Capitulo Uno Parte III.

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A juzgar por los gritos que venían del otro lado de la puerta, el hermano de Jazmine estaba muy ocupado.

_____ ________ parpadeó levemente ante un chillido especialmente agudo.

Se obligó a no girar el pomo. Todos sus instintos le ordenaban que entrara, que recogiera a aquel bebé y que lo consolara. Pero tenía que estar segura antes de hacer tal cosa.

_____ se rió para sí misma. Un poco tarde para cambiar de idea. Si no hubiera estado segura, ¿habría tomado un vuelo desde Santa Barbara a San Diego casi nada más hablar con Jazmine? ¿Estaría siquiera en la puerta del apartamento del capitán Justin Bieber con casi toda su vida metida en tres maletas?

De acuerdo. Bien. Entonces quería el trabajo. Hasta le había parecido un reglo de los dioses en cuanto Jazmine se lo había mencionado. _____ adoraba a los bebés. Había planeado tener varios propios a esas alturas. Frunció el ceño levemente.

Tantos planes...

Y ahora, allí estaba, con treinta años, soltera y esperando que el hermano de su mejor amiga la contratara para el verano. Porque la única manera de atenuar la fiebre que sentía por los niños era cuidar a los de los demás. No había marido ni hijos para ella en el futuro. Todos esos sueños habían muerto con Zac ocho años atrás.

Bueno, eso es un buen comienzo para el verano, se dijo a sí misma. Ahógate en la autocompasión.

-Sss.

_____ frunció el ceño y miró a su derecha, pero no vio a nadie.

-Sss.

La voz sonó más alta esa vez. Examinando el pasillo con cuidado, _____ divisó por fin una de las puertas de los apartamentos abierta poco más de unos centímetros. Asomado por la ranura, la miraba un brillante ojo azul.

-¿Está hablando conmigo? -preguntó _____ vacilante.

La puerta se abrió un poco más mostrando un poco de la cara a quien pertenecía el ojo. Una mujer. Baja, con facciones rapaces y con pelo canoso.

- ¿Vas a entrar ahí? -preguntó la mujer.

-Sí -contestó _____ con una sonrisa amistosa. Quizá la mujer tuviera miedo de salir al pasillo-. He venido a cuidar al bebé.

-Tú cuídate a ti misma, señorita -dijo la mujer con suavidad-. Ése de ahí, es un mujeriego.

-¿De verdad? -_____ dirigió una mirada especulativa a la puerta tras la que se oían los gritos del bebé.

-No pareces su tipo habitual -prosiguió la mujer-. Pero pensé que debías saberlo. Quien avisa no es traidor.

Con aquel refrán intrigante, la mujer cerró la puerta. En rápida sucesión, _____ escuchó cuatro cerrojos correrse.

Interesante comienzo de su nuevo trabajo, pensó. Sin embargo, no pudo evitar pensar qué tipo de mujer le gustaría al capitán Bieber.

Entonces rechazó las advertencias de la anciana, hizo acopio de valor y alzó la mano derecha para llamar. Se detuvo a mitad de camino al escuchar a un hombre gritar por encima de los lloros del bebé.

-¿Sí? -Hablaba con el bebé-. Si esa _____ _______ es tan estupenda, ¿cómo es que no está ya aquí? ¡He tenido que llevar al bebé a la tienda! Y no ha sido nada agradable.

_____ apartó la mano y miró a la puerta cerrada como si pudiera ver a través de la gruesa madera al hombre enfadado que había dentro.

-¡Jazmine! -gritó-. ¡Esto no es divertido!

_____ tuvo que sonreír. El sentido del humor de Jazmin Bieber era una de las cosas que más le gustaban de su amiga.

-Necesito ayuda. ¿Dónde diablos está esa amiga tuya?

La ocasión era demasiado buena como para dejarla pasar. Con rapidez, llamó con los nudillos.

La puerta se abrió inmediatamente.

El irritado hombre que llevaba un teléfono inalámbrico en la mano, la miró fijamente. Bueno, no encajaba con la descripción de él que había hecho su hermana. Jazmine lo había descrito como «atractivo, meticulosamente aseado y con más confianza en sí mismo que tres millonarios.»

Sin embargo el hombre que tenía delante parecía un salvaje. Con el pelo casi rapado llevaba una camiseta blanca salpicada de diferentes tipos de comida infantil y en los pantalones arrugados tenía una sospechosa mancha de humedad.

Los pies descalzos, sólo aumentaban su imagen de un hombre al borde de un ataque de nervios.

Si embargo, nada de aquello le restaba atractivo. Sus agudas facciones definidas, su fuerte mandíbula, recta nariz y labios levemente jugosos, constituían a un hombre demasiado atractivo para su propio bien. Kenia no había mentido. Estaba como un tren. Sin embargo, no era sólo su cara la que resultaba atractiva. Era la fuerza que parecía emanar. _____ sintió una oleada de ardor en el estómago que se extendió hasta sus piernas. Inspiró con intensidad alzando la mirada para encontrarse con sus ojos. De un color miel, parecían mirarla directamente al alma y escudriñar sus secretos más profundos.

_____ sacudió la cabeza levemente y apartó la vista de su deliberada mirada. Lo único que no necesitaba era empezar a ponerse nerviosa.

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora