Aglaia se levantó notablemente más temprano de lo normal. Se hallaba motivada por la promesa que le había hecho a su hermano. Necesitaba darle esa tranquilidad que estaba buscando y, si estaba en sus manos poder ayudar, lo haría.
Pasó sus dedos por sus cabellos, peinandolos casi perfectamente mientras observaba el cielo recién aclarándose. Había mucho trabajo que hacer, muchos casos que leer y, con lo que acontecía a su alrededor, todo se volvía aún más caótico. Debía concentrarse lo suficiente para ser de ayuda; aunque su mente estuviese a cientos de kilómetros.
La casa se hallaba en silencio. Aglaia caminó con pasos cortos por los pasillos hasta llegar al gran salón. Sabía que faltaba, por lo menos, media hora para que su padre se despertase. Aunque por lo acontecido, tenía el presentimiento de que en realidad, nadie estaba durmiendo. El funeral y las penas que los rodeaban, eran demasiado peso para todos, aunque con motivos diferentes.
Sobre la pequeña mesita cerca a la chimenea se hallaban dos copas al lado de una botella. Para su padre, la situación cada vez era más complicada. Ella lo entendía, pues veía la realidad del ministerio. Ya no habían buenas personas dirigiéndolo. Según su padre, solo quedaban unos pocos realmente honestos. "Una verdadera lástima para quienes confian en nosotros", solía escucharlo decir.
Aglaia observó la Chimenea por breves segundos. El día anterior, había quedado con Andrew de verse a esa misma hora. Sabía que, después de todo, el apoyo de su mejor amigo podía aliviar su tensión. De todas formas, a su padre siempre le había parecido correcto que el mayor de los Arcium la acompañara a un lugar tan peligroso como era ahora el Ministerio. No había otro motivo más que aquellos o, por lo menos, eso quería creer.
Buscó sobre una de las repisas una hoja y una de las plumas doradas que había acomodado su madre. Si se iría pronto, debía avisar. Ella era bastante responsable en ese aspecto.
Cuando sus dedos hubieron dibujado letra por letra, su vista se levantó la tiempo en el que se escuchaba un sonido proveniente de la chimenea. El salón se iluminó brevemente por una luz verde y, entre unas llamas coloridas, apareció el rostro de Andrew con notables ojeras y una sonrisa amistosa. Estiró sus brazos a cada lado y suspiró esperando un saludo.
- Llegas tarde - dijo Aglaia dejando de lado la pluma dorada mientras lo observaba con seriedad.
Andrew se quedó parado unos segundos sin cambiar su gesto alegre. Aglaia era especial, especialmente seria.
- Amargada -susurró con un tono de voz lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara.
Andrew caminó unos cuantos pasos, saliendo de la chimenea. Aglaia, por su parte, emprendió marcha hacia esta evitando cualquier saludo.
- No tenemos tiempo que perder - dijo tomando un poco de los polvos verdosos que se hallaban en un recipiente sobre la chimenea.
Sin embargo, antes de poder entrar, sintió un peso en su brazo derecho. Andrew la estaba sujetando con cierta firmeza. Aglaia se giró confundida. Él no parecía molesto, solo serio.
- Recuerda que no debes ser tan obvia. Moody y Litchog no son fáciles de engañar. Si se entera que te estás involucrando en este caso...
Aglaia arrugó la frente con cierto enojo.
- Lo dices como si no me conocieras. Sé lo que debo hacer - respondió ella liberando su brazo. Odiaba que la subestimaran.
Andrew suspiró. Sabía que, cuando Aglaia estaba así, era casi imposible hablar con ella o hacerla cambiar de opinión. La conocía a la perfección. De todas maneras, habían pasado 8 años como amigos. Caminó a regaña dientes hacia la chimenea, tomó algunos polvos y se colocó al lado de Aglaia. Está solo lo miró de reojo y soltó los polvos a la altura de su cabeza mientras decía el nombre del ministerio. Andrew la siguió.
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Dílseacht Foritt
Fanfiction¿Hasta donde es capaz de llevarte el seguir tus propias creencias? La traición se ha vuelto tan común al igual que el dolor. Si te educaron para seguir tus propios ideales, entonces ¿Por qué la gente está en contra? * La primera parte ha finalizado...