Capítulo 15

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Parte 1

-¿Y qué pasó después?

-Se los llevó a todos a la cámara acorazada, y los sentó en el suelo. –Decía él con las manos sujetando su frente mientras lloraba sentado a la mesa de la comisaría. –Después hablé por el micrófono, dije que mataría a Collins y Murphy... Y no sé, me quitó el micrófono, me esposó y me cubrió la cabeza. No sabía a dónde me llevaba, pero después me di cuenta de que estaba con todos los demás. Y me sentó en el suelo. No sé cuánto tiempo pasó, quizás un minuto o dos, no lo sé. –Sollozó. –Y después todo explotó.

-¿No habló en absoluto?

-No, no dijo nada.

-¿Qué recuerda de él?

-No lo sé, vestía de negro y tenía la cara tapada. Era un hombre flaco y menudo.

-¿Color de ojos?

-No lo sé, quizás verdes o azules.

-¿Algo particular que recuerde de él o de la situación?

-Parecía muy joven, no sé qué más decir. Lo siento.

-No se preocupe, puede irse. –Cedió el policía.

Parte 2

Clarke:

Me siento tan estúpida. Me siento traicionada. Ahora recuerdo tus palabras, ahora me viene a la mente el día en que me dijiste que llegaría el momento en que quisiera odiarte. Y te referías a esto. Siempre lo tuviste en la cabeza. Para hacerme esto mejor nunca hubieras abierto la puerta; mejor me hubieras dejado morir delante de tu casa, porque lo que siento ahora es mil veces peor que la muerte.

Me lo prometiste y me mentiste. Me dijiste que nos iríamos lejos de aquí, que podríamos ser felices. ¿Quién te crees que eres para decidir por mí? Si quisiera una vida fácil, una maldita consulta en el centro, un diploma colgando de mi pared, vivir en una casa enorme que mi padre pague, lo habría decidido. Pero decidí que quería estar contigo, largarme y no volver. Yo te quería a ti, y aún te quiero, pero no importa cuánto lo desee, cuánto llore, tú ya nunca volverás.

Quiero odiarte, por abandonarme. Quiero odiarte y no volver a quererte. Me gustaría ser por una vez la fuerte de las dos, y arrancarme el corazón para dejar de sentirme como me siento. Dejar de llorar, salir de esta cama y poder caminar. Pero no puedo. No puedo moverme, me cuesta respirar, me cuesta abrir los ojos y darme cuenta de que ya no estás aquí. Darme de bruces contra la realidad y caer al suelo, sin sentir tu mano alcanzándome para ayudarme a levantarme.

No puedo mirar a mi padre a los ojos, quizás sea su culpa por haber sido un corrupto. Pero sin sus negocios sucios jamás habrías tenido que salvarme. Los hechos en la vida se conectan de una forma casi cruel, porque te conocí, me enamoré de ti y te convertiste en todo y lo único que quería y necesitaba. ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Tiene algún sentido lo que has hecho? ¿Tiene algún sentido que te inmoles por mi bien? Mi bien eras tú. Lo has arruinado todo. Todavía no puedo creer que el resto de mi vida haya muerto contigo.

Estás muerta. Quizás escribiéndolo pueda asimilarlo. Has muerto, Clarke. Y solo de pensarlo siento que de mi pecho tira un arado, arrancándome todo lo que late dentro de él. ¿Qué debo hacer ahora? ¿Seguir escribiéndote cartas como si algún día pudieras leerlas? Ahora ya dudo que estés en alguna parte observándome. Sigo en mi habitación, me parece demasiado grande. Yo quería seguir en esa jaula contigo para siempre, de hecho no me disgustaba esa condena. Tenía todo lo que quería; a ti desayunando conmigo. A ti leyendo "Ana Karenina", a ti sonriendo, a ti besándome. A ti, siendo tú, por mí.

Parte 3:

-¿Recuerda algo más?

-No, no le vi la cara ni escuché su voz. Solo sé que nos obligó a desnudarnos y a meternos en lo que después supe que era una cámara acorazada.

-Está bien, señorita. Puede retirarse.

Me retiré, pero realmente no sabía a dónde ir. Caminé por la calle llena de periodistas, me dolían las piernas. Los esquivé y cubrí mi cabeza. Me metí en un bar, aún con la ropa que los policías nos habían dejado. Pedí un vaso de agua y un cigarrillo, y me quedé mirando a la vacía pared del fondo. A estas alturas ya no sé qué pensar de todo lo que ha ocurrido; sin duda no es lo que a mí me hubiera gustado, pero cada parte de mí que alguna vez quiso convertirme en alguien de honor, alguien de valor, me gritaba que eso era lo correcto.

Ahora ya no puedo pensar. Ahora tengo que irme de este país asqueroso. Tengo que desaparecer, sí. Desaparecer de lo que nunca me merecí. Dejo a Lexa, pidiéndole al cielo que algún día pueda perdonarme y dejar de sufrir. Le pido al cielo que consiga lo que está predispuesta a conseguir; que ame a quien debe amar y que viva como tiene que vivir.

Una vez me dijeron que dar la vida por alguien era el acto de amor extremo. Yo di mi vida por alguien, di mi vida por alguien a quien amé con cada pequeña parte de mi ser. Y es reconfortante, pero doloroso. Es doloroso saber que no volveré a tenerla entre mis brazos. Sentir que será feliz con alguien más. Pero eso es lo justo. Y si en mi vida llena de injusticia y pecado, alguna vez tenía que ser justa con alguien, esa persona era ella.

Yo di mi vida por alguien. Di una vida que duró nueve meses. Di toda mi vida por la persona que le dio sentido a ella. Y valdrá la pena por saber que un día sonreirá. Valdrá la pena por saber que será tan feliz como debe de ser, sin huir, sin esconderse, sin abandonar a su familia, sin abandonar su carrera. Di mi vida y siento que algún día este dolor se convertirá en alegría y podré decir que me sacrifiqué por algo muy bueno. Di mi vida por Lexa. Y ahora solo me queda desaparecer.

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La especialistaWhere stories live. Discover now