Capitulo Dos

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Justin se volvió despacio para mirarla.Lo único que deseaba en aquel momento era darse una ducha, echar una siesta y cambiarse de ropa. El campo de entrenamiento de los Marines no le había parecido nunca tan duro como una mañana con aquella pequeña niña. Y sin embargo, pensó al mirar aquellos ojos castaños distantes, tenía la sensación de que sus problemas estaban sólo empezando.–¿Tus normas? –Preguntó resuelto a mantener la autoridad antes de que soltara sus argumentos–. ¿Desde cuándo los empleados ponen normas?-Desde ahora mismo -declaró ella con firmeza. Justin se frotó la nuca. Debería haber imaginado que no iba a ser fácil. Cualquier amigo de su hermana sería tan obstinado e independiente como ella. Miró fijamente a aquellos ojos castaños y sintió algo profundo despertar en él. A pesar de que fuera vestida como una refugiada, se encontró preguntándose cómo serían sus piernas cuando no estuvieran tapadas por tanta tela vaquera.¿Por qué se vestía tan desgarbada? ¿Qué estaría ocultando? ¿Y por qué le importaba a él?No le importaba en absoluto, se aseguró Justin. No se podía permitir aquella sensación que le asaltaba. _____ _______ iba a vivir en su casa para cuidar a aquel bebé. No pensaba estropearlo todo permitiendo que sus hormonas se desataran.Sin embargo, se dijo a sí mismo, debía estar más solo de lo que había creído para sentirse intrigado por una pequeña mujer vestida con ropa dos tallas mayor que la suya.La mirada de los ojos que estaban clavados en él se hizo más helada. Justin hubiera apostado que, aparte de la ropa, aquella mujer no había encontrado nada grande en la vida durante años.Pero como el bebé gorgoriteaba feliz, prefería aceptar lo que dijera la pobre _____ Poppins. Y en cuanto a sus hormonas, parecía que debía pasar algún tiempo con una o dos amigas. Eso le quitaría aquel extraño interés por _____ _______.-De acuerdo -dijo por fin cruzándose de brazos–. ¿Cuáles son esas normas?-Ella asintió.–Me quedaré a cuidar al bebé durante el verano, pero... -¿Sí?_____ inhaló con fuerza e intentó estirarse hasta su formidable altura. A Justin le divirtió. Con su altura nunca podría resultar intimidante.-No me vas a contratar para ser tu ama de llaves -se detuvo un momento para mirar el desorden a su alrededor-. O tu cocinera o sirvienta.-Insultado, Justin intentó defenderse. -Mira, hasta esta mañana, todo estaba controlado.-También -le interrumpió ella con tranquilidad-, nadie se paseará por aquí desnudo, no entrará ninguna mujer al apartamento ni...-¿Qué estás...?–Una de tus vecinas ha creído prudente advertirme de que eres lo que se llama un mujeriego.Justin sacudió la cabeza con un suspiro de resignación.-Déjame adivinar. ¿Pelo blanco y ojos grandes azules?Ella asintió, pero Justin notó la sombra de una sonrisa.-Alba Butler. Como no tiene nada que hacer, se dedica a espiarme.Ella enarcó las diminutas cejas.–¿Espiar? Suena un poco paranoico.Brevemente, Justin recordó la cantidad de veces que había recorrido el pequeño pasillo para encontrarse el ojo azul de su vecina pegado a la puerta entreabierta. Sí, espiar era la palabra adecuada.-No es paranoia si de verdad te espían.Hubo un momento de silencio. Por fin, ella asintió y dijo: -Sí, bueno, el resto de las normas son muy simples.-¿Todavía hay más?Ella sonrió.-Nada de lenguaje malsonante...–Espera un minuto –intentó interrumpirla.-Nada de hablar antes del café de la mañana y nada de televisión ni radio altas a partir de las once de la noche.Justin la miró asombrado. ¿Habría terminado? ¿O sólo se había detenido para tomar aliento?Después de unos segundos sin que siguiera, Justin pensó que ya era su turno.Le diría lo que pensaba hacer con sus normas. ¿Quién se creía que era para decirle cuándo podía ver la televisión? ¿Y lo de las mujeres? No es que tuviera exactamente a una tropa de mujeres entrando y saliendo a diario de su apartamento, pero si quería hacerlo, no iba a permitir que ella lo detuviera.-Escuche, señora... No sé quién diablos se cree que es, pero..._____ se paralizó preparándose para la discusión.Notando que el bebé empezaba a agitarse de nuevo, Justin bajó la voz y habló en tono bajo y razonable.-No puedes darme órdenes. Aquí soy yo el jefe, ¿sabes?-Puedo decirte lo que espero -contestó _____ con el mismo tono de voz que él-. Y si no te gusta, puedes buscar a cualquier otra.Justin no podía creer que le estuviera amenazando. Incluso mientras lo decía, _____ había apretado los brazos alrededor del bebé como si temiera que le quitaran a Estrella por la fuerza. De eso no debía preocuparse. Pero en la posición en que se encontraba, no podía arriesgarse. Si le dejaba quedaría en la misma situación en que había estado por la mañana. En un serio apuro y rogando a su hermana que lo ayudara.De acuerdo, se podía tragar un poco el orgullo por el bien de su salud mental. Y hasta podía aprender a vivir con sus ridículas normas. Cualquier cosa con tal de que se quedara y mantuviera al bebé callado. Después de todo, no iba a ser para siempre. Al final de los tres meses, habría encontrado a una niñera adecuada para ayudarle a criar a la hija de Kevin Powell.Bruscamente respondió:–Bien. De acuerdo.-Gracias -aceptó ella su derrota con gracia-. Pero ya que estamos discutiendo esta situación, quiero añadir una norma más a mi lista.Él bufó con incredulidad.-¿Qué falta?-Quiero dejarlo claro desde el principio: no estoy interesada en ti de forma romántica, así que te agradecería que mantuvieras las distancias.Justin lanzó una carcajada, la primera genuina de toda la mañana. Deslizando a propósito la mirada sobre ella, sacudió la cabeza y dijo:–Ningún problema.

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora