Dílseacht Foritt

Erasmus

Aglaia fue la primera en acercarse. Instintivamente había tomado su varita y ahora la escondía entre los pliegues de su capa. Protegería a sus hermanos si eso fuera necesario.

Tiberius, por su parte, colocó a Morana detrás suyo. Ésta rodó los ojos con molestia; lo que más le enojaba era que la subestimaran. Ella estaba segura de que era mejor que cualquiera de sus hermanos.

El aspecto casi escuálido del anciano era difícil de apreciar sin intentar desviar la mirada. A pesar del grueso traje que llevaba por la nieve, podía notarse la piel pálida pegada en su rostro.

- Niños - habló. El tono de voz que usaba casi parecía irreal frente a su cuerpo - Mi nombre es Edward Corak, un viejo amigo de la familia, Su madre y padre me envían a recogerlos. Ellos no han podido venir por motivos que explicarán en casa. - dijo tranquilamente mientras ocultaba sus manos dentro del saco.

Los tres arquearon las cejas.

- ¿Se supone que debemos creer esto? Nuestros padres no enviarían a un supuesto conocido a recogernos - dijo Tiberius alzando la voz.

El viejo Edward se encogió de hombros. Una sonrisa sarcástica se formó en sus labios.

- Su madre me dijo que esto pasaría - habló - Como siempre, Ariadna va un paso adelante, aunque era muy obvio - bufó - Oh, el viejo Edward es realmente bueno subestimando a los demás - dijo, hablando consigo mismo- Como sea, creo que sí conocen a esta vieja amiga.

El hombre dio un paso al costado. Detrás de él apareció una figura bajita, envuelta en ropa especial para el invierno que apenas dejaba descubierto su rostro. Su mano pequeña levantó un poco el gorro de lana, dejando ver sus grandes ojos y orejas puntiagudas.

- ¿Dixy? - dijo con molestia Morana.

La elfa levantó la mirada, caminando hasta situarse entre el hombre y los hermanos.

- Dixy está muy feliz de ver a los amos - dijo casi en un chillido mientras saltaba en un pie.

- Dixy ¿Dónde están nuestros padres? - respondió Aglaia enseguida. No había ocultado su semblante preocupado.

- El amo August ha tenido una emergencia y necesitó de la ama Ariadna. La ama Ariadna los está esperando en casa. Dixy y la ama Ariadna prepararon una deliciosa comida para los amos menores - chilló.

- En ese caso, pudiste haber venido solo tu, Dixy - dijo Aglaia mirando de reojo al anciano.

- Ariadna deseaba que tuviesen más protección - contestó amablemente Edward.

- Con todo respeto, señor -dijo Tiberius- usted está tan...

- Anciano - completó Morana, sonriendo de lado.

- Oh, no me subestimen, niños. En mis mejores tiempos, era un gran duelista. Si les contara todo lo que hice y mi historia con sus padres, no podrían creerlo - dijo Edward mientras sonreía.

- Como sea, quiero ir a casa - interrumpió Morana- ahora.

- Los amos deben sujetarse de Dixy - dijo la pequeña elfa.

Dixy esperó a que los hermanos y el viejo hombre tocaran sus brazos para aparecer frente a la mansión Foritt.

Sin esperar demasiado, Morana y Aglaia corrieron hacia la casa gritando el nombre de sus padres. Tiberius, por su parte, se quedó observando como el viejo se daba la vuelta y emprendía un viaje en dirección contraria. Edward no se despidió, solo se alejó, volteando una única vez como símbolo de despedida hacia Tiberius y la vieja elfa.

La casa, por dentro, se hallaba apagada. No habían decoraciones de navidad por ningún lado; algo que era ciertamente raro, pues Ariadna amaba esas fiestas y siempre se esmeraba por arreglar la mansión. El único cuarto medianamente alumbrado era el del salón principal, el cual dibujaba siluetas en las paredes producto del fuego de la chimenea. Aglaia y Morana corrieron hasta el lugar, observando con sorpresa cómo el cuerpo de su madre se hallaba cerca del fuego. Ariadna, al escuchar a sus hijas, se giró rápidamente, cubriendo con su vestido algo que, fácilmente podría confundirse con un rostro entre las llamas.