La respuesta

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-Es la pregunta más hermosa que me han hecho en mi vida...

-¿Aceptarías?

- ¡Tengo miedo! Miedo a depender de ti, a amarte cada día más y que me dejes sola, a encerrarme como antes en mi misma pensando si yo te importaba o no, no quiero quedarme sola en casa pensando que estarás con alguien más o que sencillamente no me valoradas como yo a ti, tengo miedo de imaginar que otra vez me vuelvas a matar en vida, que me vuelvas a hacer esperar, yo no soy mujer de turnos, han cosas que han cambiado, yo no pretendo ser tu pasatiempo ni tu querida, yo no pretendo enredarme contigo para sufrir, porque te conozco y sé que seré yo quien terminara mal... Le respondió Paula mientras una tras otra lágrima salía de sus ojos oscuros...

- ¡Te traje algo! Son unas cartas, te las escribí durante todo el tiempo que no supe nada de ti, durante el tiempo donde agonizaba por no poder verte, ni escuchar tu risa... Solo léelas, yo... Yo respeto tu decisión, espero al leer eso que tienes allí cambies de idea, siempre estaré para ti... Mientras un nudo en la garganta se apoderaba de su respiración...

-Solo dame tiempo, porque aún no creo que esto esté pasando, no creo que me ames, no creo que me extrañes, es que me parece difícil pensar que...

- ¿Que el maldito por el que lloraste ahora te pide matrimonio porque te ama?

-No digas tonterías... Solo dame espacio, no me desapareceré, te lo prometo...

- Es que en mí nunca te has ido...

Al terminar esta conversación, Paula salió de aquel lugar con las manos frías y los labios temblorosos, con los ojos aguados y con unas ganas inmensas de gritar, llorar, eran demasiado los recuerdos que la torturaban, era demasiado el dolor que él había causado en ella, que todo era tan difícil de entender que ella no podía creer nada de lo que había pasado, por tanto al llegar a su hogar, sólo se dio un baño de agua tibia y se acostó en su viejo sofá, dispuesta a asumir la realidad que sus ojos iban a leer, mientras que Eduardo no podía dejar de sentirse culpable, de repudiarse y de lamentarse por tantas estupideces que había cometido en el pasado...¿Acaso ella me aceptara? ¿Dónde puedo encontrar a una princesa como ella? Yo deseo con el corazón que ella sea mi nueva vida, mi felicidad, la esperanza con la que tanto delire, que sea ella la que me salve de mí mismo, la que me cuide de mis demonios, la que me crié mis hijos, la que envejezca junto a mí, la que me valore, esta insegura por mis acciones y tengo fé de remediar el daño... Dios mío tengo Fe

El Ángel y la PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora