Darius se despertó algo aturdido. Poco a poco se fue despejando. Sentía la realidad lejana mas con el pasar del tiempo empezó a recordar los hechos de la noche anterior. No tenía ganas de levantarse de la cama, y recordando que en la habitación contigua se encontraba la mujer que siempre alborotaba sus pensamientos, le entró menos deseo aun pues no quería verla. No estaba enfadado, ni con ella ni consigo mismo, no sentía irritación ni pesar. Pero sí que se notaba frustrado, y cansado de la situación en general. Parecía que el mundo lo miraba y se burlaba de él. Haciéndose encontrar con una muchacha la cual no sólo era preciosa, pues para él cada una de sus facciones parecían estar hechas de pinceladas del artista más delicado que se precie, sino que además tenerla al lado le producía una sensación de paz que en su vida había sentido. Se encontraba a gusto consigo mismo y con ella, y como si de algo natural se tratase estar junto a ella era gratificante, era placentero y por primera vez en mucho tiempo era feliz. Pero entonces llegaba la bofetada de la realidad y lo despertaba. La mala broma del destino los había colocado en posiciones diferentes. La risa del mundo al verle sentir lo que sentía por ella le frustraba. Su corazón le decía que lo intentase con todas tus fuerzas. Darius nunca fue una persona que se rindiese porque sí. Es más, había ganado batallas prácticamente él solo, alentando los corazones de sus tropas que al verle luchar se sentían inmunes a todo gracias a su comandante. Cada herida de su cuerpo era una victoria y se enorgullecía de él mismo. O eso creía, hasta que la pequeña rubia de ojos inmersos en agua llegó a su vida. Y lo derrumbó todo. Su orgullo, su ganas de luchar, sus creencias...
Fuera como fuese hoy se iría. No volvería verla y todo quedaría en un recuerdo lejano y bonito. Y eso era bueno. ¿Era bueno?. No, no lo era, eso le decía constantemente su corazón pero sus lógicos pensamientos trataban de callarlo. Volvería a su vida normal, volvería a ser el de antes. Sólo tenía que aguantar unas horas más.
Se incorporó, se frotó un poco los ojos y miró por la ventana. Al igual que la mañana del día en que conoció a Lux el cielo estaba totalmente despejado y el Sol brillaba con fuerza. El mismísimo día le recordaba a ella. Suspiró se rascó la nuca y miró el reloj. Eran las ocho. Se levantó con pesar de la cama. Salió de la habitación. Se fijó en la puerta del cuarto de la chica. Estaba abierta, lo cual quería decir que ya se había despertado. Se detuvo unos instantes, y se preparó para afrontarla. Esperaba que la muchacha no hubiera cambiado su actitud para con él. Lo que había pasado en la noche anterior para él quedaba como un recuerdo muy lejano.
Llegó a la cocina y la encontró sentada a la mesa con un libro mientras desayunaba. También había unas tostadas y un café hecho. En cuanto lo vio entrar ella detuvo inmediatamente su lectura y lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.
— Buenos días— Le dijo animada
Pero este no contestó. Miró para el desayuno algo desconcertado.
— Como es mi último día pensé en que sería buena idea hacerte el desayuno— Le resolvió ésta sus cuestiones— Siempre desayunas lo mismo pero, ¿quizás quieres otra cosa?
— No. — Le dijo de manera seca
Ella se sorprendió un poco por los ánimos del guerrero pero no le dio importancia. Le mostró un sobre, en él estaba escrito "Darius".
— Lo vi cuando bajé a desayunar— Le informó la chica.
Se lo entregó. El guerrero lo abrió sacó la nota de dentro y la leyó mientras masticaba el trozo de tostada que se había llevado a la boca. Decía así:
Darius:
Te informo de que la reunión de hoy será a las once en punto en la sala central del edificio del Alto Mando. Sé puntual. Espero con impaciencia a la diplomática de Demacia.
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Lux Aeterna{#1} Darius x Lux |Ángeles y maldiciones|
FantasiaDarius, la mano de Noxus es un intrépido guerrero forjado en mil batallas. Un giro en la manera de liderar de Swain hace que las batallas cesen. Pero no es el retiro de este guerrero. Ahora Swain le requiere que sea diplomático. Un fastidioso cargo...