Confia en mi.

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Me ardían los ojos de tanto contener el llanto.
No quería que me vieran así. No quería darles el gusto de parecer débil ante ellos. Así que sólo me limitaba a asentir con la cabeza cada 10 segundos mientras pretendía que les ponía atención.
Debía mantenerme tranquila y serena, ya después podría irme a llorar a mi habitación. Para ser sincera no escuchaba nada. Sus palabras sólo se escuchaban como ecos a la lejanía. Tampoco es que quisiera hacerlo, me sabía el discurso de memoria.

Con disimulo miraba hacia las puertas y ventanas buscando la forma de escapar. Nada.
Estaba a punto de estallar y gritarle a mi madre que estaba harta de toda esta farsa de la princesita adorable y educada justo cuando un guardia atravezó la entrada principal corriendo y muy alarmado. Olía a humo y sangre, su ropa estaba desgarrada y muy sucia además traía varias heridas en todo su cuerpo, del labio le caía una pequeña gota de sangre que con el correr se iba secando.
Me espanté de ver algo así. Nunca había visto a un guardia en tal estado. Nunca había sido conciente de que la guerra estaba sobre nosotros... hasta ese momento.

-Reina Butterfly, ganamos!
Destruimos la base principal de esos malditos! Tuvimos muchas bajas pero al final lo logramos...

-Que gran alivio saber eso, Andrew. Tenemos que asegurarnos de que podremos someterlos a todos los que quedan y así obligarlos a irse de nuestras tierras. Si siguen insistiendo será inutil. Ya han perdido más que nosotros...

- Y nosotros seguiremos perdiendo más con esta guerra. Mamá es inútil seguir con esto. Debe de haber otra opción que nos ayude a...

-¡Silencio, Moon! Esto no es asunto tuyo. Ve a tu cuarto y piensa en lo que hablamos hace un momento.-

-Claro que es mi asunto también madre. Como futura reina de Mewni es asunto mío ayudar a tomar las mejores decisiones para mi pueblo y traer la paz. Dejame ayudarte...-

-No Moon. Esto es muy peligroso para que una niña como tú se involucre. Como tu madre, mi prioridad es mantenerte a salvo y eso haré. No dejaré que andes por ahí paseando entre los campos de batalla. Llevenla a su cuarto y cierren con llave su puerta.- ordenó a los guardias más próximos con una frialdad que me hizo estremeser al ver su mirada.

-mamá...
Y sin más se dio la vuelta junto con mi padre que sólo se limitó a mirar y a dedicarme una cara de lástima antes de irse.

-Princesa, vayamos a su habitación.-
Un guardia estaba a punto de tocarme el brazo para llevarme a rastras pero yo lo quité de inmediato. Si no tenía más opción al menos iría a mi cuarto por mi cuenta. Sin que me llevaran de la mano como "la niña que soy". Tengo una dignidad que mantener.

Al llegar a mi habitación entré rápido y le cerré la puerta a los guardias en la cara. Quería privacidad y no dejaría que también me la arrebataran. A traves de la gruesa puerta de madera escuché como ponían el seguro y un guardia decía:
-si necesita algo princesa sólo avisenos-. Ja. Cómo si necesitara de algo. O como ai quisiera algo de ellos.

Me senté en la cama con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Trataba de estabilizar mi respiración mientras mordia mis mejillas por dentro para evitar llorar. Si al menos mi madre viera que ya no soy una niña, ya tengo 13 y puedo hacerme cargo de las cosas como la futura gran reina que se supone debo de ser, las cosas serían distintas.
Si al menos confiara un poquito en mi...

Eso último fue lo que detonó mis lagrimas que comenzaron a caer sobre mis mejillas rápidamente.
De golpe me levanté de la cama y fui hacia mi gran armario. Detrás de la cortina de vestidos que tenía colgados deslicé una tabla de madera que ocultaba un hueco. Saqué un par de tijeras y una bolsa de tela. Descolgué una capa negra con capucha y me la puse. Cuando creí estar lista metí una pequeña y larga bolsita de tela negra en la bolsa grande. Y me miré al espejo.
Una pequeña niña de ojos y largo cabello celeste casi tan claro como el cielo me miraba confundida. Sabía que su mirada decía que no lo hiciera. Y por un momento me sentí decepcionada. Así que bajé la mirada.

Tal vez no sea esta la mejor forma de arreglar las cosas y de hacerle ver a mi madre la situación.
Pero si ella quiere ir a la guerra, a la guerra irá. Yo no pertenesco más aquí y si ella quiere hacerse cargo de todo el reino por si misma y no enseñarme nada, pues que lo aproveche.

Empuñé con fuerza las tijeras y las clavé en el aire jalandolas con fuerza hacia abajo.
El claro de un bosque de noche se veía del otro lado del portal que acababa de abrir.
Cerré los ojos y respiré profundamente. Antes de irme miré a mi habitación un tanto melancólica de lo que dejaba atrás. Volví a respirar profundamente para dar un paso hacia adelante y crusé el portal.

El aire helado de la noche azotó contra mi cara y me revolvió con fuerza el cabello. Mis piernas me temblaban al igual que mis brazos. Sabía que no era una buena idea, pero ya no podía retroceder.
Caminé adentrandome en el oscuro y solitario bosque para enfrentarme a mi nuevo destino que me acababa de conseguir.

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora