9. ¿Uno entre tres?

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Doce del mediodía.

No supe en qué momento decidí dormirme, solo recuerdo que estaba tomando la decisión de bañarme y de pronto ya estaba soñando.

Sé que tuve una pesadilla, pero no recuerdo cuál fue el miedo. Solo recuerdo haber despertado en la madrugada, revisé el teléfono y eran las 3:33 am. Miré una sombra huir de la habitación, a veces mamá suele entrar para asegurarse de que esté dormido, pero dudo mucho que esta vez haya sido ella puesto que la puerta tenía candado.

Dejando de preocuparme por algo que seguramente no sabré la respuesta, salgo de la habitación, yendo a la cocina por algo de comida. Pan integral, mayonesa, jamón, otro jamón, queso americano, cátsup en lugar de tomate, salchicha en lugar de lechuga, carne deshebrada en vez de mostaza y refresco en lugar de café caliente, son los ingredientes para mi desayuno perfecto.

Mando una foto de lo que está en mi plato a Natalia, quien responde burlesca "espero te laves los dientes para esta noche". La odio.

Regreso a mi cuarto, buscando algo qué hacer hasta que se haga de noche.

La sensación de estar salivando constantemente provoca un poco de náuseas, haciendo a un lado la guitarra para evitar vomitarle encima en caso de que lo haga.

En un abrir y cerrar de ojos, Sara está frente a mí, en su etapa de metamorfosis ya concretada, furiosa. Frunce el ceño, disparándome por los aires, estrellándome con la pared, dejándome colgado como vil artesanía mexicana. Se acerca a paso lento, dejando salir de su cuerpo humo blanco que seguramente está hirviendo. Puedo oír su respiración, se siente cómo deja sin oxígeno la habitación cada vez que respira con su apenas saliente fosa nasal.

Se coloca frente a mí, toma mi cuello con su delgada mano, hasta asfixiarme y quedar inconsciente.

Tirado sobre el suelo me despierta, pero no la veo a como estaba, sino en su etapa natural, vestida de blanco, laboriosamente peinada, bella.

-¿Qué quieres de mí? –Le pregunto en tono suave.

-¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me hiciste esto? Si yo te quería tanto, ¿por qué te enamoraste de otra mujer? –Rompe en llanto.

-Me dejaste solo en este mundo, sin compañía, yo necesito compañía.

-Seguí estando contigo.

-No es verdad, todo fue tan difícil después de ti, fue difícil superar tu muerte.

-Entiéndelo, seguí estando contigo. –Hace una pausa para mostrarme un pequeño organismo de apenas medio milímetro. –Implanté esto en tu cerebro para tener el control de ti cuando yo quisiera.

-¿Qué es esto?

-Es un virus con el que demuestro que seguí formando parte de ti, tú me perteneces, siempre has sido mío. –Vuelve a su etapa de metamorfosis-. Y ahora como mi nueva petición, te ordeno matar a Sofía con esto. –Aparece una pistola 9mm.

-¿Por qué tengo que matar a Sofía? –Y no a Natalia.

-Porque ella tiene el virus también, se contagiaron todos cuando atacaron mi casa, quiero que me des el gusto de verla muerta. –Ríe malvadamente-. Ahora bésame.

Se acerca firmemente a mí y antes de que pueda estar más cerca, le disparo con la pistola, desvaneciéndose entre una cortina de humo.

Todo este enredo me provocó sueño, voy a dar una última siesta porque seguramente en toda lo noche no dormiré nada.

Abrazo mi guitarra en vez de la almohada para dormir, suelo hacer esto en siestas vespertinas.

Hora tras hora, la noche se empieza a acercar. Despierto alrededor de las siete de la tarde, las ganas de dormir quedaron olvidadas.

Caos fraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora