Lexa entró a casa por la mañana. Liam estaba sentado en el sillón con la mirada perdida en algún punto de la pared que tenía justo en frente; pero nada más verla llegar se puso de pie, y no fue capaz de esbozar ni una sola palabra. Solo la miró a los ojos; una mirada indulgente en la que ella se refugió y a la que apeló, buscando algo de la comprensión que necesitaba de él.
-Hola... -Musitó ella.
-Perdóname por decirte que te fueras. En ese momento no pensé que no estarías a salvo.
-No te preocupes. -Repuso con humildad. -¿Has estado despierto toda la noche?
-Estaba preocupado, y tu móvil y tus cosas estaban aquí.
-Estoy bien. -Sonrió fugazmente. -¿Tú cómo estás? -Él se encogió de hombros, haciendo evidente la respuesta. Se acercó a ella y la abrazó. Ese abrazo consiguió desarmar a Lexa. Lo había necesitado tanto, no necesitaba realmente nada más.
-No quiero perderte, niña. -Le susurró al oído, ahogado por la tristeza y la contrariedad. No estaba seguro de poder perdonarla, pero estaba seguro de que no quería que se fuera.
-Ni yo a ti. -Le contestó, conmovida, rodeando sus anchos hombros, sin fuerzas para seguir llorando. -Perdóname, por favor.
-Solo necesito tiempo, solo eso. Porque me quieres, ¿verdad?
-Te quiero, Liam. -Respondió alejándose de él para mirarlo a los ojos. -Y haré lo que sea por estar contigo. Para mí no hay nada más después de ti.
-Te amo, Lexa.
-Lo sé.
-Tengo que verla, tengo que saber quién es. -Añadió rompiendo el momento. Por un momento, Lexa se sobresaltó, pero lo entendía a la perfección. Entendía todo lo que necesitaba Liam para empezar a recomponerse, y no se opuso.
-No quiero hacerte más daño.
-Solo quiero verla. -Liam experimentaba eso que se siente cuando un terrible engaño se descubre ante ti. Quieres destaparlo todo, volver a desenterrar, conocer cada detalle para empezar a olvidar y perdonar. Y sabía que sufriría al mirar a los ojos de aquella persona, de aquella chica a la que Lexa había amado antes que a él. Pero tenía que hacerlo, un fuego interno se lo reclamaba. A partir de ahí empezaría a hacer las preguntas que durante toda la noche estuvieron atormentándolo.
-Está bien. -Asumió Lexa. -Vamos.
-¿Sabes dónde encontrarla?
-No. Pero ella sabrá encontrarnos. Está escondida ahí fuera, vigilando que nadie nos haga daño.
-Que nadie te haga daño a ti. -Corrigió. -Lo que me pase a mí a ella no le importa. Es más, prefiere que esté fuera del mapa.
-Créeme que no. -Le consoló Lexa. -Ella quiere marcharse tanto como yo quiero que se marche. Y lo hará. No volverá a cruzarse con nosotros. -Liam se sintió aliviado en una medida ínfima, y preparado para encontrarse con ella.
Bajaron las escaleras como si caminaran a través del corredor de la muerte. Clarke los vio salir juntos, de la mano, y su pecho estalló como un cristal al que le dan un martillazo sin contemplaciones. Eso era a lo que tenía que acostumbrarse a partir ahora, hasta que todo ese infierno llegara a su fin. Los observó, juntos. Él era alto, apuesto. Tenía un toque de elegancia y niñez; supo al instante, puede que por su instinto, que Lexa estaba en buenas manos. Se quedaron de pie junto a la calle durante un largo rato, mirando de un lado a otro, esperando por algo que ella, más tarde, descubrió que era su aparición. Así que se bajó del coche, que estaba escondido en la calle de atrás. Y caminó para enfrentarse a algo muy doloroso. Ellos estaban de espaldas, pero Lexa sintió un extraño impulso que la hizo voltearse, y la vio. Liam lo notó, y también se giró. Era pequeña, parecía frágil e inofensiva. Algo, no supo decir qué, de aquel aspecto de niña desvalida le causaba un tremendo pavor. Alguna fuerza que emanaba con la mirada, algún detalle, sí, puede que fueran sus ojos de hielo, o su cabello claro, o la forma en que caminaba como si fuera indestructible. Era como un halcón... Como un cazador natural.
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La especialista
FanfictionClarke Griffin lleva una solitaria vida como mecánica. Lexa Woods es heredera de una enorme fortuna. Un día, sus mundos se cruzan. AU