Clarke quiso preguntarle qué había ido mal para hacerla salir esa noche, pero no se atrevió. Acariciaba a León, que tenía la cabeza posada sobre su muslo, y no había, en ningún momento, dudado de que aquella era su dueña.
-No me has olvidado, ¿eh, campeón? -Sonrió revolviendo los pelos de su lomo. Lexa observó aquella escena a regañadientes, odiaba la sensación nostálgica que le traía.
-Puedes llevártelo cuando te marches. -Concedió Lexa. Clarke la miró de inmediato, a pesar de que sus ojos grises se hubieran perdido en la oscuridad del salón.
-¿Quieres que me lo lleve? -Preguntó.
-No. -Respondió sin dudar. -Ha sido una fiel compañía. Pero es tuyo.
-Tú lo has cuidado muy bien. -Dijo. -Y le gusta estar contigo. -Añadió. -Parece que su lugar está contigo. -Lexa suspiró, esperando que algo de oxígeno en sus pulmones pudiera calmar el cosquilleo en su pecho.
-¿Qué ha sido de ti todo este tiempo? -Preguntó quebrando el curso de las palabras y redireccionándolo completamente, hacia un terreno peligroso para ambas.
-No tienes por qué hacerme preguntas de cortesía. -Repuso Clarke con tranquilidad.
-Quiero saberlo. -Dijo Lexa. Haciendo que Clarke alzara la cabeza para mirarla, inevitablemente sorprendida y víctima de un entusiasmo agridulce. Sus ojos se encontraron en la penumbra, y Clarke adivinó en los de Lexa la transparencia, la honestidad que le había negado desde su reencuentro. Y se sintió a salvo de nuevo, como hacía mucho tiempo se había sentido junto a ella.
-Me fui a París. -Respondió volviendo a mirar a León. -Empecé a trabajar en una tienda de antigüedades, y pude alquilar un apartamento cerca de ella, desde el que se puede ir a los campos elíseos caminando. -Comentó.
-No me gusta nada París. -Dijo ella, intentando provocar en Clarke un inocente enfado.
-Eso es porque no la has visto en otoño. Se viste de rojo, de amarillo y de cobre, y se pone preciosa. -Lexa la miró mordiéndose el labio y al instante supo que se retractaría, pero la carcomía estar junto a Clarke sin preguntárselo.
-¿Qué más? -Indagó con valentía. -¿Qué más te ha sucedido en estos años?
-Bueno... -Se encogió de hombros. -He descubierto que mis padres murieron, poco tiempo después de nacer yo. Pero no sé quiénes son.
-Oh, Dios mío. -Respondió Lexa mirándola repentinamente, sorprendida de la noticia y de la despreocupación de Clarke al respecto. -¿Cómo lo has sabido?
-Me consideraban sospechosa en lo de la explosión, así que me investigaron. A mí, y a toda mi vida. -Negó con la cabeza suspirando. -Cuando encontré al tipo que me espiaba encontré un montón de documentos con datos sobre mí. -Lexa la miraba con el corazón en la garganta. No pensó, hasta ese momento, que dos años son mucho tiempo.
-¿Y qué has hecho con él? ¿Lo has matado?
-No. -Respondió sin mirarla. -Yo ya no hago eso. -Y el tiempo transforma a las personas. Incluso en contra de su voluntad. Sí que Clarke tenía un semblante diferente, pero jamás pensó que todo hubiera dado una vuelta completa.
-Realmente sí que has cambiado... -Suspiró Lexa, con la mirada clavada en su regazo.
-He cambiado por ti. Quiero decir, -corrigió. -tú me hiciste querer ser mejor. -A Lexa se le hinchó el pecho, perseguida por un orgullo que solo entiende una madre cuando ve a su hijo dar sus primeros pasos, decir sus primeras palabras. No. Era un orgullo que solo una madre puede experimentar cuando ve a su hijo caer, rasparse las rodillas, e inmediatamente después levantarse, sacudirse el polvo, y sonreír.
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La especialista
FanficClarke Griffin lleva una solitaria vida como mecánica. Lexa Woods es heredera de una enorme fortuna. Un día, sus mundos se cruzan. AU