El silencio en aquella extraña cabaña solo era opacada por las respiraciones aceleradas y nerviosas de los presentes. Sus ojos aún podían divisar lo que los rodeaba. Aquel lugar se hallaba completamente cerrado. Las ventanas y puertas habían sido hechizadas para que fuese imposible escapar y, aunque entrara levemente la luz de la luna por entre las maderas que las cubrían, estaban abandonados en mitad del bosque, sin nadie que pudiese escuchar los gritos que pronto se pronunciarían.
Morana aún rememoraba el cómo había llegado allí. Por su propia seguridad, se había encargado de aprenderse cada uno de los caminos que habían tomado. Lucius Malfoy se lo había dicho desde un inicio, podrían no salir nunca más de allí.
Con su entorno apenas visible, su mirada se paseaba por la habitación. A pesar de que por fuera se viese como una cabaña pequeña y abandonada, por dentro era completamente diferente. Las columnas altas sostenían el techo elevado dándole un aspecto parecido al de una mansión. Incluso, la habitación en la que se encontraban podía considerarse más grande que la cabaña vista desde afuera. No era acogedora, pero aquella pequeña parte del lugar era lo más decente que había observado desde que llegó. Los únicos muebles que habían, se hallaban completamente empolvados, como si hubiesen sido abandonados por mucho tiempo y, sin haber de otra, algunos de los presentes optaron por sentarse. Morana no podía creer cuantos se hallaban allí. Desde personas que había conocido toda su vida, como Luccia, Barty, Avery, Antonin, Severus y Regulus, hasta a otros estudiantes de Hogwarts, como en el caso de Kardia Shafiq y Nicholas Carrow. Ella era, quizá junto con Barty, la menor de todos.
Barty pasó su mano por sobre la chimenea. El polvo se levantó, provocando que agitara su mano e hiciera caer un objeto rectangular que, al hacer ruido, llamó la atención de cada uno de los presentes, los cuales lo observaron con seriedad para luego perder sus miradas en las paredes. Luccia fue la única que observó que aquel objeto era el retrato de una familia vestida de una forma extraña.
El sonido de la puerta de entrada –la única salida- hizo que todos elevaran la mirada hacia un mismo punto: la puerta cerrada de la habitación donde se encontraban. Ninguno de ellos se movió de su lugar. Se limitaron a escuchar los sollozos y pisadas probablemente descalzas de detrás de la puerta, acompañados de los gritos enojados y algunos golpes.
Cuando el silencio volvió a tomar la habitación, la puerta se abrió de golpe. La figura de un hombre corpulento de estatura media y cabellos aparentemente oscuros, ingresó con su varita en mano apuntando hacia su rostro. La luz que salía de esta provocaba que las sombras deformaran su cara, al igual que la sonrisa que estaba dando.
- Como regla del juego, siempre se permite que la escoria tome cierta ventaja – dijo el hombre. Su voz gruesa y potente se oía fuerte en aquella cerrada habitación. – Conocen lo que tienen que hacer. Veinte puntos por tortura, Veinte por cada muerte. Si alguno de ellos huye, descubriremos que hace un cuerpo cuando ha sido expuesto demasiadas veces a la maldición cruciatus.
La mayoría de ellos sonrió como si aquello hubiese sido parte de un chiste. Luccia, por su parte, observó al hombre con seriedad, ocultando su nerviosismo. A comparación de sus amigos, ella no se hallaba convencida. Estaba siendo obligada por su propia familia a formar parte de aquel bando al igual que su primo Lucius.
El hombre se apartó de la puerta minutos después. Con un leve movimiento de varita, hizo que las antorchas casi invisibles en la oscuridad, se prendieran e iluminaran vagamente la mansión.
- Llegó la hora. Maten o morirán, ustedes eligen.
Dicho esto, uno a uno fueron saliendo de la habitación a paso rápido. Las risas y los gritos con la intención de asustar no se hicieron esperar. De un momento a otro, el silencio se había convertido en un infierno de sollozos y pedidas de auxilio.
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Dílseacht Foritt
Fanfiction¿Hasta donde es capaz de llevarte el seguir tus propias creencias? La traición se ha vuelto tan común al igual que el dolor. Si te educaron para seguir tus propios ideales, entonces ¿Por qué la gente está en contra? * La primera parte ha finalizado...