Descubrimiento.

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Prendí fuego a la pequeña chimenea. Froté mis manos con fuerza y las acerqué al fuego para calentarme un poco. Nunca me había gustado el frío. Desde que tengo memoria me pasa que cuando tengo pesadillas (las peores por cierto) me despierta un frío que me llega a los huesos. Ya no sé si el frío sale de mi o si llega hasta mi interior. Tampoco se si el frio provoca las pesadillas o si las pesadillas provocan el frio. Es algo complicado de explicar pero la conclusión es que me aterra el frio. Suerte que encontré esta casita abandonada en medio del bosque. Con ayuda de mi magia en un instante la remodelé para que pudiera ser acogedora y útil. La verdad es que por fuera se veia común y corriente pero por dentro cree un hechizo de expansión que hizo que se viera más como mi castillo pero en proporsiones más pequeñas. Por lo menos aqui podré vivir y sentirme a gusto en lo que decido que hacer con mi madre y conmigo misma.

Miré la comida que estaba en la mesa. La había preparado con magia. Es algo que ya había hecho antes. Me sentía  estúpidamente feliz. Tomé mi capa de nuevo y me la puse, caminé hacia la puerta y tomé un balde de madera. Con ayuda nuevamente de mi varita alumbre mi camino. Me dirigí hacía un pequeño río que estaba a un par de metros de mi nuevo hogar.
Me agaché con el balde para recoger un poco de agua cuando un extraño ruido me sorprendió.

Tomé mi varita que seguía ilumindando y la apunté hacia todos lados. A mi izquierda pude distinguir la figura de un hombre, era alto y musculoso. Caminaba exageradamente despacio y se tomaba el brazo izquierdo. No podía distinguir su rostro pero supe que estaba terriblemente mal herido por los quejidos que emitía al caminar.
Tiré el balde y corrí a ayudarlo. Cuando estuve a punto de llegar a él me lanzó un gruñido y retrocedí al momento en el que él cayó al suelo de golpe. Me volví a acercar para ayudarlo pero me quedé congelada al mirarlo.

Tenía la piel grisacea y en algunas partes se le veían escamas. Su cabello negro estaba todo mojado y enmarañado, a causa del frio comenzaba a congelarse. Una larga y pesada cola de lagarto se movía suavemente sobre sus piernas. Me fijé que le faltaba la punta y su brazo izquierdo estaba cercenado hasta un par de centímetros abajo de su codo. Tenía bastantes heridas en todo su cuerpo. De su largo rostro con forma de reptil pude ver el brillo de algunos dientes afilados. Y en sus manos me faltaban un par de dedos.

Mi corazón se aceleró y ahogué un pequeño grito cuando vi lo que era.
-¡Un septariano!
Di la vuelta sin dudarlo pero en un par de pasos me detuve cuando escuché la forma en la que se quejaba. Estaba agonizando. Giré mi rostro para verlo nuevamente y éste abrió uno de sus ojos. Me sorprendió al verlo. Jamás había visto algo así. Sus ojos eran de un color amarillo tan profundo. Como ámbar. Pude ver atraves de ellos el dolor y sufrimiento que estaba sintiendo. Me sorprendió que no podiera ayuda. No podía ver bien mi rostro a causa de la capucha de mi capa pero sospechaba que el creía que por ser un monstruo nadie lo ayudaría.

Pero me sorprendió mucho más el que yo lo hiciera.

Con cuidado me acerqué a él y como pude lo levanté y lo metí a mi ahora nuevo hogar.
Tal vez estoy loca por hacer esto pero no podía dejarlo medio muerto en mi patio mientras yo me calentaba y comía.

Mientras lo arrastraba sobre mi espalda sentí su peso caer sobre de mi. Creo que se desmayó.

Con cuidado segui llevandolo y lo recosté en mi cama.
Esta sería una noche muy larga...

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