10. Psicomanía parte II

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Pero no está...

Sofía ha huido de la habitación, quizá adelantándose a algo que sabía que podría pasar, pero ¿cómo se enteró que buscaría matarla?

Natalia se quedó asustada en la cama, Sofía en cambio, tomó su ropa y huyó. Antes de salir con la sed de matar de todo un asesino psicópata, me pongo mi pantalón y mi camisa sin darle explicación alguna a Natalia.

Salgo de la habitación, ¿dónde se podría esconder una posible víctima de feminicidio? No lo sé, mi instinto asesino indica que debo buscar entre las habitaciones.

Tengo tres posibles opciones, entro en la primera, están José, Gabriel y Ariadne interactuando igual que como estaba yo hace unos minutos con Natalia y Sofía.

Entro en la segunda habitación, Mary, Fernanda, David y Emmanuel dándose amor.

Solo me queda una opción más, entro, Cristian y Javier agasajándose entre prostitutas escurriendo el maquillaje de sus caras.

Esto es suficiente. La fiebre del enojo acaba por convertirme en un monstruo y sacar toda esa impaciencia por matar a Sofía que libero mis descargas sobre las prostitutas. Saco la pistola, apunto con la única decisión de acabar con sus vidas, ni siquiera el intento de Javier y Cristian por detenerme es suficiente, disparo una vez, dos, tres, las aptas para dejarlas sin vida.

Sonriendo, observo a mis amigos, a quiénes se les puede notar la incertidumbre de saber qué haré con sus vidas.

-Tengo una pistola en mis manos, soy culpable de las muertes que acaban de suceder, asesiné a cuatro mujeres pero a ningún hombre. No saben las ganas que me dan, la energía que siento estallar sobre mi interior para matarlos, chicos, quiero matarlos. Creo que estoy enloqueciendo, tengo la suficiente cantidad de alcohol dentro de mis venas que ya no tengo control para decidir qué debo hacer, por lo que, matarlos, aunque suene mal en mi conciencia, Sara estará orgulloso de mí, de que maté en su nombre, ¿puedo quedarme con su sangre una vez que lo haya hecho? Podría hacer una cena romántica con Sara y tomarnos su sangre como bebida, almorzarnos sus entrañas y después ser felices en el umbral del infierno. –Supongo que el miedo auditivo que les provoqué los dejó sin palabras.

Apenas una sábana es lo que protege su desnudez, mantienen mirando la boca de la pistola, juego psicológicamente con ellos dando pasos hacia adelante y retrocediendo.

La mano de Cristian está tan sudorosa, que la sabana resbala hasta caer al suelo. Un impulso satánico, más bien un reflejo, origina un suave movimiento de mi dedo índice empujando el gatillo hacia atrás, dejando salir el proyectil, abriéndose paso por los tejidos de la piel y luego del corazón de Cristian.

Ver la escena, no solo la sangre brotando, sino el haber asesinado a un amigo con mis propias manos, lamentablemente no puedo dar marcha atrás. Ahora siento que sí estoy controlando mi mente, creo que Sara lo volvió a hacer.

Unos segundos después de haberse producido el estruendoso aullido de la bala salir de la pistola, entran los demás chicos apenas vestidos.

-¿Qué pasó aquí? –Pregunta David. No contesto, dejo que sus ojos vean qué fue lo que pasó.

-¡¿Cristian?! –Gritan unísonos todos.

David corre a tratar de auxiliar a Cristian pero ya es demasiado tarde, no respira, su cuerpo se baña en un enorme charco de sangre.

-Daniel, ven a ver esto. –David toma en sus brazos a Cristian, esparciendo la sangre de su pecho hacia un lado.

El atrapasueños, lo tiene dibujado. Parece un tatuaje recién terminado, en cambio el mío está hecho con mi propia piel hinchada.

Caos fraternalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora