Lexa se lanzó a mis brazos en cuanto me vio. Le temblaban los labios, los ojos se le inundaban mientras caminaba hacia mí, estirando la mano. No dudaba, no tenía miedo. Me besó, como si el tiempo no hubiera pasado. Como si yo nunca hubiera muerto para ella; como si acabáramos de despertarnos juntas en la cama, preparadas para marcharnos de la mano. Me besaba mientras lloraba. Yo acaricié su cintura, sentí cómo sus dientes se clavaban en mis labios y la sal de sus lágrimas me escocía las heridas. Nos necesitábamos tanto...
-Clarke. -Dijo sonriendo mientras me miraba a los ojos. -¿Dónde has estado?
-Perdida, sin ti. -Respondí acariciando uno de los bucles que caían sobre su rostro. -Estás preciosa. -Susurré depositando un beso sobre su pómulo. Mantuvo su sonrisa durante una milésima de segundo, mordiéndose el labio, pero agachó la cabeza y el gesto se deshizo. Entonces comprendí que algo dentro de ella acababa de enfriarse. Algo de la magia que habíamos compartido había caído al suelo y se había roto como una copa de cristal. -¿Lexa? -La llamé buscando su mirada, pero no la encontré.
-¿Por qué me has hecho esto? -Cuestionó con un hilo de voz, tapándose la cara con las manos y empezando a sollozar.
-Lexa... -Musité. Era ella lo que se había roto un poco por dentro. Cuando pasó la ensoñación del encuentro, cuando tomamos conciencia de lo que había sucedido y volvimos a poner los pies sobre la Tierra, nos rompimos. -Lo siento mucho. -Imploré su indulgencia mientras la oía llorar como una niña. Eso era el verdadero dolor. Escuchar a mi princesa llorar. -Perdóname, por favor. -Su cuerpo se agitaba con el llanto. La envolví entre mis brazos, la camiseta se me humedeció con las lágrimas, y se me arrugó bajo sus manos crispadas.
-¿Por qué? -Decía mientras lloraba. -¿Por qué me dejaste sola?
-Quería que tuvieras la vida que te merecías. -Musité besando su frente.
-La hubiera tenido contigo. Contigo hubiera sido feliz. -Lloró. Yo miré el piano, sin atreverme a volver a buscar sus ojos.
-¿Eres feliz ahora? -Me atreví a preguntar, temiendo la respuesta. Deseando en el fondo que fuera un rotundo "no". Queriendo, más que nada, que fuera un "no".
-Sí. Lo soy. -Admitió dejando de llorar y mirándome directamente. Fue implacable, como si realmente hubiera querido hacerme daño. Yo sonreí, concediéndole un triunfo, asumiendo mi derrota. Después de ver mi reacción volvió a apoyar el costado de su rostro sobre mi pecho, aún sentada sobre el piano, sustentándose en mi cuerpo. Me abrazó por la cintura, y yo acaricié su pelo.
-Entonces he hecho lo correcto. -Asumí.
-No. No soy feliz gracias a lo que hiciste. -Retumbó contra mi pecho. -Soy feliz a pesar de ello.
-Lexa, por favor.
-Es la verdad, Clarke. -Se despegó de mí y buscó distancia entre nuestros cuerpos. -Luché cada segundo por no morir, me aferré a lo poco que me quedaba sin ti, y salí del pozo en el que me metiste. Encontré a alguien que fue capaz de devolverme lo que tú te llevaste hace dos años. -Aquello me escocía. Las manos me dolían, quería sentarme, taparme los oídos e ignorar lo que sucedía.
-Si tan feliz eres, ¿por qué me has besado? -Cuestioné con sorna. Ella me miró y soltó un bufido sarcástico. -Todavía me quieres.
-No. Te quise, te quise más que a nada. Pero las cosas han cambiado, yo he cambiado.
-¡Y yo también! -Me apresuré a decir.
-Y me alegra mucho de que así sea.
-¿Por qué me besas si no me quieres ya? -Increpé al borde de un ataque de ira infantil. Con ganas de llorar, con la rabia convirtiéndose en lágrimas a las puertas de mis ojos. Ella soltó aire por la boca, leí en sus ojos la incomprensión porque la que la estaba haciendo pasar.
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La especialista
Fiksi PenggemarClarke Griffin lleva una solitaria vida como mecánica. Lexa Woods es heredera de una enorme fortuna. Un día, sus mundos se cruzan. AU