Capítulo Once.

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Perdón por lo que voy a decir pero: ¡ULTIMOS CAPITULOS!


No había sido tanto el fuego como el humo. Uno de los vecinos se había dejado una cacerola con agua y cuando ésta se había evaporado, el humo había disparado las alarmas. Unas horas más tarde, los bomberos dejaron a todos los vecinos regresar a sus casas.

Con la adrenalina todavía bombeándole en la sangre, Justin miró por la ventana del salón mientras _____ acostaba a la niña.


Miró las luces de neón de la ciudad e intentó calmarse.

Todo el mundo estaba bien y no había ocurrido ninguna tragedia. Aunque, pensó con una leve sonrisa, Alba Butler no volvería a ser la misma. Había tenido conectado el estéreo con los auriculares y no había oído las alarmas. Justin todavía no entendía cómo, por fin, le había oído a él aporrear la puerta, pero nunca olvidaría su expresión cuando le había comunicado que había fuego en el edificio.

Se había visto sometida a tener que aceptar que la llevaran en brazos, porque incluso con su orgullo, había tenido que reconocer que era demasiado lenta.
Distraído, se rozó la mejilla donde ella le había dado un beso cuando la había dejado a salvo fuera.

Inhalando con fuerza, apoyó las dos manos en el alféizar y apoyó la frente contra el cristal.

No debería sentirse tan inquieto como estaba. ¿Por qué no se había calmado ahora que su familia estaba a salvo?

La puerta de la habitación de _____ se abrió despacio y él volvió la cabeza. Ella estaba contra el marco de la puerta. La tenue luz de la lámpara de la esquina recortaba su silueta. Por sus ojos ensombrecidos tenía la sensación de que se estaba distanciando de él.

______ apartó la vista. Todavía tenía las emociones demasiado a flor de piel y no quería que él pudiera ver el conflicto que batallaba en su interior.

-¿Está bien Estrella? -murmuró él con voz ronca.

-Sí, está dormida.

–Bien, porque tenemos que hablar.

-Ahora no.

–No puedes aplazar esto –dijo él avanzando hacia ella. _____ se apartó con rapidez dirigiéndose a la cocina.

Tenía que mantenerse ocupada, pensó. Hacer café, fregar los platos. Lo que fuera.

-¿No ha habido ya bastante actividad para una noche? –preguntó ella despacio.

-No. Maldita sea, _____ -explotó él siguiéndola a la diminuta cocina-. Quédate quieta y escúchame.

Ella sacudió la cabeza negándose a darse la vuelta. Mirarlo a los ojos sólo pondría las cosas más difíciles.

Pero Justin no pensaba dejarse ganar. Se acercó a ella por detrás, la asió de los brazos y la volvió. _____ se encontró con sus ojos miel y sintió un temblor de advertencia por la espina dorsal.

–_____ -dijo él con mucha más suavidad–. Lo que ha pasado esta noche me ha dado un susto de muerte.

Con el corazón partido, _____ declaró: -Nos lo ha dado a todos.

-Ya sé que tú también estabas asustada –sus manos se deslizaron por sus brazos-. Pero el miedo también me ha hecho pensar.

-Justin. No... -suplicó sabiendo que ya era demasiado tarde.

El amor brillaba en sus ojos. La determinación marcaba sus rasgos y ella comprendió que no había forma de escapar a la declaración que sabía estaba a punto de escuchar.

_____ sabía que estaba siendo una tonta. Debería sentirse feliz de que un hombre como aquél la amara.

-Tengo que decirte una cosa. Lo de esta noche me ha hecho comprender que lo que tenemos es demasiado frágil como para darlo por sentado –la soltó de forma brusca y se apartó medio paso de ella antes de bajar la voz–. Pensé que tenía todo el verano para convencerte.

No, no lo tenía, pensó ella con tristeza. Pero eso él no lo sabía.

-Ahora sé que no puedo correr el riesgo de esperar -se encogió de hombros con impotencia-. Por lo que sé, podría salir a la calle mañana y acabar atropellado por un camión.

_____ contuvo el aliento. Los recuerdos de aquel accidente de largo tiempo atrás la asaltaron.

Justin se acercó a ella y le rodeó la cara con las manos deslizando los dedos hasta sus sienes.

-No quiero esperar un sólo día más para decirte que te amo.

A _____ se le llenaron los ojos de lágrimas y parpadeó para contenerlas. Lo que hubiera dado en ese momento por poder decirle que ella también lo amaba. Dos cortas palabras. ¿Cómo podían aterrorizarla de aquella manera?

-Ya sé que no quieres oír esto -prosiguió Justin apresurado–, pero, _____. La vida es demasiado frágil como para no decir las cosas que son importantes para los dos.

El pánico le atenazó la boca del estómago. Ella sí que sabía lo frágil que podía llegar a ser la vida y no quería arriesgar de nuevo sus sentimientos para que el destino los despedazara una vez más.

-Quiero que te cases conmigo -espetó Justin antes de sonreír–. Dios, eso es algo que creía que nunca diría.

_____ abrió mucho los ojos. Asustada de repente de que al decirlo hubiera conjurado la mala suerte, susurró:

–No vuelvas a decir eso.

Alargó los dedos entonces hacia sus labios para acallarlo.

Justin le besó los dedos, pero se negó a callar.

-Voy a decirlo y tendrás que escuchar. Esta noche he comprendido que no podría arriesgarme a perderte, _____ –bajó la voz emocionado–. Eres importante para mí. Ni siquiera puedo imaginar vivir sin ti. Pensé que podría esperar. Darte tiempo. Pero no puedo. Necesito un compromiso entre nosotros, _____. Necesito estar casado contigo.

_____ hizo acopio del valor que le quedaba para decir:

–Estar casado no es una garantía, Justin.

-No he dicho que necesitara garantías. Sólo te necesito a ti.

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora