metamorfosis donde su cuerpo cambia drásticamente. Aumenta su tamaño sin engrosar lo delgado que es su físico, los colmillos se alargan casi el doble de su tamaño, la nariz se introduce en su cráneo dejando un solo orificio para respirar, su cuero cabelludo desaparece y a cambio aparecen cuernos como los de un borrego cimarrón, los labios parecen estar cocidos, el iris de sus ojos se convierte en un plateado sumamente deslumbrante, la transformación se ha completado.
-Te odio. Arruinaste mi vida y ahora yo arruinaré la tuya. Me enseñaste el arte de la traición, pero yo te enseñaré la belleza de la venganza. –Su voz carece de amabilidad. Repentinamente, el centro del iris de sus ojos se convierte en un pequeño punto negro, rodeado por una delgada circunferencia blanca quién a su vez está rodeada por otra circunferencia negra, luego otra blanca, otra negra, así hasta completar todo su ojo, simulando un hipnotizador. Cada círculo gira en sentido de las manecillas del reloj, provocando que no pueda dejar de ver sus ojos, causándome un estado de hipnosis.
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Caos fraternal
SonstigesTraición es igual a venganza, es la frase que siempre está dentro de la mente de los personajes. La historia comienza cuando Daniel pierde a su novia en un trágico accidente. El día del funeral, Daniel se contagia de un raro virus que ocasiona que s...