Capítulo Siete.

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Justin se estiró en la cama y volvió la cabeza hacia la puerta de su habitación. La oyó moverse por la habitación de al lado y escuchó el suave murmullo de su voz calmando a Estrella.

Lanzó un gemido y dio un ****azo al colchón. ¿Qué tipo de hombre era para que lo excitara la voz de una mujer arrullando a un bebé?


Le costó toda la fuerza de voluntad que poseía quedarse donde estaba y no ir a su lado. Deseaba una explicación. Quería saber por qué había habido aquel ardor tan increíble entre ellos. Y quería sentirlo de nuevo.

Básicamente, pensó sombrío, la deseaba.

Una y otra vez.

Inhalando con fuerza, arrellenó las almohadas bajo la cabeza y alzó la mirada hacia el techo.

Maldición. Él no necesitaba aquella complicación. Recordó entonces la primera imagen del encaje rojo envolviendo apenas sus pequeñas curvas. Bajo aquella ropa que se obstinaba en llevar, había un cuerpo que podría volver loco a cualquier hombre. Y encima era cálida, delicada y gentil. Todo lo que él había intentado evitar en las mujeres desde hacía tiempo.

Maldición. Debería sentirse mejor, acababa de hacer el amor con ella y satisfecho la necesidad que le llevaba atormentando semanas. Y en vez de eso, sentía el cuerpo tenso de necesidad. Hacer el amor, sólo le había despertado más el apetito.

Las imágenes le asaltaron. Sus cuerpos bañados por la luz de la luna y cómo se habían abandonado al amor en la oscuridad.

Abandonado.

Maldición. Se incorporó en el acto. ¿Cómo podría haber sido tan descuidado?

Saltó de la cama al instante y cruzó la habitación para dar tres suaves golpes en la puerta de la de ella.

_____ abrió al instante con un dedo en los labios. Pasando por delante de él, cerró la puerta tras ella.

–Silencio o la despertarás de nuevo.

-_____, me acabo de acordar de una cosa.

Se maldijo otra vez por haber sido tan *beep*.

-Justin. Estoy cansada y preferiría no hablar ahora... 

-¿Estás tomando por casualidad la píldora? -preguntó él sin rodeos.

_____ frunció el ceño con expresión de incredulidad.

-Supongo que eso quiere decir que no.

Justin se pasó la mano por el cuello. Más complicaciones. Como si ya no hubiera suficientes.

-Por supuesto que no. No las había necesitado hasta esta noche.

–Maldición –susurró él.

–Eso no tiene por qué querer decir nada –dijo ella como para darse confianza a sí misma-.Ahora mismo no tengo muchas posibilidades de concebir.

Pero ése era el argumento con el que se habían engañado miles de parejas a lo largo de la historia.

-Debería haber tenido cuidado.-Él siempre tenía cuidado. Nunca había confiado en que la otra persona se encargara del control de natalidad.

Pero esa noche, por primera vez en su vida, no se había tomado el tiempo de pensarlo. En vez de eso, habían actuado como una pareja de chiquillos en el asiento trasero de un coche. 

-Es culpa mía. Lo siento, _____.

-Déjalo. Yo ya soy una mujer. Debería haber tenido cuidado yo misma.

Entonces, ¿por qué se sentía él tan torpe? –Esto no va a llevarnos a ningún sitio –dijo Justin-. De todas formas, ahora no podemos hacer nada. ¿Cuándo lo sabremos?

-¿Hum? Oh. En un par de semanas.-Él asintió con rigidez. Dos semanas se le antojaba una eternidad teniendo en cuenta todo lo que había pasado en las dos anteriores. Ahora tenía una niñera, un bebé y quizá otro en camino. Dios bendito.

-Buenas noches, Justin -se despidió ella antes de darle tiempo a decir nada más.

Entonces abrió la puerta y se cerró en su habitación. Justin apoyó las dos manos contra el marco de la puerta con el ceño fruncido. Vaya desastre. Suspiró y recordó la expresión de sus ojos antes de cerrar la puerta.

A juzgar por ella, aquello no se repetiría más.

Muy disgustado consigo mismo, dirigió una última mirada a la puerta cerrada y se fue a su cama vacía.

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