Capitulo Once. Parte II.

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Pero ella sí necesitaba garantías. Necesitaba que alguien le dijera que esa vez todo saldría bien. Que esa vez, el hombre al que amaba viviría para siempre. Pero como no podía obtener aquella promesa, no se arriesgaría de nuevo.

Iba a empezar a hablar cuando Justin la cortó.

-No contestes todavía. Piénsalo. Piensa en nosotros. Y en Estrella -deslizó una mano por su vientre plano-. Podrías estar embarazada, _____. Piensa en eso también –cerró los ojos y apretó la frente contra la de ella–. Te quiero, _____. Y sé que tú también nos quieres, a Estrella y a mí. Ninguno de los dos habíamos planeado que sucediera esto. Pero ya sabes lo que tú misma dijiste acerca de adaptarse a los cambios de la vida.

Ella asintió con rigidez y recordó los ocho largos años en que se había escondido del mundo.

Los brazos de Justin la rodearon atrayéndola.

-Podríamos ser felices juntos, _____. Los tres. Cielos, quizá hasta los cuatro. Pero creo que eso ya lo sabes.

Sí, podrían ser felices. Si sólo el riesgo no fuera tan grande. Y en cuanto a la posibilidad de estar embarazada, no quería preocuparse aún. Todavía le quedaba otra semana.

Sin embargo, la idea de que el hijo de Justin estuviera creciendo dentro de ella era de alguna manera reconfortante.

–Ámame, _____ –dijo agachando la cabeza para darle un beso–. Y déjame amarte.

Ella se apoyó contra él. La instantánea ráfaga de calor le llegó hasta el alma. Esa noche se abandonaría a las increíbles sensaciones que Justin despertaba en ella. Podrían pasar otra noche juntos. Al menos eso se lo merecían.

_____ se estiró, le rodeó el cuello con los brazos y cuando él la alzó en brazos, suspiró contra su boca. Justin la llevó rápidamente a la habitación y al instante su ropa estuvo desparramada por el suelo.

Las manos de Justin parecieron estar por todo su cuerpo a la vez. La chupó y su lengua pareció evaporar la sombría soledad que le atenazaba el corazón. Le atrajo la cabeza hacia sí pidiéndole en silencio más.

Y él se lo dio. Adoró sus senos con sensualidad, uno tras otro, mientras sus manos se movían por su piel excitándola hasta lo más hondo.

Cuando se deslizó a lo largo de su cuerpo, _____ gimió con suavidad. Los labios y la lengua de Justin trazaron un sendero por toda su piel. Ahora, las ráfagas de placer ascendían hasta la superficie lentamente.

Cada beso era una promesa. Cada caricia una bendición.

Por fin, Justin se movió para situarse entre sus muslos.

Ansiosa por sentirlo dentro de ella, _____ alzó los brazos para asirlo, pero él no hizo ningún gesto de ir a colocarse sobre ella.

-Justin – susurró–. ¿Qué estás haciendo?

Con los ojos nublados de pasión, la miró con fijeza.

-Amarte -respondió antes de bajar la cabeza.

_____ gimió en alto cuando su boca llegó al centro de ella. Enroscó los dedos en la sábana buscando algún soporte para aquella espiral creciente de sensaciones.

La lengua de Justin giró y rotó alrededor del diminuto botón sensibilizado. _____ se retorció y no pudo contener el aullido de placer que se le escapó de la garganta.

Justin alzó la cabeza y le sonrió. Deslizando las manos por debajo de su trasero, le levantó primero una de las piernas y después la otra hasta colocarlas sobre sus hombros.

Ella lo miró atrapada en el brillo de sus ojos. Hechizada siguió mirándole mientras lenta y sensualmente, él la cubría con su boca de nuevo. _____ cerró los ojos un instante y los abrió enseguida. Suspendida en el aire, no podía hacer otra cosa que sentir. _____ contempló cómo la tomaba. Las sensaciones eróticas le cosquilleaban por todo el cuerpo mientras él le daba los más íntimas caricias con la lengua.

Con las caderas alzadas y las rodillas clavadas en su espalda, se agitó inestable cuando su boca la llevó a unas alturas con las que ni siquiera había soñado.

Entonces Justin deslizó un dedo dentro de ella y _____ perdió el último ápice de compostura. Le asaltaron demasiadas sensaciones a la vez. Con la respiración jadeante agitó las caderas una y otra vez.

El mundo alrededor de ella se agitó cuando la sacudieron los primeros espasmos. Los labios y la boca de Justin se movieron entonces con más rapidez apremiándola. Los ojos se le cerraron cuando una última sacudida de placer la desbordó.

Justin la tendió con suavidad en el colchón y estiró la mano hacia la mesilla para alcanzar el preservativo que tanto necesitaba. Cuando estuvo listo, la penetró haciéndola lanzar un gemido de placer.

Casi con un deseo frenético, se lanzó hacia la plenitud y con una última sacudida, se unió a ella en el otro lado de la pasión.

Un regalo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora