3:30 de la mañana, suena la alarma programada en mi celular. Parecería algo normal, pero yo no la programé.
Indiscutiblemente esto lo ocasionó Sara. Espero a que se aparezca, sin embargo, nada ocurre.
Siento la tensión, la sensación de que algo malo pasará. Espero y espero, sin que realmente se vea una señal de Sara, no sé si deba sentir más miedo aún por la presencia de otro ser infernal.
El tiempo transcurre, pierdo todo el sueño que podría tener alguien a esta hora, reviso constantemente el celular tratando de tranquilizarme, pongo música de la época de mis abuelos.
El atrapasueños sobre mi pecho comienza a palpitar, los fuertes latidos hacen sentir que estoy a punto de estallar por obra de la presión que ejerce la sangre fluyente. La respiración se vuelve un proceso tan difícil, nunca me había sentido de esta forma; aspirar oxígeno, que la garganta se cierre de repente y al exhalar, perder completamente el aire, sufriendo asfixia.
Empiezo a toser, perdiendo el aliento en cada quejido, experimentando lo mismo que padece alguien con asma, quizá fue la brisa del mar la que me hizo daño o el tequila cargado de alcohol, ¿drogas? No, son buenas.
Un gato negro se posa sobre la ventana, sonriente y sin preocupación alguna por alejarse, lamiendo sus patas, acicalándose, mirando mi preocupación con un aparente rostro sonriente como si supiera qué va a suceder después.
Sumamente estresado, abro la ventana para dejar entrar al gato, inmediatamente pasa embarrando su torso sobre la cama, subiéndose de un salto. Me siento a un lado de él, mirándolo con la ternura de un niño amante de los gatos, acaricio su pelaje suave con mis manos dejando que se meta entre mis dedos.
No había notado que tiene marcas similares a Lucy, la gata de Natalia. Es inquietante y a la vez fascinante la forma en que su mirada penetrante tiene esa certeza de descubrir el peligro futuro que vendrá.
Acaricio su pequeña cabeza, es hermosa.
Sería fascinante ver lo que hay dentro ¿no? Porque si algo es bello por fuera, por dentro debe de ser mejor.
Llevo mi mano debajo de la cama, busco a tientas el puñal encontrándolo después de varios intentos. Regreso con el gato, en la oscuridad de la habitación toco el filo de mi arma, sintiendo lo helado de la noche.
Comienzo a tomarlo por el cuello, levantándolo como los antiguos aztecas levantaban el corazón de sus sacrificios para enseñárselos a su dios, en mi mano derecha sujeto el puñal, lo acerco a la gata revoloteándose aferrando sus garras a mi antebrazo, ni el dolor de sus afiladas uñas pueden hacer que pierda la concentración.
¿Qué cosa tiene más filo, las garras de un incipiente gato o un puñal recientemente afilado? Comprobémoslo.
Hago un corte sobre mi antebrazo, liberando un poco de sangre que no se desliza.
-¿Viste eso? –Le digo al gato, como si tuviera la capacidad de entender lo que le digo-. Es tu culpa, ahora me las pagarás.
Tomo al puñal por el mango, con gran furia y fuerza, arranco la cabeza del animal, dejando su cuerpo estrellarse contra el piso.
La sangre brota a chorros, permitiéndome ver las entrañas. Tenía razón, lo que es bello por fuera, por dentro lo es aún más.
Antes de revisar los órganos del cuerpo, aviento la cabeza de la gata a la pared como si fuera una pelota, esperando a que rebote y regrese a mí, más no es así. La mancha de sangre que quedó sobre la pared me provoca un sentimiento de odio creciente.
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Caos fraternal
RandomTraición es igual a venganza, es la frase que siempre está dentro de la mente de los personajes. La historia comienza cuando Daniel pierde a su novia en un trágico accidente. El día del funeral, Daniel se contagia de un raro virus que ocasiona que s...