Capitulo Seis. Parte II.

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Acabó un baile y empezó otro.

Justin se detuvo y levantó las manos para rodearle la cara. Entonces la besó de nuevo y con los ojos cerrados, _____ vio un brillo de explosión de estrellas.

Le entreabrió entonces los labios con la lengua y su aliento invadió su boca mientras su beso conquistaba su alma. _____ gimió y se abandonó a él. Un velo de lágrimas le nubló los ojos mientras un suave ardor empezaba a crecer dentro de ella.

Justin la atrajo con fuerza contra su cuerpo. _____ le rodeó el cuello con las manos y se apretó contra él tanto como pudo. Sus pezones endurecidos ansiaban la caricia de sus manos. Con las rodillas temblorosas, se fundió en él mientras su lengua seguía derrumbando las defensas que había mantenido demasiado tiempo.

Justin rompió el beso e inclinó aún más la cabeza, deslizando la lengua por la línea de su cuello. Cuando ella suspiró y ladeó la cabeza hacia un lado para permitirle acceso, él lanzó un gemido gutural contra su pecho. Con el cuerpo palpitante de deseo, Justin inhaló su aroma y supo que lo llevaría siempre con él.

La magia de sus besos era algo que él nunca había conocido.
Su piel era tan suave como se había imaginado que sería. _____ le apretó los hombros con fuerza apremiándolo en silencio.

Estirándose un poco, Justin bajó la vista con una sonrisa de sorpresa.

–Estaba intentando imaginar qué tipo de delicia de encaje llevarías puesta esta noche –sacudió la cabeza con sorpresa-, y no llevas ninguna.-_____ pareció indignada. 

–Por supuesto que llevo ropa interior. 

–Pero... –Justin deslizó los dedos por su espalda y fue entonces cuando notó la estrecha tira de tela entre sus nalgas–. ¿Un tanga?

Ella se estremeció ante la exploración de sus dedos, pero por fin asintió.

–Dios santo –murmuró con voz ronca ante la imagen que se formó en su mente. Se excitó de tal manera que pensó que podría explotar-. ;¿De qué color?

Ella se puso de puntillas para susurrarle al oído:

-Rojo.

-Me estás matando, _____ –gimió antes de reclamar su boca con ansia creciente.
Levantándola en brazos, la llevó hasta el sofá y se sentó con ella en el regazo. Besando, paladeando, mordisqueando su labio inferior, Justin exploró su cuerpo como llevaba soñando hacer durante días.

Deslizando la mano bajo el dobladillo de la camiseta, sus dedos encontraron la tira de color rojo que fue su perdición. No necesitaba verla. Lo único que necesitaba en aquel momento era tocarla.

Ella se arqueó en sus brazos y entreabrió ligeramente las piernas para él. 
Devorando sus labios, Justin deslizó la mano bajo aquel pedazo diminuto de encaje hasta la ardiente humedad del centro de su ser. _____ tembló en sus brazos cuando su mano la abarcó.

Excitado por su respuesta, _____ apartó la cabeza para mirarla mientras sus dedos penetraban más en los secretos escondidos por la barrera de encaje.

-Justin-susurró ella con la voz quebrada lamiéndose los labios.

Algo dentro de él explotó, pero se tragó la punzada de deseo que rugía en su interior.

_____ arqueó las caderas cuando él enterró primero un dedo y después otro en lo más profundo de ella. 

Con la respiración jadeante, Justin se abandonó a ella. A pesar de la corriente de desnudo deseo que le recorría la sangre, la exploró lenta y perezosamente. El ardor de ella lo quemaba y su pasión alimentaba la suya propia. Contuvo otro gemido cuando observó que el placer endurecía sus facciones.

Una y otra vez, sus dedos se movieron dentro de ella cada vez más rápidos y profundos.

Ladeando la cabeza, la besó con necesidad de saborear su boca y sentir el contacto íntimo de sus lenguas tocándose.

La respuesta de _____ fue instantánea. Su lengua se enroscó en la de él y le frotó en una silenciosa danza erótica. Ella daba y recibía, conquistaba y se sometía.
Con suavidad, pero con firmeza, Justin deslizó el dedo pulgar hasta el sensible botón de su placer y el cuerpo de ella se arqueó en sus brazos. _____ rompió el beso susurrando su nombre jadeante.

_____ le apretó los hombros y su cuerpo se retorció en sus brazos cuando los primeros temblores violentos la sacudieron. Justin sintió su fuerza mientras contemplaba cómo se le empañaban los ojos de lágrimas y sus caderas se agitaban con frenesí contra su mano. Él buscó entonces su boca con desesperación tragándose sus últimos gritos y ahogando los suyos propios contra sus labios.

_____ quedó inmóvil en su regazo sin fuerzas. El alivio la inundó incluso aunque todavía sentía pequeños temblores en el centro de su ser. Nunca había experimentado una cosa así antes. ¿Habría sido el clímax tan salvaje por haber pasado tanto tiempo?

No, decidió con una punzada de culpabilidad. Era más que eso. Por mucho que hubiera amado a Zac, nunca la había llevado tan alto ni le había hecho sentir tanto como acababa de hacer Justin.

Al instante creció su sensación de culpabilidad.

¿Cómo podía comparar lo que había tenido con su prometido con lo que acababa de experimentar? Ella había amado a Zac, ¿o no?

Por supuesto. Si no se hubiera muerto, se habrían casado ocho años atrás. Y sin duda, ahora sería la madre que siempre había deseado ser y tendría una vida sexual regular con su marido.

Y sin duda, con la práctica, el sexo hubiera acabado siendo tan estimulante como... aquella primera vez con Justin.

Oh, Dios, pensó con una sensación de ahogo. Si sólo sus manos podían llevarla a aquellas alturas de placer, ¿cómo sería cuando le hiciera el amor?

Lentamente intentó incorporarse en el regazo de Justin. Tirando del dobladillo de la camiseta, enderezó las caderas para gemir al instante al sentir una nueva oleada de placer. Justin no la había soltado y sus dedos estaban profundamente enraizados dentro de ella.

–_____ –susurró él con la respiración abanicándole las mejillas–. Esto ha sido...

-Por favor, no digas nada.

–Tengo que hacerlo –continuó él dándole un beso en la comisura de los labios.

En lo más profundo, _____ sintió la fuerza de sus dedos en el interior de su cuerpo. Sus músculos se contrajeron alrededor de su mano atrayéndolo hacia ella. Era como si no tuviera resistencia frente a él.

-Justin-consiguió decir asiéndole la mano para detenerlo–. Esto ha sido un error.

El alzó la cabeza y sonrió con suavidad.

-El único error ha sido esperar tanto tiempo para probarlo.

-No -dijo ella cuando él le frotó el botón sensibilizado con el pulgar–. ¡Oh!-Se quedó sin aliento cuando la necesidad explotó de nuevo en su interior. No, no podía ser. No tan pronto. No después de lo que acababa de experimentar.

–_____ –susurró él besándola con cada palabra.-Esto es especial. Esto está bien.

-No.

Aquello no podía estar bien. Porque entonces, ¿qué era lo que había sentido por Zac años atrás?

–Sí –insistió él moviendo los dedos dentro de ella, rozando, frotando...

Sus caderas se apretaron contra su mano. Bajo el trasero, sentía la sólida y dura presión de su necesidad. Él le había dado alivio y la había llevado a alturas inconcebibles ignorando su propio deseo.

_____, aunque sabía que se arrepentiría después, buscó el botón de su cintura.
Él se quedó completamente inmóvil con la mirada clavada en ella.

-No tienes por qué hacerlo, _____.

Pero ella lo hizo. Al día siguiente ya se enfrentaría a las consecuencias. Esa noche, sólo quería sentir lo que se había negado a sí misma durante ocho largos y solitarios años.

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora