Capitulo Doce. Parte III. CAPITULO FINAL

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-¿Es que no lo entiendes? -gritó _____ por fin-. Te quiero más de lo que he querido a nadie en mi vida. Si te perdiera como perdí a Zac, esta vez el dolor me mataría.

–¿Quieres garantías? -preguntó él.

-Sí, maldita sea. Prométeme... no, júrame aquí y ahora que no te morirás. Que si nos casamos, vivirás para siempre.

–No puedo hacer eso.

-Entonces no puedo casarme contigo. 

-¿Me estás castigando porque Zac se muriera? Increíble.

-No te estoy castigando. 

-Entonces, ¿cómo lo llamas? 

-Auto protección. 

–*****.

-¿Qué?

_____ lo miró como si estuviera hablando en una lengua desconocida.

–He dicho que eso es un montón de basura. Te estás escondiendo, _____. Intentando cavar un gran hoyo para desaparecer dentro de él. 

-No sabes lo que pasé...

Justin la interrumpió plantando ambos pies en el suelo como si estuviera librando la batalla más importante de su vida.

-Mentira. Yo lo sé todo acerca de la muerte. La he visto tan cerca como para olerla. Y sé que lo más importante que la muerte puede enseñarnos es a vivir. Vivir cada momento como si fuera el último. Estrujar cada maldita gota de vida que podamos. Disfrutar cada minuto como el regalo que es.

-Tú no lo entiendes.

–Sí, lo entiendo. Y tú has estado tan ocupada en intentar no morir, que te has olvidado de vivir.

_____ reaccionó como si la hubiera abofeteado. Echando la cabeza hacia atrás, lo miró con los ojos empañados en lágrimas.

–No tengo miedo de morir –susurró llevándose las manos a la garganta-. Sólo no quiero verte morir a ti.

-¿Preferirías que me fuera de tu vida?

–¡Sí! Hazlo ahora. Por favor.

_____ dio un paso atrás para mantener la distancia entre ellos.

–Intentar esconderte no te ha servido de nada, ¿verdad? Tú no querías amarme. Ni a Estrella. Pero no has podido evitarlo.

_____ miró a lo profundo de aquellos ojos y no pudo negar la verdad.

–De acuerdo, sí. Te quiero. Os quiero a los dos. Pero no puedo dejar que ese amor tome decisiones por mí. No pienso exponerme a un tipo de dolor como ese de nuevo.

-Estás llorando ya.

_____ levantó una mano para frotarse los ojos.

-¿Qué dolor has evitado al dejarme?

-Esta pena pasará -dijo con la voz atenazada-. Pero si nos hubiéramos convertido en una familia y te hubiera pasado algo a ti o a Estrella... -sacudió la cabeza-. Ese tipo de agonía me mataría.

Justin lanzó un gemido tortuoso. Acortando el espacio entre ellos, la asió por los antebrazos y la sacudió con suavidad. Después la miró con furia a los ojos antes de explotar:

-No puedo creer que estés deseando tirar algo que yo ni siquiera creía que conseguiría en la vida.

_____ bajó la cabeza.

-Maldita sea, _____. Te quiero. ¿Es que no entiendes el milagro que es eso? Y sí, el amor es arriesgado, complica la vida y da miedo. Maldición, yo tampoco sé lo que va a pasar mañana -su mirada se clavó en ella y _____ leyó el desesperado amor que brillaba en sus ojos-. No puedo darte garantías, _____. Sólo puedo decirte que vivir sin ti hace que el mundo sea vacío y frío.

Justin subió las manos hasta su cara y le apartó las lágrimas con los pulgares. 
Entonces _____ sintió el calor y la ternura que habían llegado hasta los rincones más oscuros de su alma.

-Sé lo que es la vida sin ti –prosiguió él–. Y no quiero volver a ello. Quiero amarte. Quiero tener hijos contigo.

_____ levantó la mano para cubrirse el abdomen.

-¿_____? -preguntó de repente–. ¿Estás...?

–No -admitió ella sintiendo un vacío dentro que amenazaba con tragársela.

Justin parecía decepcionado, pensó ella. Y cuando habló, se lo confirmó.

-Lo siento. Había tenido esperanzas -sacudió la cabeza de nuevo-. _____, ven conmigo. Crea una familia conmigo. Estrella. Una familia.

Era lo que siempre había deseado. Todo en su interior le impulsaba a apartar sus miedos y aceptar.

-Si siquiera... -susurró-. Si al menos supiera que esta vez todo va a salir bien...

Justin se inclinó y la besó en la frente. El amor por ella lo embargaba de tal forma que pensaba que podría arder.

-Ah, dulzura -dijo con ternura-. Eso no puedo prometértelo. Nadie puede. Lo único que puedo garantizar es que te amaré siempre –le apartó el pelo de la cara sin dejar de mirarla a los ojos-. Eso es lo único que puedo decir. Nuestras vidas están en nuestras manos, _____.

Más asustado de lo que había estado nunca en un campo de batalla, Justin contuvo el aliento y la miró mientras _____ deslizaba la vista a su alrededor.

_____ inspiró para calmarse. Las manos de Justin en su cara le calentaban todo el cuerpo. En silencio, reconoció que esa era la primera vez que no había sentido un frío mortal desde que había escapado del lado de él y de Estrella. Desde que había dado la espalda al regalo del amor. Aquellos días sin él habían estado vacíos. Tan vacíos como lo estaría su vida si seguía viviendo asustada.

Sin embargo, sabía que el miedo de perderlo probablemente nunca desaparecería por completo. Y la perspectiva del dolor le aterrorizaba. Pero, comprendió al volver a mirar al hombre al que amaba, la realidad de vivir sin Justin Bieber en su vida era mucho más aterradora.

Lentamente, alzó las manos para cubrir las de él. Cuando habló, la voz le salió quebrada:

-Hace ocho años, pensé que mi vida se había acabado.

Justin contuvo el aliento y frunció la frente con preocupación.

-Pero no fue así, Justin –dijo acariciándole la cara antes de besarlo–. Era sólo el principio –se detuvo para mirarlo con ternura-. Tú eres el amor de mi vida. ¿Te casarás conmigo?

–Sí –una lenta sonrisa de alivio le surcó la cara–. Y no me importa decir que me has tenido asustado a muerte por un tiempo.

-A mí también –admitió ella antes de arrojarse a sus brazos.

Justin cerró los brazos alrededor de ella y se sintió como si hubiera vuelto a su hogar.

Se quedaron abrazados unos minutos saboreando sólo la felicidad de estar juntos de nuevo.

-¿Recuerdas... -dijo él de repente-, que te había dicho que quería haber sido el general más joven del cuerpo?

Ella asintió contra su pecho y él la abrazó con más fuerza.

-He decidido perseguir una promoción mejor.- _____ladeó la cabeza para mirarlo. 
-¿Qué?

–La de ser el mejor marido y padre que hayas visto en tu vida.

–Tienes mi voto, Marine -dijo poniéndose de puntillas para recibir su beso.

FIN 

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora