Capítulo Ocho.

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Tres días más tarde, _____ se apresuraba por el pasillo enmoquetado que conducía al apartamento. Eran casi las cinco, pensó al mirar con ansiedad a su reloj.

No debería haberse quedado tanto tiempo en el parque, pero Estrella se lo había estado pasando tan bien en el columpio de bebés que no había podido apartarla de él.


Ahora corría el riesgo de tropezarse con Justin.

Durante los días anteriores, la idea de Jazmine de apartar a la niña de él había salido bien. Para cuando él llegaba de trabajar, Estrella ya había comido y estaba metida en la cama. Por las mañanas, la bañaba después de que él abandonara la casa.

La consecuencia del plan de Jazmine era que ahora, cuando estaban a solas, Justin no había vuelto a hablar de aquella noche. En vez de eso, sólo preguntaba por la comida o los dientes de la niña.

Hasta había vuelto pronto a casa la noche anterior con la idea de pillar a Estrella antes de irse a la cama. Pero como no lo había conseguido, _____ esperaba que esa noche regresara incluso antes.

A mitad del pasillo, se apresuró más cuando vio que una puerta se abría a su izquierda. Alba Butler salió de su apartamento. No, ahora no, pensó _____.
Simplemente no tenía tiempo de escuchar otra parrafada acerca de los peligros de vivir con Justin Bieber.

La otra mujer frunció levemente el ceño antes de agacharse hacia la pequeña

-Hola, dulzura –Estrella agitó las piernas encantada-. Mira lo que tiene Alba para ti.

Sacando la mano de detrás de la espalda, le ofreció al bebé un conejo de ganchillo de color rosa.

Estrella balbuceó, lo agarró y se lo llevó a la boca.

_____ miró asombrada al feliz bebé antes de desviar la mirada hacia la mujer.
Tenía las profundas arrugas suavizadas y un brillo de emoción en los ojos.

-Alba Butler. Es usted un fraude.

La otra mujer le dirigió una mirada por el rabillo del ojo.

-No sabes de lo que estás hablando.

_____ sonrió y sacudió la cabeza.

-Tienes engañado a Justin, ¿sabes? -la anciana bajó las cejas blancas–. Y a mí también... hasta ahora. Vigilas y regañas a todo el mundo y de repente dedicas varios días a hacer algo como esto para un bebé al que apenas conoces –le dio una palmada a la anciana en la mano–. ¿Sabes que eres muy amable, Alba?

–¿Amable? -Alba sacudió la mano–. Nada de eso. Me sienta bien tener a alguien para quien hacerlo. Es egoísmo solamente.

-Si eso es egoísmo, no sé cuál será tu definición de generosidad.

Alba apartó la mano.

-Eres una chica muy agradable -dijo mirando a _____ de arriba abajo-. Y yo diría que una mejora considerable comparada con el tipo de mujeres que él solía traer a su casa.

_____ sintió una punzada de celos. Aquello no tenía sentido. Ella no estaba enamorada de Justin.

–¿Qué tipo de mujeres? –preguntó antes de pensarlo.

–¡Oh, de esas modelos! Delgadas como espátulas, con sonrisas falsas y vestidos de seda.

Deprimida de repente, _____ bajó la vista hacia su atuendo y puso una mueca sombría.

–Pero llevo meses sin ver a ninguna –estaba diciendo Alba.

-¿Meses?

¿Por qué aquella noticia le traía un rayo de esperanza?

-Sí. Al menos desde que tú viniste, espiarlo es tan interesante como ver al césped crecer.

–Intentaré hacerlo mejor a partir de ahora -dijo una profunda voz detrás de ellas.

En vez de darse la vuelta, _____ observó las relajadas y casi amistosas facciones de Alba contraerse en un gesto de desaprobación.

-¿Te ha dicho alguien que está mal escuchar las conversaciones ajenas?

-Nadie, señora.

–Eso me parecía.

_____ se volvió y vio que tenía casi una sonrisa en los labios mientras discutía con Alba.

–Podría enseñarme usted modales.

–No viviría tanto tiempo como para conseguirlo –dijo la mujer con un bufido antes de darse la vuelta hacia su puerta.

-Usted vivirá para siempre -le aseguró Justin.

Alba se detuvo, ladeó la cabeza y lo miró con recelo.

-¿Y cómo lo sabes?

Justin sonrió.

-Sólo los buenos mueren jóvenes.

Alba bufó, pero _____ notó un brillo de humor en sus ojos.

-Rudo, ya te lo he dicho. Simplemente rudo.

La mujer cerró entonces la puerta y echó los cuatro cerrojos.
Todavía sorprendida por el intercambio, _____ miró un momento a la puerta cerrada antes de mirar a Justin.

-Le caes bien, ¿verdad?

-Bueno, ésa es una palabra muy fuerte. Que no me odia, se parece más a la verdad.

Después de agitar el pelo de Estrella, Justin se estiró y miró a la mujer que seguía invadiendo sus sueños.

-Has vuelto pronto.

-Tengo que hacerlo estos días. Si quiero verte a ti o a Estrella –ella apartó la vista, pero Justin notó un destello de culpabilidad en sus ojos–. No sé lo que pretendes últimamente, pero, ¿te das cuenta de que no he visto a Estrella en varios días?

_____ empujó el cochecito hacia el apartamento.

-¿No era eso lo que querías?

-¿Querer qué?

-No querías que te molestara el bebé -se metió la mano al bolsillo para buscar las llaves-. Me estoy encargando de que no te moleste.

-¿Y quién te ha encargado hacer invisible a Estrella?

Justin la apartó a un lado, abrió la puerta y se apartó para que metiera la silla.

-Tú mismo.

-Tonterías. Yo nunca he dicho que quisiera que la escondieras en el desván.

-Tú no tienes desván. Pero dijiste que nunca habías querido niños y que si hubieras sabido que Kevin te encargaría la custodia, lo habrías impedido.

-Eso es diferente. Eso es lo que sentía antes.

-¿Y qué ha cambiado?

Justin no respondió. No sabía qué contestar.

Dirigiendo una mirada rápida al bebé, sintió que algo se le encogía dentro. Parecía que había crecido en los últimos días. Pero aquello era una tontería. No podía haber crecido en dos días.

Pero le sentaba bien verla. Mejor de lo que hubiera pensado.
Le había costado admitirlo y no quería pensar que lo mismo le pudiera ocurrir con _____. Todavía no.

En silencio, cerró la puerta.

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